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El chamanismo y las fuerzas o espíritus invisibles 2/2


Antes se recomienda leer el artículo «El chamanismo y las fuerzas o espíritus invisibles 1/2»

El Investigador Graham Hancock presentó su tesis de que entidades «sobrenaturales«, como los alienigenas y las hadas, son seres transdimensionales que los seres humanos encuentran durante los estados alterados de conciencia. La capacidad de cambiar de forma ha sido atribuida desde hace milenios, tanto a los aliens, como a los duendes, los nagas  y otras entidades. Alrededor de hace 35.000 a 40.000 años, los seres humanos sufrieron un importante cambio genético y la aparición de cuevas y pinturas rupestres son prueba de ello, dijo Hancock, quien señaló que algunas de sus pinturas eran de extraños seres. Él cree que estos representan las entidades sobrenaturales, y a través de estados alterados, probablemente debido a la ingestión de plantas alucinógenas planta, los humanos aprendieron técnicas avanzadas de sus encuentros con estos misteriosos seres.  La humanidad está en una encrucijada, Occidente ha perdido el contacto con el mundo espiritual, y muchos de los males del mundo se deben a esto.  Como parte de su investigación experimental, Hancock viajó a América del Sur y tomó el brebaje psicodélico Ayahuasca. Durante una de estas eperiencias describió un encuentro con un ser extraño. Pero en lugar de ser un extraterrestre, sugirió que habitaba en otra dimensión a la que sólo se puede acceder cuando uno está en un estado alterado. Por chamanismo entendemos las tradiciones de origen «prehistórico» propias de los pueblos mongoloides, comprendidos los indios de América. En Asia encontramos este chamanismo propiamente dicho no sólo en Siberia, sino en el Tíbet, en la forma del BönPo, en Mongolia, Manchuria y Corea. La tradición china prebúdica con sus ramas confucionista y taoísta se vincula igualmente con esta familia tradicional, así como en Japón, donde el chamanismo ha dado lugar a esa tradición particular que es el Shintô. Todas estas tradiciones se caracterizan por la oposición complementaria entre la Tierra y el Cielo y por el culto de la Naturaleza, contemplada en la relación de su causalidad esencial y no de su accidentalidad existencial.

Los Bons o Dugpas, llamados también «Hermanos de la Sombra», conforman una secta del Tíbet vulgarmente llamada «los bonetes rojos». Son tenidos como los más versados en hechicería. Habitan el Tíbet occidental, el pequeño Tíbet y el Bhután. Todos ellos son Tatrikas, y se supone que practican la peor forma de magia negra. Algunos ritualistas que han visitado las fronteras del Tíbet confunden los ritos y prácticas de los Dugpas con las creencias religiosas de los Lamas orientales, los «bonetes amarillos» y sus Narjols u hombres santos.El Dorje, arma o instrumento al que se le atribuye la virtud oculta de repeler las influencias dañinas, purificando el aire, ha sido empleado por los Bons o Dugpas para ciertos fines de magia negra, y para ellos es como el doble triángulo invertido, el signo de la hechicería. En cambio, para los «bonetes amarillos» o Gelugpas, es un símbolo de poder. Los discípulos pueden compararse a las cuerdas de la vina, eco del alma; la humanidad a su caja armónica; la mano que la pulsa, al soplo melodioso del gran alma del mundo. La sárasuati vina es un instrumento de cuerda empleado en la música de India. Existen varios tipos de vina emparentados con el sitar, el cual forma parte de la familia del laúd. Los diseños de las vinas han evolucionado por años, y han adquirido las más diversas formas. En nuestros días, el tipo más popular es el conocido como vina sárasuati. Posee 24 trastes. Tiene cuatro cuerdas principales que atraviesan todos los trastes y son pulsadas con las yemas de los dedos. Además cuenta con tres cuerdas auxiliares, las cuales pasan sobre un puente arqueado o son empleadas para la producción de acompañamiento rítmico. Para tocar la vina, sus intérpretes deben sentarse con las piernas cruzadas y colocar el instrumento frente a ellos. La pequeña caja de resonancia debe descansar sobre la pierna izquierda, el brazo izquierdo debe pasar con la mano cruzada por debajo del brazo del instrumento, de modo que los dedos queden girados hacia arriba para pulsar las cuerdas. El cuerpo principal de la vina debe descansar sobre el piso, y es parcialmente soportado por el muslo derecho. La mano derecha del ejecutante puntea las cuerdas para producir melodías.En la iconografía de la patrona hinduista de los aprendices de las artes, la diosa Sárasuati, casi siempre se la ve pulsando una vina.

La cuerda que no responde a la pulsación del Maestro, en dulce armonía con todas las demás, se rompe y se la arroja. Así deben ser las mentes colectivas de los Lanus-Sravakas. Tienen que estar acordes con la mente del Upadya, unificarse con la Super-Alma, o separarse de una vez. Esto último es lo que hacen «Los Hermanos de la Sombra», los destructores de sus almas, la espantable legión de los Dag-Dugpa. Nada tienen que ver estos Bons o Dag-Dugpas con aquellos practicantes del Bon, que sí veían la Unión en todas las cosas. Se caracterizan igualmente por la función central del chamán, asumida en China por los Taotsé y en el Tíbet por los lamas adivinos y exorcistas.  El Bön (o Bon)  es una antigua tradición chamánica y animista tibetana anterior a la llegada del budismo. El Bön influyó mucho en las creencias del Budismo Tibetano, creando una especie de sincretismo religioso. Recientemente, el decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso ha reconocido esta tradición como una de las seis principales escuelas espirituales del Tíbet, junto con las escuelas Kagyu, Nyingma, Sakya, Gelug y Jonang.  El fundador mítico del Bön fue Tönpa Shenrab Miwoche quien, según cuentan las tradiciones, naciera en la no menos mítica tierra de «Tagzig Olmo Lung Ring» cuyo centro es el «Yungdrung Gutsek» (o «Yung-drung Gu-tzeg«). Tenzin Wangyal Rinpoche, fundador del «Ligmincha Institute«, es uno de los representantes actuales más importantes de esta tradición. La adaptación del Bon al Budismo, como consecuencia de la presión histórica ejercida por éste sobre el primero, configurará el Bon llamándolo «Bon Blanco«, cuyos textos fundamentales son los Vehículos del Fruto. Por su parte, el «Bon Negro» o Bon Primitivo rechaza el budismo y sus enseñanzas se encuentran contenidas en los 4 Vehículos de la Causa, dando lugar a los nueve vehículos del canon Bonpo. El Bon Negro o Primitivo comprende un conjunto de creencias genéricas sobre la naturaleza y, además, una serie de prácticas chamánicas de corte animista, Esto implica la idea de que todos los seres, debido a la co-pertenencia a una misma naturaleza, pueden ejercer un poder dinámico unos sobre otros. En el universo Bon, que está constituido por 3 mundos: el de los dioses, el de los espíritus y el inferior o de los demonios, se requiere un mediador, el bonpo, que mantenga el equilibrio esencial. No resulta casual, pues, que éste sea considerado un sanador, un oráculo o un psicopompo (guía a los muertos para que alcancen el cielo), que dirige los ritos funerarios. De este modo, el Bon Primitivo del Tíbet se relacionaría entonces con el chamanismo característico del Asia Central y septentrional ya que coincide con ellos en practicar un culto al cielo.

Los seguidores del Bon Negro solo reconocen en el Dalai Lama un soberano civil sin poder religioso. Si mencionamos ahora a la China y al Japón no es para englobar sus tradiciones autóctonas pura y simplemente dentro del chamanismo siberiano, sino para situarlas en relación con la tradición primitiva de la raza amarilla, tradición de la que el chamanismo es la prolongación más directa y también, es preciso decirlo, la más desigual y ambigua. Esta última observación equivale a plantear la pregunta de saber lo que valen espiritualmente las formas siberianas y americanas del chamanismo; la impresión general es que dentro de él existen los niveles más diversos, pero lo que es cierto es que en los pieles-rojas —pues de ellos es de quien hablaremos aquí— se ha mantenido algo primordial y puro, a pesar de todos los oscurecimientos que hayan podido superponerse en algunas tribus en un pasado quizá relativamente reciente. Sacerdotes y magos, los chamanes tibetanos mantienen los ritos funerarios y ceremonias de curación del alma descendientes de la antigua religión del Bon. El Bon y el Bardo-Thodol, cuyo nombre significa liberación por entendimiento del plan que sigue a la muerte, es un tratado sobre la muerte y su después. Contiene una extraña mezcla de elementos tomados de numerosas fuentes. Basta visitar los templos taoístas chinos o leer obras de taoísmo para descubrir en ellas imágenes e ideas análogas a las presentadas en el Bardo-Thodol. Lo que se ha tomado del tantrismo nepalense, de las teorías idealistas de ciertas Escuelas filosóficas del Budismo mahayanista y hasta de otras fuentes, forman en el Bardo-Thodol una extraña mezcla heterogénea que destaca sobre todo en los tratados más voluminosos.  Hay razones para creer que el más antiguo origen del Bardo-Thodol se remonta a los fieles de la antigua religión del Bon, y que sobre ese fondo fueron gradualmente superpuestas nociones budistas. Fue escrito en tiempos de Padmasambhava, en el siglo VIII. Luego se perdió y fue encontrado por Rigzin de Karna Ling-Pa, considerado como una emanación de Padmasambhava. Su uso generalizado en todo el Tíbet como ritual funerario, y su aceptación por parte de todas las sectas, bajo versiones variadas, testifican que fue obra de varias generaciones. Buena parte del ritual funerario proviene de la religión del Bon. Es costumbre ritual, tras una serie de ceremonias previas a la muerte, construir una efigie del difunto, una vez que el cuerpo es llevado a los funerales, y esta efigie se coloca en el mismo sitio que ocupó el cuerpo, y se sigue con las ofrendas de alimento hasta finalizar los cuarenta y nueve días del Bardo. Los lamas cantan día y noche para ayudar a que el espíritu alcance el paraíso de Amithaba. Durante los cuarenta y nueve días, se lee el Bardo-Thodol para acompañar al difunto en su viaje y visiones, al mismo tiempo que se realiza toda una serie de ceremonias encaminadas al buen viaje del difunto en el Más Allá.

El tema esencial del Bardo-Thodol es el concepto filosófico de los idealistas mahayanistas, según el cual la «liberación» es un acto mental que consiste en reconocer claramente que no hay otras ataduras que las que tejemos nosotros mismos a nuestro alrededor; que los cielos, los infiernos, los dioses y los demonios no son sino creaciones de nuestra imaginación. La voz «chamán» viene del sánscrito shaman, y según Helena Blavatsky, «los shamanes o chamanes son una especie de sacerdotes magos o sacerdotes hechiceros, sectarios de la antigua religión Bon del Tíbet. Se funda el shamanismo en la creencia de que después de la muerte persiste la individualidad del hombre, aunque se haya desprendido del cuerpo físico, y que sigue viviendo en naturaleza espiritual».  Los sacerdotes Bon-Po no se diferencian en nada de los verdaderos chamanes, incluso estaban divididos en Bon-Po «blancos» y Bon-Po «negros»; aunque todos utilizaban el tambor para sus ritos. Algunos pretendían estar «poseídos por los dioses». La mayoría practicaban el exorcismo. Algunos de estos Bon-Po se llamaban a sí mismos «los poseedores de la cuerda celeste». Los «pawo» y los «nyen-jomo» son médiums, hombres y mujeres, y son considerados por los budistas como representantes típicos del Bon. No dependen de los monasterios bon de Sikkin ni de Butan, y parecen ser los vestigios del Bon en su forma más antigua, no organizada, como existía antes de que el «Bon blanco» se desarrollara según el ejemplo del Budismo. Parece que llegan a ser poseídos por los espíritus de los muertos y que, durante su trance, entran en comunicación con sus divinidades protectoras. En cuanto a los médiums Bon, una de sus funciones principales era servir de mensajeros temporales de los espíritus de los muertos, que serían más tarde conducidos al otro mundo. De los chamanes Bon se dice que utilizan sus tambores como vehículos que les permiten desplazarse por los aires. El vuelo de Naro-bon-chung durante su torneo mágico con Milarepa es un ejemplo clásico. La leyenda según la cual Gshen-rab-mi volaba sobre una gran rueda, ocupando la parte central, mientras sus cuatro discípulos iban sentados sobre los ocho rayos, bien puede representar un vestigio de una tradición semejante. Es probable que originalmente el vehículo fuera el tambor chamánico, más tarde reemplazado por la rueda, símbolo budista.

En la cura del chamán bon se efectúa una exploración del alma del enfermo, técnica específicamente chamánica. Una ceremonia análoga tiene lugar cuando el exorcista tibetano es llamado para curar a un enfermo y lleva a cabo una búsqueda del alma del paciente. Para hacer volver el alma del enfermo es necesario un ritual extremadamente complicado que incluye objetos y efigies. El Lamaísmo ha conservado íntegramente la tradición chamánica de los Bon. Incluso los más famosos Maestros del Budismo tibetano se supone que han efectuado curaciones dentro de la más pura tradición del chamanismo. Se conoce el papel que desempeñan los cráneos humanos y las mujeres en las ceremonias lamaístas. El llamado baile del esqueleto goza de especialísima importancia en las representaciones dramáticas que se conocen con el nombre de tcham, y que tienen, entre otros fines, el de familiarizar a los espectadores con las terribles imágenes de las divinidades protectoras que surgen en estado de bardo, esto es, en un estado intermedio entre la muerte y una nueva encarnación. Volvemos a encontrarnos de nuevo con el libro tibetano de la muerte o Bardo-Thodol, que según podemos apreciar tiene cierta estructura chamánica, y aunque no se trata exactamente de un guía psicopompo, puede compararse el papel del sacerdote que recita, en beneficio del difunto, unos textos rituales acerca de los itinerarios post-mortem, con la función del chamán que acompaña simbólicamente al muerto hasta el más allá. Existe cierto parecido de estructura entre los ritos y los mitos Bon-po y el chamanismo, y podemos comprobar la supervivencia de los temas y de las técnicas chamánicas en el Budismo y el Lamaísmo. Un término antiguo para un Maestro practicante de las enseñanzas de Shenrab es Shen. Los Bonpos clasifican las enseñanzas espirituales y practicas que Shenrab expuso, en nueve maneras o vehículos. Estos están divididos en cuatro causas y cinco vías resultantes. El Chamanismo tibetano se encuentra en las primeras cuatro vías causales. Los Chamanes Tibetanos tienen una visión muy terrenal y dualística acerca de la vida, curan las perturbaciones y enfermedades en esta vida sin preocuparse por la próxima vida. Aunque su motivación es la ambición altruista para aliviar a los que están sufriendo, les falta la generación de compasión universal que se encuentra de los demás caminos. Es la ausencia del cultivo de compasión por todos los seres sintientes, y la aspiración para comprender Budeidad como la inspiración para la práctica, la diferencia mayor entre las causas y las vías resultantes.

Estas primeras cuatro vías causales de los chamanes Tibetanos nativos, se llaman: Chashen (Shen de Predicción), Nangshen (Shen del Mundo Visible), Trulshen (Shen de la Ilusión Magica), y Sichen (Shen de Existencia). Chashen, la primera manera, comprende el diagnóstico médico y sanacion, así como las diversas adivinaciones antiguas y los ritos astrológicos realizados por el chaman para determinar si la persona que necesita ser sanado tiene un desequilibrio enérgico, o esta siendo provocando por un espíritu demoníaco, o la energía negativa. Hoy día estos ritos todavía son ampliamente practicados en las comunidades de Tibetanos. La segunda manera, Nangshen, comprende varios rituales para la purificación, invocar energía y reforzar la prosperidad, suprimir y liberar fuerzas negativas, e invocar y hacer ofrendas a las deidades poderosas y pagar rescates a los espíritus demoníacos. Estas prácticas están muy extendidas en Tibet. Las familias llevan a cabo pequeñas prácticas, mientras que las grandes prácticas normalmente se llevan a cabo colectivamente en pueblos, y monasterios. En ritos del rescate, se prepara una figura que representa al beneficiario del rito, o el practicante chaman que está realizándolo. Yo recuerdo cuando mi madre había estado durante mucho tiempo enferma que intentamos sanarla por medio de tratamientos médicos diferentes, pero nada ayudó. Realizamos varios ritos menores entonces, pero éstos no funcionaron. Finalmente invitamos a algunos monjes chaman que realizaron un rito del gran rescate en el que ellos prepararon una figura grande de ella  y nosotros la vestimos con su ropa, para que fuera muy parecida a ella. Realizamos el ritual y ofrecimos la figura en su lugar para reembolsarle la deuda kármica a los espíritus. A Ella se le dio un nuevo nombre, Yehe Lhamo, en lugar de su nombre viejo, Drolma, como a modo de un nuevo nacimiento en el mundo, y ella se recuperó de su enfermedad. Los Chamanes de la tercera manera, Trulshen, van donde hay energía fuerte, salvaje. Alli realizan prácticas para conquistar los espíritus y demonios que habitan esos lugares y los subyugan en su servicio. Uno logra esto a través del mantra de la practica (palabras de poder mágico), mudra (gestos simbólicos con la mano para comunicarse con dioses y espíritus), y samadhi (meditación), mientras realizan sadhanas (prácticas devotas) para comprometer varias diosas coléricas como Walmo y Chenmo.

El objetivo de estas prácticas coléricas que se dirigen contra los enemigos de la enseñanza es proteger a los practicantes y la enseñanza contra el peligro y amenazas. Es muy importante realizar estas acciones con una actitud de amor y compasión hacia otros seres, y no debe realizarse solamente para el beneficio del chaman. Trabajar con el alma de vida y muerte, es el rasgo más importante de la cuarta manera, Sichen, que contiene una explicación detallada del principio del la (alma), yid (mente), y sem (mente discursiva). “El la es el rastro kármico que se guarda en el namshe del kunzhi (o la conciencia baja). El sem sigue el rastro kármico y produce experiencias dichosas, dolorosas y neutras que son experimentadas por el yid”. Cuando el alma de una persona viviente está perdida o en desorden, hay prácticas para revocar y reforzar su energía, como la recuperación del alma. Respecto al muerto, hay las explicaciones de 81 tipos diferentes de muerte, como muerte accidental, el suicidio, asesinato, y la muerte siniestra. Siguiendo estos tipos de muerte, es muy importante realizar ritos apropiados, sobre todo si la muerte ocurre en un lugar que se perturba enérgicamente. Por ejemplo, un lugar donde los eventos como accidentes ocurren regularmente. Un método específico de esta via es el de “cuatro puertas”,  para vencer a los espíritus negativos, usando 360 métodos diferentes. Hay también ritos fúnebres para guiar el alma inmediatamente después de la muerte, comunicando con el fantasma del difunto y alimentándolo hasta su próximo renacimiento.Uno de las prácticas más importantes realizadas por chamanes Tibetanos del camino del sichen es la recuperación del alma, Lalu,  volviendo a comprar el alma, y Chilu, (reembolsando la energía vital). Estas prácticas están extendidas en la tradición Bön y también en todas las escuelas budistas tibetanas. Se podría discutir filosóficamente en muchos detalles sobre el alma y la energía de vida. Pero realmente, la energía de vida es la fuerza que mantiene unidos mente y cuerpo y el alma es la energía vital de la persona. Los negatividades externas pueden causar que estas dos fuerzas sean rechazadas, se perturben, o incluso pierdan. A través de los ritos del lalu y del chilu, estas fuerzas pueden revocarse, pueden repararse y pueden ser equilibradas. Revocar la fuerza de vida en el ritual del chilu, el chaman manda energía como rayos ligeros, como un gancho, para coger las bendiciones de Buddha. El poder de todos los protectores, protectoras y guardianes; el poder mágico de todos los espíritus y ocho clases de seres; y la energía vital de la fuerza de vida de los seres de los seis reinos. Asi invoca esta energía poderosa en todas las esquinas del universo y lo condensa en sílabas que introduce en el corazón de la persona perturbada a través de su chakra de la corona, reforzando su fuerza de vida.

Los chamanes realizan varios ritos de recuperación de alma diferentes. En un rito, un ciervo, que llamará de nuevo el alma, se pone en un plato que flota en un jarrón de leche. El chaman agita entonces la leche con un dadar (flecha de vida larga próspera) para determinar si el alma ha vuelto. De hecho si el ciervo está mirando al altar de la casa cuando el plato deja de revolverse, el rito ha tenido éxito; si mira a la puerta, el rito tiene que ser repetido. En otro rito, el beneficiario tiene que lanzar dados blancos en una tela blanca y apuesta contra una persona de la señal opuesta (según la astrología Tibetana), quién lanza un dados negros en una tela negra. Cuando el beneficiario gana, esto significa que el rito ha tenido éxito. Una de las maneras principales de reforzar la fuerza de vida es la recitación del mantra de la deidad de vida. Los textos dicen que a través de este poder, el chaman revoca la fuerza de vida dondequiera que se ha desviado. En caso de que termine, él la prolonga; en caso de que haya declinado, la refuerza; si se rasga, la cose; si se ha desunido, la ata.  La recuperación de la Lalu alma es realizada de una manera similar: el chaman convoca el espíritu que ha robado, o que ha perturbado el alma de la persona, y le ofrece un torma (ofrenda) representando la unión de los cinco placeres de los sentidos – satisfaciéndolo completamente con el objeto visualizado, para que devuelva inmediatamente el alma que ha tomado. Allí también parece ser una conexión fuerte entre la práctica de recuperación del alma y el lungta popular, práctica que se realiza para reforzar la fortuna y capacidad para ‘ alcanzar el caballo de viento. Éste es un rito muy poderoso, realizado por los grandes grupos de Tibetanos, en las cimas de las montañas en el primero, o tercer día del Nuevo Año. Los participantes despiertan e invocan los espíritus montañeses haciendo las ofrendas de humos y tocando a las banderas de oración y tirando las cartas de cinco colores que producen mantras en el espacio para reforzar el prana (aire vital). De esta manera él o ella se sana también y se refuerza, y por consiguiente la capacidad de los participantes, la fortuna y aumento de prosperidad, y cualquier empresa arriesgada que emprenden tiene éxito.

Como curiosidad, debemos reseñar que al escritor americano, David Hatcher Childress, le resulta intrigante el hecho de que Hitler enviase expediciones al Tibet a finales de 1930, poco después de la publicación del libro de Illion, «Oscuridad sobre el Tibet«, y sugiere que su verdadero objetivo era hacer contacto con los grupos ocultistas. Se dice que Hitler conoció a un misterioso monje tibetano que le dijo que Alemania podría conquistar el mundo mediante la creación de una alianza con los «Señores de la Creación«.  Cuando los victoriosos rusos fueron abriéndose paso a través de las ruinas de Berlín, parece que descubrieron  los cuerpos de varios monjes tibetanos que se habían suicidado siguiendo algún ritual. Y todo parece indicar que pertenecían a la secta BönPo. También se dice que Hitler pretendía escapar al Tíbet para ser ocultado por aquellos cuya alianza había buscado. Karl Heinz Kaerner afirmó haberse reunido con Martin Bormann en Marruecos, informándole que Hitler estaba vivo en un monasterio tibetano y que algún día estaría de vuelta en el poder en Alemania!. Al abordar la cuestión de si esos magos negros realmente vivieron (o aún viven) en el Tíbet, Childress nos recuerda que en su libro «Iniciación e Iniciados en el Tíbet«, la escritora francesa, exploradora y autoridad en el misticismo del Tíbet Alexandra David-Neel (1868-1969 ) describe un encuentro con un hombre que podía hipnotizar y matar a distancia.  Nicholas Roerich también menciona a los ocultistas de la antigua religión Bon, que estaban en guerra con los budistas del Tíbet. Como Childress observa: «Shambhala tiene muchas semejanzas con la Tierra de los Inmortales (Hsi Wang Mu) en cuanto a que se dice que es un valle maravilloso y exuberante en las altas montañas, con una torre alta, adornada de jade sólido desde donde brilla una luz brillante«. En el Valle de los Inmortales tal vez realmente había artefactos antiguos de una época pasada vigilado por antiguos Maestros.  De todos modos, aunque sin duda intrigantes, las afirmaciones con respecto a la participación de los Nazi con los magos negros del Tíbet no dispone de pruebas documentales y de testigos sobrevivientes.

Tal como hemos indicado al final del anterior artúculo, Alexander Thom, al ver  las piedras verticales de Callanish, «el Stonehenge de Escocia», recorrió con la vista la   avenida   de   menhires y   se   dio   cuenta   de   que   su   eje   principal,   que iba de norte a sur, señalaba directamente la estrella Polar. Era obvio que aquellos ingenieros antiguos estaban muy avanzados. Thom, después de estudiar   otros   círculos   de   piedras quedó   convencido   de   que   sus constructores   eran  hombres  con  una  inteligencia  igual  o superior a  la   suya,   y los   llamó   «Einsteins prehistóricos». Uno   de   los   seguidores   de   Alexander Thom,   la   profesora escocesa Anne Macaulay, había seguido los pasos de Thom con una teoría que   es   igual   de   controvertida.   En   «Science   and   Gods   in   Megalithic   Britain»,  Macaulay parte del supuesto de Thom de que la geometría más antigua era una tradición no escrita y relacionada con la astronomía.  Luego se preguntó a   sí   misma   cómo   podían   los   antiguos   astrónomos   almacenar   su conocimiento a falta de escritura fonética. Obviamente, la respuesta tiene que ser   que   lo   guardaban   en   la   memoria.   Pero   no   se   trata   de   la   memoria   en   el sentido   que   damos   hoy   a   la   palabra.   Es   un   hecho   poco   sabido   que   los  antiguos habían creado un complejo arte de la memoria que ellos pensaban que   podía   compararse   con   cualquiera   de   las   otras   artes   o   ciencias.   La estudiosa Frances Yates ha escrito sobre ella en su libro   The Art of Memory  (1966)   y   muestra   cómo   podemos   localizar   sus   orígenes   en   los   antiguos griegos y cómo siguió existiendo hasta la época de Shakespeare. El arte de la memoria no dependía sencillamente del poder del cerebro, sino   de   una   complicada   serie   de   ayudas   mnemotécnicas.  

Lo   que sugiere   Anne   Macaulay   es   que   el   alfabeto   fonético   se   creó   como   una   serie de   ayudas   mnemotécnicas   para   anotar   las   posiciones   de   las   estrellas polares,   y   que   la   palabra   «Apolo»   -el   dios   de   la   música-   era   una   de   estas ayudas mnemotécnicas básicas. Las letras, de la A a la U, se crearon como ayudas   mnemotécnicas   para   ciertos   teoremas   geométricos   o   figuras geométricas   con   los   cuales   había   números   asociados.  De   hecho,   el   punto de   partida   de   Anne   Macaulay   fue   su   estudio   de   la   antigua   escala   musical griega. Su   teoría   de   la   historia   antigua   y   la   geometría   de   los   círculos megalíticos   es   demasiado   complicada   para   exponerla   detalladamente   aquí. Pero   Anne   Macaulay   saca   una   conclusión   que  hace   pensar:  que   cuando   se usa este «código» para condensar la salida meridional extrema de la luna, el lugar   ideal   para   construir   un   observatorio   es   precisamente   donde   se encuentra   Stonehenge.   Otra   conclusión   es   que   todo   esto   indica   que   es probable   que   la   antigua   ciencia   griega   -incluido   Pitágoras   (que   nació alrededor   de   540   a.   de   C.)-   tuviera   su   origen   en   Europa,   lo   cual   es exactamente lo contrario de una sugerencia que se hizo en el siglo XIX en el sentido   de   que   Stonehenge   fue   construido   por   griegos   micénicos.   Anne Macaulay   sugiere   la   posibilidad   de   que   los   primitivos   griegos   fueran comerciantes de estaño británicos procedentes de Cornualles.

Dado   que   parece   que   la   construcción   de   Stonehenge   empezó   hacia el 3100 a.C., su teoría también da a entender que la escritura fonética es alrededor de 1.500 años más antigua de lo que suponemos. Desde   nuestro   punto   de   vista,   la  importancia   de   toda   esto   reside  en   la sugerencia   de   que   existían   formas   avanzadas   de   geometría   y   astronomía mucho antes de que hubiera un método exacto de ponerlas por escrito. Anne Macaulay cree -al igual que Thom- que puede leerse en la geometría de los círculos   y   monumentos   megalíticos,   y   que   sus   constructores   intentan transmitirnos un mensaje… justamente del mismo modo que Robert Bauval y Graham   Hancock   creen    que   los   antiguos   egipcios transmitían un mensaje en la geometría de Gizeh. ¿Cuándo   empezaron   nuestros   antepasados   a   usar   ayudas   mnemotécnicas para anotar los movimientos del sol y de la luna? Parecerá   increíble,   pero   la   respuesta   es   que   fue   hace   como   mínimo  35.000 años. En   el   decenio   de   1960,   un   investigador   del   museo   Peabody   llamado Alexander Marshack se encontraba estudiando la historia de la civilización y se   sentía   peocupado   por   lo   que   él   llamó   «una   serie   de   «súbitamentes»».   La ciencia había empezado «súbitamente» con los griegos; las matemáticas y la astronomía   habían   aparecido   «súbitamente»   entre   los   egipcios,   los mesopotámicos   y   los   chinos;   la   civilización   misma   había   empezado «súbitamente» en la Media Luna de las tierras fértiles del Oriente Medio. En   resumen,   preocupaba   a   Marshack   la   misma   pregunta   que   había preocupado   a   Schwaller   de   Lubicz   y   a   John   Anthony   West.   Y   al   igual   que Schwaller   y   West,   Marshack   decidió   que   estas   cosas   no   habían   aparecido «súbitamente», sino que eran fruto de miles de años de preparación.

Marshack sentía   curiosidad  por   saber   si   había   algún   indicio   arqueológico   de   que el hombre se entregara a actividades estacionales (él las llama «divididas en factores   temporales»)   como   la   agricultura   en   los   tiempos   de   «antes   de   la civilización». En  ese  momento  quedó  fascinado  por  las  extrañas  señales  que  vio  en fragmentos de hueso que databan de la edad de piedra. Al examinarlas con el microscopio, comprobó que estaban hechas con numerosas herramientas diferentes,   lo   cual   era   señal   de   que   no   databan   de   la   misma   época.   Por último   sacó   la   conclusión   de   que   una   serie   de   señales   que   formaban   una línea curva en un hueso de 35.000 años de antigüedad eran anotaciones de las fases de la luna. Lo cual quería decir que, en cierto sentido, el hombre de Cro-Magnon habían inventado la «escritura». Pero ¿por qué? ¿Por qué iban a importarle los movimientos del sol y de la   luna?   En   primer   lugar,   porque   era   inteligente…   tan   inteligente   como   el hombre moderno. Probablemente se consideraba a sí mismo muy civilizado, igual   que   nosotros.   Y   una   persona   inteligente   necesita   tener   un   sentido   del tiempo, de la historia. Marshack menciona un «palo calendario» de los indios pima   de   América   que   representa   su   historia   durante   44   años.   Esto   quiere decir que el «narrador» indio podía coger el palo, señalar algún año lejano y contar su historia, que estaba representada por medio de puntos y espirales u otras señales apenas visibles. Es probable que el hombre de Cro-Magnon de hace 35.000 años hiciera lo mismo. Y   luego,   por   supuesto,   un   calendario   sería   útil   para   los   cazadores porque les diría cuándo volverían los ciervos u otros animales. Sería útil para las   mujeres   embarazadas   que   quisieran   saber   cuándo   llegaría   el   momento de dar a luz. De hecho, un calendario es una de las necesidades básicas de la civilización, el equivalente del reloj digital del hombre moderno.

Pero   claro,   nos   estamos   olvidando   de   otro   factor   muy   importante.   Si Schwaller está en lo cierto, al hombre de Cro-Magnon le interesaban el sol y la luna   por   otra   razón:   porque   era   sensible   a   sus   ritmos   y   los   experimentaba como   fuerzas   vivas.   Hoy   día,   hasta   el   más   escéptico   de   los   científicos reconoce   la   influencia   que   ejerce   la   luna   en   los   pacientes   mentales;   todo médico que haya trabajado en un hospital confirmará que la luna llena afecta a ciertos pacientes. Sin embargo, comparado con los pueblos aborígenes, el hombre   civilizado   ha   perdido   la   mayor   parte   de   su   sensibilidad   a   la naturaleza. Si queremos comprender a nuestros antepasados de Cro-Magnon, debe- mos   tratar   de   imaginar   seres   humanos   que   sean   tan   sensibles   al   sol,   a   la luna   y   a   otras   fuerzas   naturales   (por   ejemplo,   el   magnetismo   de   la   Tierra) como el paciente mental lo es a la luna llena. Dentro de las prácticas mágicas de los chamanes hay que distinguir la magia ordinaria de lo que podríamos denominar la magia cósmica: esta magia opera mediante las analogías entre los símbolos y sus prototipos. Por todas partes en la naturaleza, comprendido el mismo hombre, encontramos sin duda posibilidades semejantes, substancias, formas, movimientos que se corresponden cualitativa o tipológicamente; por esto el chamán espera subyugar los fenómenos, que por su naturaleza o por accidente escapan a su influencia, por medio de fenómenos análogos —metafísicamente «idénticos»— que él mismo crea y que por este hecho se sitúan en su esfera de actividad; quiere obtener la lluvia, la detención de una tempestad de nieve, la llegada de los bisontes, la curación de una enfermedad, con la ayuda de formas, colores, ritmos, encantaciones, melodías sin palabras. Pero todo esto sería insuficiente sin el extraordinario poder de concentración del chamán, poder que no puede obtenerse sino por un largo entrenamiento en la soledad, el silencio y el contacto con la naturaleza virgen; también puede obtenerse gracias a un don particular y por intervención de una influencia celestial.

Detrás de cada fenómeno sensible hay una realidad de orden anímico que es independiente de las limitaciones del espacio y del tiempo; al ponerse en contacto con esas realidades, o con esas raíces sutiles o suprasensibles de las cosas, es como el chamán puede influir en los fenómenos naturales o predecir el porvenir. Todo esto parecerá extraño, por decir lo menos, al lector moderno, cuya imaginación lleva otras impresiones y obedece a otros reflejos que la del hombre medieval o arcaico y cuyo subconsciente, es preciso decirlo con claridad, está viciado por una multitud de prejuicios con pretensión intelectual o científica; sin poder entrar aquí en los detalles, recordemos simplemente con Shakespeare que «hay más cosas en el cielo y la tierra que todo lo que pueda soñar vuestra filosofía». Pero los chamanes son también, e incluso a fortiori, expertos mágicos en el sentido ordinario de la palabra; su ciencia opera con fuerzas de orden psíquico o anímico, individualizadas o no; no hace intervenir, como la magia cósmica, a las analogías entre el microcosmos y el macrocosmos, o entre las diferentes reverberaciones naturales de una misma «idea». En la magia «blanca», que es normalmente la de los chamanes, las fuerzas puestas en acción, lo mismo que el fin de la operación, son benéficas o simplemente neutras; cuando por el contrario los espíritus son maléficos y el fin lo es igualmente, se tratará de la magia «negra» o la brujería; en este caso, nada se hace «en el nombre de Dios» y el lazo con los poderes superiores está roto. Es obvio que prácticas tan peligrosas socialmente, y tan nefastas en sí mismas, estuvieran severamente prohibidas entre los pieles-rojas como entre todos los pueblos, lo que no significa que nunca hayan conocido en algunas tribus de los bosques —como en Europa al final de la Edad Media— una extensión en cierto modo epidémica, conforme a su naturaleza siniestra y contagiosa.

Si nos apartamos de las teorías evolucionistas, no podríamos creer en un origen pluralista de las religiones y no tenemos ninguna razón para poner en duda el aspecto «monoteísta» de la tradición de los indios, ya que siempre el «politeísmo» puro y simple no es más que un fenómeno relativamente tardío y en cualquier caso mucho menos extendido de lo que ordinariamente se cree. El monoteísmo primordial —que no tiene nada de específicamente semita y que más bien es un «pan-monoteísmo», pues si no el politeísmo no habría podido derivar de ello—, este monoteísmo subsiste, o deja huellas en las tribus más diversas, los pigmeos de Africa entre otras; es lo que los teólogos llaman la «religión primitiva». En las Américas, los naturales de la Tierra del Fuego, por ejemplo, no conocen más que un solo Dios que habita más allá de las estrellas, que no tiene cuerpo y no duerme y las estrellas son sus ojos; siempre ha sido y nunca morirá; ha creado al mundo y ha dado a los hombres reglas de acción. En los indios del Norte —los de las Praderas y los Bosques— la Unidad divina sin duda aparece de manera menos exclusiva y en algunos casos parece incluso velarse, pero no hay en ellos nada comparable con el politeísmo antropomorfista de los europeos antiguos: ciertamente hay varios «Grandes Poderes». Pero estos Poderes están o subordinados a un Poder supremo que se asemeja mucho más a Brahma que a Júpiter, o son considerados como un conjunto, o una Substancia sobrenatural, de la que nosotros mismos somos parte, tal como dicen los sioux. Para comprender este último punto, que sería panteísmo si todo el concepto sólo se redujese a eso, es preciso saber que las ideas sobre el Gran Espíritu se vinculan o con la realidad «discontinua» de la Esencia y entonces hay trascendentalismo, o con la realidad «continua» de la Substancia, y en ese caso hay panteísmo. En la conciencia de los pieles-rojas el aspecto de Substancia predomina no obstante sobre el de Esencia. A veces se habla de un Poder mágico que anima todas las cosas, comprendidos los hombres, llamado Manito (algonquino), Orenda (iroques) y coagulándose —o personificándose según los casos— en las cosas y los seres, comprendidos los del mundo invisible y anímico, y cristalizándose igualmente en función de un determinado sujeto humano, como totem o «ángel guardián» (el orayon de los iroqueses).

Esto es correcto con la reserva de que el calificativo de «mágico» es completamente insuficiente e incluso erróneo en el sentido de que define una causa por un efecto parcial. En cualquier caso lo que importa retener es que el teísmo indio, al mismo tiempo que no es un pluralismo de tipo mediterráneo y «pagano», tampoco coincide exactamente con el monoteísmo abrahamánico, sino que más bien representa una teosofía un tanto «en movimiento» —en ausencia de una Escritura sagrada— y entroncada con las concepciones védicas y extremo-orientales; es importante precisar igualmente la insistencia, en esta perspectiva, sobre los aspectos «vida» y «potencia», que es muy característico de una mentalidad guerrera más o menos nómada. Algunas tribus —los algonquinos y los iroqueses sobre todo— distinguen entre el demiurgo y el Espíritu supremo: este demiurgo tiene con frecuencia un papel algo burlesco, incluso luciferino. Semejante concepción del poder creador y del dispensador primordial de las artes no es particular de los pieles-rojas, como lo prueban las mitologías del Viejo Mundo, donde las acciones de los titanes estaban al lado de las de los dioses; en lenguaje bíblico diremos que no hay Paraíso terrestre sin serpiente y sin esta última no hay caída ni drama humano, ni ninguna reconciliación con el Cielo. Como a pesar de todo la creación es algo que se aleja de Dios, es preciso que haya en ella una tendencia deífica, de tal modo que se puede considerar la creación en dos aspectos, uno divino y otro demiúrgico o luciferino; pero los pieles-rojas mezclan los dos aspectos y no son los únicos en hacerlo; recordemos solamente, en la mitología japonesa, al dios Susano-o, genio turbulento del mar y la tempestad. En suma, el demiurgo —el Nanabozho, Mishabozho o Napi de los Algonquinos, el Tharonhiawagon de los Iroqueses—, este demiurgo no es otro que Mâyâ, principio proteico que a la vez engloba a la Potencia creadora y al mundo, y que es la natura naturans tanto como la natura naturata; Mâyâ está más allá del bien y del mal, expresa la plenitud y la privación, lo divino y lo demasiado humano, incluso lo titanesco y lo demoníaco, y de ahí una ambigüedad que a un moralismo sentimental le cuesta trabajo comprender.

Se identifica como chamanes a personas del mundo que son originarias de lugares que están situados en puntos muy alejados entre sí del planeta. Sin embargo, se engloban a estas personas dentro de un mismo concepto debido a que todos ellos tienen rasgos comunes. Esto es, podemos encontrar a través de cada uno de los cinco continentes a personas que siguen un mismo camino y que tienen unas prácticas comunes y que, por tanto, podemos identificar como practicantes de chamanismo.  En origen, semánticamente la palabra chamán proviene del vocablo tungús shamán, que viene a significar sabio o el que tiene sabiduría.  Geográficamente, tal como hemos dicho, son originarios de la zona de Siberia de donde procede el fenómeno. Y es a partir de ahí y con el paso del tiempo desde donde se extiende posteriormente. Es desde el centro de Asia desde donde se despliega y lo hace por dos caminos: por una parte, vía estrecho de Bering, hacia América y por otra parte, hacia el oeste, siguiendo el camino migratorio indoeuropeo y se dirige como dicha migración primero hacia el este y norte de Europa, dando origen entre otros a los Godar teutones para, posteriormente, extenderse por el resto de Europa. De hecho, podemos encontrar prácticas chamánicas tanto en los germanos del norte de Europa, en Noruega como en el sur, en los sacerdotes de la Grecia clásica y los misterios eleusinos.  Muchas veces se habla de chamanismo refiriéndose a los elementos primitivos de las religiones. Sin embargo, los chamanes son algo más. Se puede identificar a los chamanes como mediums, debido a su contacto con los espíritus, como adivinos o augures, como magos o hechiceros, como sanadores o curanderos. En ocasiones son místicos y poetas. Los chamanes son todo esto, sí, pero no sólo esto. Los chamanes podrían ser identificados con hombres medicina. Hay algo que los separa de todas estas prácticas, que los diferencia.

¿Qué es lo que identifica a un chamán? Para entender lo que los diferencia de otros magos, de otros místicos o curanderos, lo que conforma la definición del chamanismo y de estos estados modificados de conciencia es necesario entender la visión chamánica del mundo. La cosmología de los chamanes está formada por varios mundos, y este es un rasgo común a todos los chamanismos, independientemente de la cultura madre del chamán. La concepción andina, por ejemplo, nos habla de una realidad que se divide en tres mundos: Kay Pacha o mundo del aquí y ahora, Uku Pacha o nivel del ego y Hanan Pacha o mundo espiritual.  Para los Kahuna hawaianos la realidad está formada por cuatro mundos: se trata del ike papakahi, el ike papalua, el ike papakolu y el ike papaha, que representan respectivamente el mundo ordinario, el mundo psíquico, el mundo de los sueños y el mundo existencial.  El chamanismo es la técnica del éxtasis y el chamán es el maestro del éxtasis.  Un chamán es aquél que tiene la capacidad de entrar en un estado de conciencia alterados a voluntad.  Se puede definir el éxtasis como un estado psicológico que se caracteriza por un sentimiento absorbente de admiración, de alegría de arrobamiento y a veces de enajenación.  Desde una perspectiva teológica hace referencia a un estado de unión con Dios o lo divino por medio de la contemplación y el amor vivido íntimamente.  Y exteriormente por la suspensión mayor o menor de la actividad sensorial en relación con el mundo externo.  Y esto es lo que define el trabajo del chamán. Si intenta curar, un verdadero chamán no sólo intentará sanar al enfermo en el mundo real, sino que trabajará los todos los mundos a la vez.  Como resumen, se puede hablar siempre de varios mundos que coexisten a la vez y sobre los que el chamán va a trabajar. Para el chamán existe el mundo objetivo, que es la realidad tal y como la conocemos, el nivel bajo de la realidad. Pero para él también existe el mundo subjetivo, donde habitan los espíritus de la naturaleza y donde el chamán puede conversar con ellos, donde todo está interrelacionado, todo es sincrónico.

Hay además un mundo simbólico, un mundo de sueños y arquetipos, de Dioses y de Animales de Poder. En este mundo el chamán trabaja con sueños, moldea la realidad. Por último, ven la existencia de un mundo holístico, un mundo de luz, de energía, de unión con lo sagrado.  El chamán es aquél que viaja por estos mundos ha través del estado alterado de conciencia: el chamán ha muerto y renacido.  Esta muerte y resurrección marca el principio del camino chamánico, la iniciación del chamán. El chamán desciende a los Infiernos o asciende a los cielos, contacta con sus guías y llega al entendimiento. Contacta con los otros mundos para, desde ellos, modificar la realidad. Después renace, regresa a la realidad que abandonó.  Es fundamental saber que para el chamán el mundo es lo que crees que es, es decir, cada persona genera su propia realidad. Esto es, cada cuál hace que las cosas sean posibles o imposibles, reales o irreales.  Y para ello realiza su trabajo chamánico. Este trabajo consiste en alcanzar un estado alterado de conciencia, de realizar el viaje a esas otras realidades y afectar al mundo objetivo desde el mundo subjetivo y desde el mundo simbólico. Para ello el chamán entra en trance, alcanza precisamente el éxtasis que lo define. Alcanza el éxtasis con muchos métodos, desde el uso de sonidos repetitivos hasta el uso de sustancias psicotrópicas o sustancias enteógenas.  Pero no hay que olvidar que en base a esta concepción del universo, a este paradigma, existe una doble lectura para el concepto de trabajo chamánico.  Un significado de este trabajo es un trabajo de poder, donde el chamán entra en trance a través de experiencias extáticas para viajar a través de los mundos con el fin de modificar la realidad. Allí el chamán habla con los espíritus, aprende de ellos, trata con los elementales, contacta con los animales de poder, y con sus guías. Desde allí sana los cuerpos y las almas, cura las enfermedades.

Pero también es un trabajo chamánico el trabajo de amor, de autodescubrimiento, más allá de esas acciones mágicas o sanadoras. El chamán sigue un camino de crecimiento interior, con el fin de alcanzar ese mundo holístico, la ascensión. Para los Toltecas, este camino es el Camino del Guerrero. Este camino de trabajo interior consiste en cuatro pasos: conocimiento, transformación, amor y poder. El trabajo chamánico nos acerca al Todo.  El chamán cree que esta vida es Maya, un sueño y que la realidad es el Otro Mundo, el mundo de Luz y espiritual. El Chamanismo Esencial dice que somos espíritus, que nuestros espíritus han tomado forma en nuestros cuerpos y que hemos bajado desde nuestro hogar en los cielos a este mundo para aprender en diferentes vidas y existencias.  Para los druidas, la vida es un sueño y lo real es el Otro Lado, el otro mundo. Descendemos desde el Castillo de Arianhrod para acercarnos cada vez más al Todo, a la Fuente, aprendiendo reencarnación tras reencarnación.  El druida, al igual que el chamán, está unido a la Naturaleza. Ambos están unidos a su entorno. Lo investigan y estudian con el fin de adquirir conocimiento: buscan las propiedades mágicas y curativas de todo aquello de lo que les rodean.  Tanto uno como otro hablan con los espíritus de las plantas y los árboles. El chaman conversará con el espíritu de las plantas de poder, que le guiarán en el trance chamánico. El druida contactará con el espíritu de los árboles de sabiduría para que le guíen.  En   The   Roots   of   Civilisation,   Marshack   comenta:   «Aunque   en   el paleolítico   superior   las   explicaciones   se   hacían   mediante   historias   y   por medio   de   imágenes   y   símbolos,   intervenía   en   ello   un   alto   grado   de inteligencia,   cognición,   racionalidad,   conocimiento   y   habilidad   técnica».  Dicho   de   otro   modo,   el   hombre   de   la   edad   de   piedra   poseía   todas   las capacidades necesarias para crear civilización.Y   sin   embargo,   aunque   se   encontraba   al   borde   de   la   civilización   hace  35.000   años   y   vivía   en   una   comunidad   lo   bastante   avanzada   como   para necesitar   un   conocimiento   de   la   astronomía,   se   nos   pide   que   creamos   que, de hecho, tardó otros 25.000 años antes de que empezara a dar los primeros pasos vacilantes hacia la construcción de las primeras ciudades. Resulta, en general, poco verosímil.

En   su   desconcertante   y   oscuro libro  La   diosa   blanca,   Robert Graves   propone   un   punto   de   vista   que   está   totalmente   de   acuerdo   con   las conclusiones   de   Marshack.   Arguye   que   el   culto   a   la   diosa   luna   (la   «diosa blanca»)   fue   la   religión   universal   original   del   género   humano   y   que   en   una etapa bastante posterior fue suplantada por el culto al dios sol Apolo, al que Graves   considera   símbolo   de   la   ciencia   y   la   racionalidad:   esto   es,   del conocimiento   del   cerebro   izquierdo   en   contraposición   a   la   intuición   del cerebro derecho que él asocia con la diosa. Graves   cuenta   que   estaba   leyendo   la   traducción   que   lady   Charlotte Guest   hizo   de   la   epopeya   galesa   The   Mabinogion   cuando   encontró   un poema  incomprensible titulado  «The song  of  Taliesin». De pronto  supo  que los versos eran una serie de acertijos medievales cuyas   respuestas   él   conocía.   También   supo   («por   inspiración»)   que   los acertijos estaban relacionados con una tradición galesa sobre una Batalla de los   Árboles,   que   en   realidad   trataba   de   una   lucha   entre   dos   sacerdocios druídicos por el control del saber. El alfabeto druídico era un secreto que se guardaba celosamente, pero sus   dieciocho   letras   eran   nombres   de   árboles   cuyas   consonantes representaban los meses de los cuales eran característicos los árboles, a la vez   que   las   vocales   representaban   las   posiciones   del   sol,   con   sus equinoccios y solsticios. El «calendario de los árboles» se usó en toda Euro-   2. Alexander, Marshack,  The Roots of Civilisation,  1972, p. 280. pa y Oriente Medio en la edad del bronce, y se asociaba con la Diosa de la Triple Luna. Dice   Graves   que   este   culto   fue   reprimido   poco  a   poco   por  el   «afanoso culto   racional   al   dios   solar   Apolo,   que   rechazó   el   alfabeto   arbóreo   órfico   a favor   del   alfabeto   fenicio   comercial   -el   conocido   ABC-   y   dio   comienzo   a   la literatura y la ciencia europeas». La idea de Graves corrobora la de Anne Macaulay en el sentido de que el alfabeto moderno estaba asociado con Apolo. También corrobora muchas de   las   sugerencias   que   hicimos   en   el   capítulo   anterior   acerca   de   la mentalidad «mágica» del hombre de Cro-Magnon, que poco a poco ha cedido ante la mente «bicameral» de hoy. Según   Graves,   no   necesitó   «preparar»   La   diosa   blanca   en   el   sentido normal de la palabra, sino que «le fue impuesto». Y lo que «le fue impuesto» fue todo un sistema de conocimiento que está basado en una mentalidad que es   totalmente   distinta   de   la   nuestra…   en   premisas   «lunares»   en   lugar   de «solares».

Resulta evidente que esto es también lo que trata de describir en líneas generales  Schwaller  en   libros  como   Sacred  Science,   y   contribuye   a  explicar su   oscuridad:   trata   de   describir   una   visión   remota   y   olvidada   de   la   realidad empleando un lenguaje que no es en absoluto apropiado para ello. La   mención   de   calendarios   antiguos   nos   recuerda   inevitablemente   el famoso calendario maya que, como señala Graham Hancock, es mucho más exacto que el moderno calendario gregoriano. Hancock cita a un arqueólogo que   pregunta   por   qué   los   mayas   crearon   un   calendario   tan   increíblemente exacto,   pero   no   comprendieron   el   principio   de   la   rueda.   Sabemos,   por supuesto,   que   los   mayas   heredaron   su   calendario   de   los   olmecas   de   mil años antes, pero eso sólo significa que ahora hay que preguntar por qué los olmecas no comprendieron el principio de la rueda. Hancock   sugiere   que   la   respuesta   puede   ser   que   los   mayas   -y   los olmecas- no inventaron el calendario, sino que lo heredaron: exactamente la sugerencia que hizo Schwaller de Lubicz para explicar el carácter avanzado de la ciencia egipcia. Todos los indicios que hemos considerado hasta ahora señalan que Hancock y Schwaller tienen razón. Lo   cual   sigue   sin   responder   a   esta   pregunta:   ¿Por   qué   querría   alguien un calendario tan exacto? El Druidismo tiene una clara herencia chamánica. Si se analiza el druidismo, se pueden ver muchos elementos propios de los chamanes, hasta el punto de que se puede decir que los druidas eran chamanes celtas aunque el trabajo chamánico no es lo único que define a un druida, puesto que además de chamanes, son jueces, poetas, historiadores, médicos, maestros, consejeros, artistas, astrólogos, magos.  El druida, al igual que el chamán, se comunica con los espíritus de los animales. El chamán se hace uno con el espíritu del animal y asimila el espíritu de sus tótem. De hecho, los druidas llegan a transformarse en esos animales, en hacerse uno con esos ellos.  Al igual que los chamanes, un druida es un medium que habla con sus antepasados, recibe información de ellas.  Los chamanes son identificados desde la niñez como tales, generalmente a través de alguna señal como un rayo, a través de sueños o a través de enfermedades de los nervios o como la epilepsia. Estos puede señalar a un futuro chamán, aunque también es posible formarse como tal por propio convencimiento, si bien son considerados menos poderosos.

En cualquier caso, no es reconocido como tal hasta que no ha recibido una doble instrucción: una instrucción de orden extático como los trances y otra tradicional donde aprende las técnicas chamánicas, mitología entre otros conocimientos a través de la formación otorgada por los antiguos chamanes Los druidas igualmente eran buscados en muchas ocasiones desde pequeños y si algún niño presentaba posibilidades de poder ser especial era llevado al bosque para someterle a una serie de pruebas. Si se decidía que el niño era apto, se le llevaba a formarse con los druidas. Esta formación en el conocimiento druídico era larga y ardua y pasaba veinte años hasta que el estudiante era iniciado y se convertía en un druida.  El druida cree también en varios mundos, como el chamán. Tanto los chamanes como los druidas, realizan viajes a través de los mundos mediante estados alterados de conciencia. El druida, cree en Annwn, lo más alejado de Dios, en Abred o el mundo donde están las cosas corporales y las cosas muertas, Gwynvyd, el mundo de los dioses.,de los cielos, el Otro Lado. hasta alcanzar Ceugant, la unión con el todo absoluto. Como el chamán, el druida modifica su conciencia para conseguir información o realizar trabajos mágicos. Unos y otros lo realizan mediante la ingestión de sustancias tóxicas como la amanita muscaria o a través de cantos, tambores, respiraciones u otros medios.  Pero lo más importante es el trabajo interior. Ambos persiguen a través de estas ingestiones de enteógenos para potenciar el trabajo de autodescubrimiento, un continuo aprendizaje, buscando experiencias que sean únicas. El verdadero sentido del druidismo: la Ascensión, la Iluminación, la Awen, el Espíritu que Fluye.  Los druidas, como todas la religiones paganas, buscan el conocimiento interno, es el precepto de “Conócete a ti mismo” y siguen un camino hermano al camino del guerrero e intentan llega a la Awen.  Para los druidas el camino a la Awen está descrita por un triple camino: la naturaleza, el conocimiento y la verdad. Es a través del conocimiento interno, a través de la verdadera naturaleza del ser, de una concepción real y verdadera de la realidad como llegamos a la Iluminación, a la Awen. Estas tres cosas que son vitales, nos acercan al amor y por tanto a la propia Creación. La verdad para los druidas era realmente importante. De la verdad nacen muchas otras cosas como la honestidad, o la sinceridad. La verdad aplicada a uno mismo y la verdad hacia el mundo. Otra es el conocimiento puesto que para acercarse al amor, a la creación es necesario conocerse a sí mismo, conocer a los que te rodean, conocer tu entorno.

Los Druidas estudian la Creación, la intentan conocer. La contaminación del conocimiento, negar la posibilidad de conocimiento a alguien, es algo atroz para un druida. Y la naturaleza es el resultado de nuestra voluntad, de la unión de nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestra alma. El actos se realiza como representación terrenal de nuestros pensamientos, que son generados a su vez por nuestra propia esencia, por nuestra propia naturaleza y que interactúa con la verdadera naturaleza de la Creación.  El chamán se inicia a través de un viaje de muerte y resurrección, viaje que también realizan los druidas, puesto que esta muerte y resurrección se puede observar en las iniciaciones druídicas, donde el jovén que se iba a iniciar moría y volvía a nacer. Se dice que el joven futuro druida era purificado con fuego, sustancias psicotrópicas y cantos y al llegar a otro estado de conciencia era conducido junto a un árbol, donde era colgado dentro de un saco hasta el amanecer, donde renacía.  Pero fuera aparte de posibles ceremonias practicadas para iniciarse, el mayor ejemplo de trabajo chamánico y resumen de varias de las características chamánicas, donde se puede ver mejor este trabajo de muerte y renacimiento es en la figura mítica de Taliesín. La leyenda celta nos cuenta que la Awen llega como fruto del caldero de Ceridwen. En la historia, se dice que Ceridwen y su marido tuvieron tres hijos: Morfran (‘cormorán’); Creirwy (‘huevo de cristal’), la más bella doncella del mundo; y Afagddu (‘total oscuridad’), el menos favorecido de los hombres.  Para compensarle su tremenda fealdad, Ceridwen decide hacerle sabio preparándole un brebaje mágico en su caldero de Inspiración (es decir, la Awen). El brebaje se preparó a lo largo de todo un año y un día, y Ceridwen pone a dos personas a cuidarlo mientras ella sale a recoger hierbas: un ciego llamado Morda (“buen mar” o “gran bien”), y un niño llamado Gwion Bach (“pequeño inocente”).  El última día de preparación, tres gotas del líquido del caldero salpicaron a Gwion, quemándole el dedo. Lo mete en la boca y al instante gana los tres dones de la Awen: la inspiración poética, la profecía, y el poder cambiar de forma a voluntad.  El resto del brebaje se vuelve mortalmente venenoso, y el caldero explota, rompiéndose en dos mitades. Con su don de la profecía, Gwion sabe que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usa su don de cambiar de forma para huir en forma de liebre. Ceridwen le persigue en forma de galga, así que él se convierte en pez. Ella se convierte, a su vez, en nutria. El se hace pájaro, ella, halcón. El se convierte en un grano más de trigo entre los del suelo del molino, ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, le engulle.  

Después de nueve meses, Gwion vuelve a nacer del vientre de Ceridwen, quien no puede contemplar su asesinato “debido a su gran belleza”, así que le ata dentro de una bolsa de cuero y le lanza al mar en la víspera de Mayo. El primer día de Mayo por la mañana, la bolsa es descubierta en un apostal de pesca, y abierta. La primera persona en contemplar al hermoso bebé dentro de la bolsa dice “Mirad, una frente radiante!”. Y es así que el niño recibe el nombre de Taliesín, que en galés significa “frente radiante”. En este caso, Cerridwen presenta la figura de la iniciadora.  Las transformaciones animales de Taliesín nos hablan de los tres elementos de los celtas: tierra, agua y aire: Taliesín se convierte en pez, en pájaro y en mamífero terrestre. Así pues, El nuevo Taliesín, recorre toda la creación, toda la existencia para huir de Cerridwen. El caldero es considerado un elemento de muerte y resurrección por los celtas. De hecho, el caldero Gundestrup celta muestra una imagen del caldero del Dagda, “El siempre húmedo”, en el que eran sumergidos los muertos y salían revividos. El mismo caldero que le significa a Gwion renacer como Taliesín. La miel es un símbolo utilizado por muchas culturas como símbolo de las sustancias psicotrópicas. Odín alcanza la sabiduría al beber el licor llamado Kvasir, de un caldero llamado Odhroerir, ‘Inspiración´: la hidromiel de Mímir, cuya cabeza custodiaba las raices de Yggdrasyl, el árbol cósmico, la fuente del conocimiento.  En el Rig Veda hindú, se asimila la figura del Soma como miel. La Ambrosía de los dioses griegos era hecha en parte con miel. Tanto el Soma como la Ambrosía otorgan la inmortalidad y convierten a los hombres en Dioses. De hecho, existe una relación directa de la miel con otras sustancias enteógenas y de la abejas, con las sacerdotisas por ejemplo de los misterios de Eleusis..  En la historia se puede ver una triple iniciación: la bebida del caldero abre la mente del bardo al don de la Awen, la estancia en el vientre de la diosa da al vate sabiduría para entenderlo, la prueba de ser abandonado al mar dentro de la bolsa de cuero capacita al druida para poder conquistar el último miedo: El de la muerte. Gwion bebe tres gotas: una gota para el cuerpo, una para la mente y otra para el alma. Y de hecho, sufre una triple muerte y un triple renacer, que para los celtas no podía ser de otra manera que no fuera triple, puesto que de esta triple manera cubre todos los aspectos de la creación y del renacimiento.  Al alcanzar la Awen, Gwion, ya convertido en Taliesín, rememora su verdadera existencia y habla de su estancia en el Castillo de Arianhrod y de las diferentes vidas que ha ido teniendo. Gwion se convierte en el chamán que accede al caldero de la resurrección y bebe de él, bebe de la sabiduría, para renacer de la iluminación fluida de la Awen, para renacer. Una resurrección como Druida, como Bardo, como Vate. Como chamán.

Una posibiliad intrigante la ha sugerido un investigador moderno que se llama   Maurice   Cotterell,   en   un   libro   titulado   The  Mayan   Prophecies   (escrito conjuntamente   con   Adrian   Gilbert,   colaborador   de   Robert   Bauval   en   El  misterio de Orión ). Cotterell es un ingeniero y científico informático que se sintió interesado por   los   aspectos   científicos   de   la   astrología.   Cuando   estaba   en   la   marina mercante   se   fijó   en   que   el   comportamiento   de   sus   compañeros   de   a   bordo parecía   ajustarse   a   sus   signos   astrológicos:   que   los   signos   «de   fuego»   son más agresivos que los de «agua», etcétera. Ahora   bien,   de   hecho,   un   estadístico   llamado   Michel   Gauquelin   ya había   planteado   esta   cuestión   y   publicado   un   estudio   que   indicaba   que   hay pruebas   estadísticas   auténticas   de   ciertas   proposiciones   de   la   astrología, tales   como   que   nacen   más   científicos   y   médicos   bajo   el   signo   de   Marte,   y que   nacen   más   políticos   y   actores   bajo   Júpiter.   Un   psicólogo   escéptico,   el doctor   Hans   Eysenck,   fue   lo   bastante   imparcial   como   para   examinar   estos resultados,   tras   lo   cual   consternó   a   sus   colegas   reconociendo   públicamente que   parecían   ser   razonables.   Eysenck   trabajó   luego   con   un   astrólogo llamado   Jeff   Mayo   y   estudiaron   conjuntamente   dos   grandes   muestras   de sujetos   elegidos   al   azar   para   ver   si   las   personas   nacidas   bajo   signos   «de fuego»   (Aries,   Leo,   Sagitario)   y   signos   «de   aire»   (Géminis,   Libra,   Acuario) son más extravertidas que las nacidas bajo signos «de tierra» (Tauro, Virgo, Capricornio)   y   «agua»   (Cáncer,   Escorpio,   Piscis).   Y   aunque   las probabilidades en contra eran de 10.000 a 1, las estadísticas, que afectaron a unas 4.000 personas, demostraron que efectivamente era así. Cotterell quiso saber cómo era esto posible. ¿Hay algún factor cósmico que   cambie   de   un   mes   a   otro   y   explique   este   resultado   intrigante?   A   los signos   del   zodíaco   (Aries,   Tauro,   etcétera)   se   les   llama   signos   «del   sol» porque   el   sol   nace   sobre   un   fondo   de   constelaciones   diferentes   cada   mes. Pero es obvio que las constelaciones no pueden influir en los individuos, toda vez que están a años luz de distancia: decir que nuestro destino está escrito en las estrellas no es más que una forma de hablar, ya que son meramente las cifras en un reloj que nos permiten saber la hora. En cambio, el sol hace algo que ejerce gran influencia en la Tierra; este horno   grande   y   rugiente   despide   un   chorro   continuo   de   energía   debido   al cual   las   colas   de   los   cometas   salen   a   borbotones   detrás   de   ellos   como banderas ondeando al viento. También tiene variaciones llamadas «manchas solares»,   que   son   enormes   erupciones   magnéticas   que   pueden   causar interferencias radiofónicas en la Tierra. Emiten un «viento solar» de partículas magnéticas que causan la aurora boreal. Cotterell   decidió   partir   del   razonable   supuesto   de   que   el   campo magnético   del   sol,   en   particular   la   actividad   de   las   manchas   solares,   puede ser lo que afecta a los embriones humanos.

Debido a que está hecho de plasma -gas supercalentado-, el sol no gira de manera uniforme, como gira la Tierra; su ecuador gira casi un tercio más rápidamente   que   sus   polos:   26   días   por   «vuelta»,   mientras   que   los   polos tardan   37.   A  causa  de  ello,   sus   líneas   de  magnetismo   se  tuercen  y   a  veces sobresalen del sol igual que los muelles sobresalen de un colchón roto; esto son las «manchas solares». Cotterell se sintió muy interesado al saber que no sólo cambia el sol el tipo de radiación que emite cada mes, sino que, además, hay cuatro tipos de radiación solar que se siguen unos a otros de acuerdo con un orden. Así que  la   actividades   del   sol   no   sólo   parecen   corresponderse   con   los   cambios astrológicos   mensuales   llamados   «signos   solares»,   sino   también   con   los cuatro tipos de signo: fuego, tierra, aire, agua. Debido a que la Tierra también gira alrededor del sol, una rotación solar de   26   días   tarda   28   días   vista   desde   la   Tierra.   La   Tierra   recibe   una   lluvia alterna de partículas negativas y positivas cada siete días. Los biólogos saben que el débil campo magnético de la Tierra influye en las células vivas y puede afectar la síntesis del ADN en las células. Así que Cotterell   pensó   que   era   muy   probable   que   los   cambios   en   el   campo magnético   del   sol   afecten   a   los   bebés   en   el   momento   de   la   concepción.   Si  así ocurría, había descubierto la base científica de la astrología. Los   astrólogos   a   quienes   explicó   su   teoría   no   acabaron   de   quedar convencidos. Según la astrología, lo que nos afecta es el momento en que se produce el nacimiento y no el de la concepción. Sin embargo, esto no parece tener   sentido:   después   de   todo,   el   bebé   ya   ha   vivido   nueve   meses   cuando llega el momento de nacer. De hecho, otro científico ya estaba trabajando en una teoría parecida; en  The Paranormal.. Beyond Sensory Science  (1992), el físico  Percy   Seymour  sugiere   que   el   feto  recién  formado  se  ve   afectado  por la   «red  magnética»  del  sistema  solar,   que   se  extiende  como  pata  de  gallina entre  el sol, la  luna  y los planetas.  Cotterell sencillamente  hacía caso  omiso de la luna y los planetas por considerarlos sin importancia.

Al obtener un puesto de trabajo en el Cranfield Institute of Technology, Cotterell   se   apresuró   a   introducir   sus   datos   en   el   potente   ordenador   del instituto. Quería determinar la interacción de los dos campos magnéticos del sol   (debida   a   sus   diferentes   velocidades   de   rotación   en   los   polos   y   el ecuador) y el movimiento de la Tierra alrededor del sol. Lo que salió del ordenador fue un gráfico que mostraba un ciclo rítmico definido   cada   once   años   y   medio.   Los   astrónomos   han   calculado   el   «ciclo» de manchas solares en 11,1 años. Así pues, parecía que Cotterell se estaba acercando. Los   dos   campos   magnéticos   interactivos   del   sol   vuelven   al   punto   de partida, por así decirlo, cada 87,45 días, a lo que Cotterell dio el nombre de bit.   Al   examinar   su   gráfico,   vio   que   el   ciclo   de   manchas   solares   se   repite   y vuelve   al   punto   de   partida   cada   187   años.   Pero   hay   otra   complicación:   la llamada «capa  neutra»  del  sol,  que  es  la  zona  alrededor del  ecuador donde el   norte   y   el   sur   se   compensan   perfectamente.   Esta   capa   se   comba   por efecto del campo magnético del sol, de modo que se mueve un bit cada 187 años,   lo   que   da   un   ciclo   total   -antes   de   que   vuelva   al   punto   de   partida-   de 18.139 años. Y cada 18.139 años el campo magnético del sol se invierte. Cotterell  comprobó  que  este  período  se  dividía  en 97 períodos de 187 años, consistentes en cinco ciclos principales, tres de 19 veces 187 y dos de 20 veces 187.  Al observar que 20 veces 187 años equivalen a 1.366.040 días Cotterell sintió   gran   interés.   Había   despertado   su   curiosidad   uno   de   los   documentos astronómicos mayas conocidos por el nombre de   Códice de Dresde,   que los mayas   utilizaban   para   calcular   los   eclipses,   así   como   los   ciclos   del   planeta Venus,   a   los   que   concedían   muchísima   importancia.   Los   mayas   declaraban que Venus «nació» en el año 3114 a. de C., el 12 de agosto. Immanuel   Velikovsky  creía que Venus había «nacido» de Júpiter y se acercó a la Tierra  cuando se dirigía a ocupar su posición actual.

Los mayas calculaban usando un   período   complicado   que   llamaban   tzolkin   -260   días-   y,   según   ellos,   un ciclo completo del planeta Venus equivalía a 1.366.560 días. Cotterell se fijó en   que   esta   cifra   era   igual   a   la   suya   de   1.366.040   más   dos   tzolkin.   Se preguntó   si   era   posible   que   los   mayas   hubieran   sacado   por   casualidad   la misma   conclusión   sobre   los   ciclos   de   manchas   solares   y   que   su   com-plejísimo calendario se basara en él. Algo   más   le   hacía   pensar   que   quizá   estaba   bien   encaminado.   Había observado un hecho bastante curioso: que el bombardeo magnético del sol se intensifica durante los períodos de baja actividad en los ciclos de manchas solares.   Esto   parecía   contradictorio:   lo   lógico   era   esperar   que   disminuyera. Sacó  la   conclusión  de   que  el   fenómeno   tenía   que  ver   con   los   cinturones   de radiación que hay alrededor de la Tierra y que se denominan «cinturones de Van  Allen»   porque   fueron   descubiertos   por  el   científico   espacial   James   Van Allen en 1958. Estos cinturones se deben al campo magnético de la Tierra y atrapan   la   radiación   solar,   que,   de   no   ser   por   ello,   destruiría   la   vida   en   la Tierra. Cotterell pensó que los cinturones de Van Allen quedan supersaturados de   partículas   magnéticas   durante   los   períodos   de   gran   actividad   de   las manchas   solares   y   de   esta   manera   reducen   la   cantidad   de   radiación   que llega   a   la   superficie   de   la   Tierra.   En   los   períodos   de   poca   actividad   de   las manchas   solares,   permiten   el   paso   de   las   partículas.   Y   Cotterell   creía   que causan esterilidad y otros problemas. Cotterell se inclinaba a datar la decadencia de los mayas a partir de 627 d.   de   C.,   año   en   que   la   Tierra   estaba   recibiendo   un   bombardeo   máximo   de magnetismo del sol. Ahora se dio cuenta de que 627 d. de C. era también el  final   del   ciclo   maya   (de   1.366.560   días)   a   partir   del   «nacimiento   de   Venus» en 3114 a. de C.  Era también el  momento  en  que  el  ciclo magnético del  sol se invertía. El nacimiento de Venus fue la fecha de la anterior inversión. Sin duda no podía ser una coincidencia.

Bastante   más   preocupante   es   el   hecho   de   que   el   próximo   ciclo   maya terminará el 21 de diciembre de 2012 (solsticio de invierno), fecha en que el campo magnético del sol   volverá   a   invertirse.   Cotterell   señala   que   actualmente   se   registra   un descenso   de   la   fertilidad   en   los   países   desarrollados   y   que   la   causa   puede ser este cambio en el ciclo de manchas solares. Graham   Hancock,   según   hemos   visto,   cita   el   año   2030   como   el momento en que, de acuerdo con las previsiones, se producirá una inversión de los polos magnéticos de la Tierra que causará numerosas catástrofes. Si Cotterell   está   en   lo   cierto,   tal   vez   la   Tierra   experimente   problemas   18   años antes. Pero es posible que, después de todo, tanto Hancock como Cotterell se equivoquen. La Tierra superó su anterior cambio en el campo magnético del sol   -en   627   d.C.-   sin   ninguna   catástrofe   visible.   En   el   citado   año,   el emperador   bizantino   Heraclio   invadió   Asiria   y   Mesopotamia   y   derrotó   a   los persas  cerca de  Nineveh, el  profeta  Mahoma  hostigó  a  los habitantes de  La Meca desde Medina y los japoneses mandaron enviados a China. Al parecer, ninguno de los citados se fijó en la inversión del campo magnético del sol. En   cuanto   al   campo   magnético   de   la   Tierra,   los   científicos   actuales   no tienen  ninguna   idea   sobre  cuál  es  su   causa,   y  mucho  menos  de  por  qué   su polaridad   se   invierte   de   vez   en   cuando;   así   que   está   claro   que   no   puede haber   ninguna   razón   científica   por   la   que   deba   suceder   en   2030   en   vez   de dentro de mil años. Con   todo,   las   ideas   de   Cotterell   han   sido   una   aportación   importante   al estudio   de   las   civilizaciones   antiguas.   Parece   haber   demostrado   de   forma muy   convincente   que   el   calendario   maya   tiene   un   sólido   fundamento científico  y   -una  vez  más-  que   el   hombre  antiguo  parecía  saber  mucho  más sobre los cielos de lo que creen los astrónomos modernos. Asimismo,   si   los   mayas   basaron   su   calendario   en   el   ciclo   de   manchas solares, entonces debemos suponer que este conocimiento se basaba en la intuición más que en el interés puramente científico. Schwaller de Lubicz dice que todo ser vivo está en contacto con las energías del universo, y que cada hora del día tiene sus diferentes  neters  o vibraciones.

Si Alexander Marshack está   en   lo   cierto,   el   hombre   de   Cro-Magnon   estudió   los   cielos   porque   era consciente de  estas energías  o  vibraciones,  y  sin  duda cabe  decir  lo  mismo de los incas y los mayas. El chaman maya utilizaba un sistema de sanación denominado Hunabku, el cual permitía que no solo ellos, sino también el resto de la comunidad, tuviera la oportunidad de reconectarse con la energía del Sol Central, Dios de la Galaxia y de esa manera podían elevar la frecuencia vibratoria, algo que solía favorecer a los mayas para obtener una visión y una comprensión mucho más amplia acerca de la realidad, y de cada situación. El contacto que el chaman maya establecía con esta energía, favorecía a 3 factores fundamentales que generalmente en nosotros se encuentran dormidos; uno de estos factores es la telepatía, la cual, nos ayuda a conectarnos con la mayoría de las energías sutiles que rodean a la gente permanentemente.  De esta maneras, teniendo un pleno desarrollo de la telepatía, el chaman maya era capaz de decodificar los mensajes que le eran enviados constantemente por parte de los dioses. Además, gracias a ello, el chaman maya tenía la conexión que se requería para comprender que todos los individuos del planeta forman un todo, y debido a esto, existe la posibilidad de que todos se conecten entre sí. La sincronicidad es otro de los factores que solía dominar el chaman maya, y cuando hablamos de esto nos referimos a la sincronicidad que les permitía actuar en el momento justo y siempre de la amor manera que pueda ayudar al desarrollo de su pueblo. Sin duda el factor más importante era el amor, debido a que de la única manera en la cual se puede sentir amor por el prójimo, es empezando a amarnos a nosotros mismos, y esto era algo que el chaman maya tenía muy en cuenta. De esta manera, lograba alcanzar la felicidad a través de la compasión, la comprensión y la gracia. Por otro lado, el chaman maya utilizaba la sanacion Hunabku debido a que las vibraciones energéticas de la misma lo convertía en canal de energía la cual hace efecto en donde más se la necesita, y por esta razón la curación que realizaba el chaman maya es históricamente una de las más efectivas. No podemos ignorar el hecho de que las tan famosas profecías mayas, eran dictadas justamente por el chaman maya, y según se dice, las mismas eran dictadas en la mente del chaman maya quien luego las escribía e interpretaba para su pueblo.

La mayoría de las profecías se cumplieron tan y como lo dijeron, y es por esta razón que la civilización maya a recibido tanto respeto a lo largo de la historia. Pero vale la pena tener en cuenta el comentario   de   uno   de   los libros   más   desconcertantes   y   desesperantes   que   jamás   se   hayan   escrito sobre   el   problema   de   la   astronomía   y   el   hombre   antiguo:   Hamlet’s   Mill  (1960), de Giorgio de Santillana y Hertha von Dachend. En comparación con Hamlet’s Mill, La diosa blanca  de Graves parece un modelo de claridad. Santillana era un profesor de historia de la ciencia muy respetado, pero las editoriales especializdas en libros para universitarios rechazaron  Hamlet’s  Mill   y  finalmente   publicó   la   obra en  una   editorial   comercial   poco   conocida.   Así que los colegas de Santillana en la universidad tuvieron dos razones para no hacer caso del libro: no sólo era increíblemente oscuro, sino que, además, el hecho   de   que   lo   publicara   una   editorial   no   especializada   equivalía   a reconocer   que   el   libro   estaba   por   debajo   de   los   niveles   de   erudición aceptables.   A   decir   verdad,   parece   que   la   opinión   general   de   los   círculos universitarios   era   que   el   libro   demostraba   que   Santillana   había   pasado   a engrosar el gremio de los chiflados. Sin embargo, a pesar de su oscuridad, el libro se ha abierto paso lenta- mente,   toda   vez   que   es   imposible   leer   unas   cuantas   páginas   sin   reconocer que   dice   algo   de   tremenda   importancia   y   que   Santillana   sabe   exactamente de qué está hablando. Desde   hacía   mucho   tiempo,   Santillana   era   consciente   de   que   había   un punto en el que la historia de la ciencia se fundía con la mitología. Y Hamlet’s  Mill   deja   bien   claro   que   en   algún   momento   Santillana   debió   de   tener   una revelación   sobre   la   mitología   que   le   dejó   abrumado   porque   le   produjo   la sensación de que se le había confiado algún secreto asombroso del pasado. Su   colaboradora,   Hertha   von   Dachend,   era   antropóloga   y   alumna   del mismo Frobenius que había visto a los pigmeos africanos disparar una flecha contra   el   dibujo   de   un   antílope.   También   Von   Dachend   pensaba   que   los mitos eran algo más que tonterías primitivas. Y «dio con un filón de oro» (al decir   de   Santillana)   cuando   se   fijó   en   que   dos   minúsculas   islas   del   Pacífico sin   más   distinción   que   el   extraordinario   número   de   lugares   sagrados   que había   en   ellas   estaban   situadas   exactamente   en   el   Trópico   de   Cáncer   y   el Trópico de Capricornio: el punto en que el sol «se para» y luego vuelve sobre sus pasos en los solsticios.

La observación de Von Dachend confirmó que el «hombre primitivo» sentía un profundo interés por la astronomía y, por tanto, era menos primitivo de lo que se suponía. Santillana   ya   había   sacado   la   misma   conclusión.   Años   antes   había reconocido que una de las características básicas del hombre antiguo era «la atención   minuciosa,   constante   e   inmensa   que   prestaba   a   las   estaciones. ¿Qué   es   un   solsticio   o   un   equinoccio?   Representa   la   capacidad   de coherencia,   deducción,   intención   imaginativa   y   reconstrucción   que difícilmente   podríamos   atribuir   a   nuestros   antepasados.   Y   pese   a   ello,   allí estaba. Yo la vi». Dice   Santillana   que   mucho   antes   de   que   se   inventara   la   escritura,   el hombre estaba obsesionado por las medidas y el contar, por los números… y por   la   astronomía.   Y   luego,   empleando   un   lenguaje   que   hace   pensar   en Alexander   Thom,   habla   de   aquellos   «Newton   y   Einstein   olvidados   desde hace tanto tiempo». Santillana   opinaba   que   este   conocimiento   antiguo   se   basaba   en   el tiempo,   «el   tiempo   de   la   música».    El   argumento   básico   puede   expresarse   de   manera   muy sencilla:   que   el   hombre   antiguo   no   sólo   tenía   conocimiento   de   la   precesión de   los   equinoccios, supuestamente   descubierta   por   el   griego   Hiparco   en   el 134 a.C., sino que, además, codificó este conocimiento en docenas de mitos. Esta tesis es interesante, aunque no es de las que hacen época. Pero eso es sólo la mitad de la historia. Santillana dice: «Este   libro   es   muy   poco   convencional…   Para   empezar,   no   hay   ningún sistema   que   pueda   presentarse   en   términos   analíticos   modernos.   No hay   ninguna   clave,   y   no   hay   ningún   principio   a   partir   del   cual   pueda deducirse   una   presentación.   La   estructura   procede   de   una   época   en que   no   existía   un   sistema   en   el   sentido   que   damos   nosotros   a   la palabra   y   sería   injusto   buscar   uno.   Difícilmente   podía   haberlo   entre personas que se aprendían de memoria todas sus ideas». Dicho   de   otro   modo,   lo  que   el   lector   normal   espera  de   él   es   que   hable de los mitos antiguos y luego los explique en términos de la precesión de los equinoccios.   Está   tratando   de   decir   que   no   es   tan   sencillo.   «El   tema   posee naturaleza de holograma, algo que tiene que estar presente en conjunto en la mente».

Hay   una   manera   más   sencilla   de   expresar   lo   que   Santillana   trata   de explicar.   En   todo   el   mundo,   en   los   mitos   de   docenas   de   culturas   diferentes, hay  leyendas  que obviamente  expresan  la misma historia. Sir James  Frazer hizo   de   esto   el   punto   de   partida  de   su   famoso   libro   La   rama   dorada   (Fondo de   Cultura   Económica,   México   D.F.,   1944).   Frazer decidió que la clave del misterio era el concepto de la fertilidad de la tierra, la necesidad   de   una   buena   cosecha.   El   rey   era   un   mago   cuyos   poderes garantizaban la lluvia. Si los poderes empezaban a fallar, el rey era ofrecido como sacrificio a los dioses. Finalmente, el sacrificio se volvió simbólico y se convirtió  en  un  ritual   en  el  cual  el   dios   era   enterrado  y  brotaba   de   nuevo  en primavera. Desde   luego,   el   problema   en   este   caso   es   que   se   presupone   que   los mitos se formaron después de que el hombre se convirtiera en agricultor. Lo que   se   desprende   de   Hamlet’s   Mill   es   que   Santillana   estaba   totalmente convencido   de   que   son   más   antiguos,   mucho   más   antiguos.   Incluso   hay veces   en   que   sospechamos   que   insinúa   que   se   remontan   a   decenas   de miles de años atrás. En efecto, Santillana presenta un rico tapiz de leyendas de los esquiqumales,  los   islandeses,   los   antiguos   escandinavos,   los   indios   nor-teamericanos,   los   finlandeses,   los   hawaianos,   los   japoneses,   los   chinos,   los hindúes, los persas, los romanos, los antiguos griegos, los antiguos hindúes, los   antiguos   egipcios   y   docenas   de   otros   pueblos,   y   pregunta:   ¿cómo   se formaron   estas   extrañas   similitudes   a   menos   que   los   mitos   tengan   algún origen   en   común?   Y   se   inclina   a   creer   que   este   origen   reside   en   la astronomía. Su   punto   de   partida   es   un   molino   de   trigo   que   pertenecía   al   héroe islandés   Amlodhi, que  William Shakespeare   convirtió   en   Hamlet.  

Al principio este molino producía paz y abundancia y existía en los tiempos de la «Edad   de   Oro».   Esta   edad   tocó   a   su   fin   y   entonces   el   molino   produjo   sal. Finalmente   fue   a   parar   al   fondo   del   mar,   donde   molía   arena   y   creó   el remolino   llamado   Maelstrom, que es un gran torbellino que se halla en las costas meridionales del archipiélago noruego de las islas Lofoten, en la provincia de Nordland. Con más precisión se le ubica entre las islas Sorland y Væroy de dicho archipiélago. El Maelstrom se forma por la conjunción de las fuertes corrientes que atraviesan el estrecho (llamado Moskenstraumen) entre las islas mencionadas y la gran amplitud de las mareas. El topónimo Maelstrom deriva de la palabra compuesta neerlandesa malen (triturar) y stroom (corriente), es decir: «corriente trituradora», en noruego el nombre más frecuente es Mosktraumen o Moskentraumen (Corriente de la isla Mosken). Antaño muy peligroso para la navegación, las descripciones del Maelstrom realizadas por Edgar Allan Poe y Julio Verne lo describen como un gigantesco vórtice circular que llega al fondo del océano. En realidad, se trata de un conjunto de corrientes y contracorrientes de gran oleaje que discurren a lo largo de unos 18 km. ¿Por qué un molino? Seguramente porque una rueda de molino, el sol, atraviesa   las   constelaciones   en   una   dirección   -Aries,   Tauro,   Géminis, etcétera-   mientras   los   equinoccios   se   mueven   en   la   dirección   contraria: Géminis, Tauro, Aries. Lo   que   encarnaba   el   molino   era   la   idea   «de   catástrofes   y   la   re-construcción   periódica   del   mundo».   Así   que   los   mitos   antiguos   tratan   de catástrofes   como   el   Diluvio.   Pero   las   «eras»   que   terminan   en   catástrofe   se deben a la precesión de los equinoccios, lo cual significa que nos movemos de era en era: desde la era de Leo en el 10000 a. de C. hasta nuestra actual era de Piscis, y la próxima era de Acuario.  Obviamente,   si   los   antiguos   pensaban   que   la   precesión   estaba relacionada   con   grandes   catástrofes   periódicas   que   destruían   a   gran   parte del   género   humano,   le   concederían   gran   importancia   y   la   estudiarían minuciosamente.   Según   Santillana,   el   molino   de   Amlodhi   es   una   imagen   de la precesión de los equinoccios.  En   nuestro   tiempo,   los   teóricos   de   la   teoría   de   los   «astronautas   de   la antigüedad»   como   Von   Däniken   han   señalado   los   indicios   de   conocimiento avanzado   entre   los   antiguos   y   han   argüido   que   demuestran   que   este conocimiento   lo   trajeron   a   la   Tierra   visitantes   procedentes   del   espacio exterior. 

La   teoría   de   la   precesión   que   propone   Santillana   puede ser una explicación sin  recurrir a  tales   visitantes.   Se supone que debieran haber   explicado   a   aquellos   que la precesión   se   debía  a   la   inclinación   del   eje   de   la   Tierra,   que hace   que   ésta   se   mueva   como   una   peonza,   y   que   no   tiene una   equivalencia   universal.   En   tal   caso,   los   mitos   que   se exploran en  Hamlet’s Mill  nunca hubieran existido. Como   ejemplo   de   la   complejidad   del   método argumentativo   de   Santillana, en su obra   «The   Great   God   Pan   is   Dead», empieza   contando   la   historia   de   Plutarco   sobre   cómo   de   una   isla   griega surgió  una  voz que llamó  al piloto de un barco  -un egipcio cuyo nombre era Thamus-   y   le   dijo:   «Cuando   llegues   frente   a   Palodes,   anuncia   que   el   gran Pan ha muerto». Como el mar estaba calmo y silencioso al pasar por delante de Palodes, Thamus hizo lo que le había pedido la voz y de la costa llegaron grandes gritos y lamentaciones. El emperador Tiberio, que se interesaba por la   mitología,   hizo   comparecer   a   Thamus   para   escuchar   la   historia   de   sus propios labios. Los   cristianos   tendían   a   interpretar   que   esta   historia   significaba   que Cristo   había   muerto, pues   Jesús   fue   crucificado   durante   el   reinado   de Tiberio.   Pero   Santillana   cita   a   continuación   muchos   mitos   extrañamente parecidos.   En   el   Tirol,   existen   leyendas   sobre   los   fanggen,   espíritus   de   los árboles que a veces entran en los hogares de los seres humanos en calidad de   sirvientes.   En   uno   de   los   cuentos   que   recogieron   los   Grimm   un   hombre que se dirige a su casa oye una voz que llama: «Portador de yugo, portador  de   yugo,   diles   a   los   de   tu   casa   que   Giki-Gaki   ha   muerto».   Cuando   repite estas   palabras,   la   sirvienta   prorrumpe   en   llanto   y   desaparece.   Según Santillana, el «yugo» es el eje del molino de Amlodhi. En otro caso se habla de un   hombre   que está   contemplando   una   reunión   de gatos,   cuando   uno   de   ellos   salta   a   lo   alto   de   una   pared   y   grita:   «¡Dile   a Dildrum   que   Doldrum   ha   muerto».   Al   llegar   a   casa,   el   hombre   cuenta   a   su esposa lo que ha visto y el gato de la casa grita: «Entonces soy el rey de los gatos», y desaparece chimenea arriba. Santillana   pregunta   si   es   posible   que   el   barco   de   Plutarco   sea   la constelación   Argos   y   que   lleve   a   bordo   el   cadáver   de   Osiris. 

No es casualidad que el piloto se llame Thamus, como el rey de Platón que criticó a Toth (el dios Mercurio) por inventar la escritura, lo que convirtió al hombre en un ser mentalmente perezoso y puso fin a una era de «conocimiento interno» del universo. Luego cuenta la historia de unas mujeres que lamentan la muerte de un dios,   esta   vez   Tamuz,   que   aparece   en   el   libro   de   Frazer   como   un   dios   del grano que muere con la estación. Pero en este contexto,  a Tamuz, que es un dios secundario, se le menciona junto con muchos dioses importantes. La   respuesta,   según   Santillana,   aparece   cuando   nos   enteramos   de   la  fecha   de   la   fiesta   de   Tamuz.   Tenía   lugar   durante   la   noche   del   19   al   20   de junio, la fecha que señalaba el comienzo del año egipcio. En aquel día, Sirio, la   estrella   perro,   salía   justo   antes   que   el   sol. Los egipcios veneraban a Sirio porque a lo largo de 3.000 años continuó saliendo en la citada fecha, desafiando la precesión de los equinoccios. Parece imposible, ya que la precesión afecta a todas las estrellas. Pero Sirio está muy cerca de la Tierra, relativamente hablando, ya que es la segunda de las estrellas más próximas, y tiene mucho «movimiento propio» que le permite aparentemente desafiar a la precesión.Había   otra   razón,   que   estaba   relacionada   con   el   hecho   de   que   los antiguos   egipcios   utilizaban   un   calendario   que,   al   igual   que   el   calendario juliano   de   los   romanos,   tenía   sólo   365   días   por   año,   en   lugar   de   365,25,   y  esta ligera inexactitud también permitió que Sirio aparentemente desafiara a la precesión. De   manera   que   cuando   Sirio   también   sucumbió   a   la   precesión,   como sucedió finalmente, se decía que el gran dios Pan había muerto. Se   comprende   que   el   método   argumentativo   de   Santillana puede desconcertar, ya que  salta   del   gran   dios   Pan   a   las sirvientas   y   los   gatos   atigrados. Una   vez   más   hay   que   decir   que   es   imposible   entender   Hamlet’s   Mill   a  menos   que   tengamos   presente   que   no   es   sólo   un   intento   de   argüir   que   los mitos antiguos reflejan un conocimiento de la precesión. Si sólo se tratara de esto, Santillana hubiera podido salir del paso con un ensayo breve. Necesitó un   libro   sumamente   denso   para   expresar   lo   que   quería   someter   a nuestra   atención:   la   increíble   riqueza   de   la   mitología   mundial   y   el   hecho   de que  parece   señalar  alguna   forma  de  aprehender  el  universo  que  en  nuestra era   tecnológica   tenemos   olvidada   desde hace   mucho   tiempo.   Hasta   se   toma   la   molestia   de   atacar  a   uno  de   los   más grandes   estudiosos   de   los   mitos,   Ernst   Cassirer,   a   quien   considera demasiado   «reduccionista».  

Los Vedas están escritos en sánscrito, que es una lengua compleja, y que sir William Jones -en 1786- demostró que estaba emparentada con el griego, el   latín,   el   alemán   y   el   celta, lo que   fue   origen   de   la   expresión   «lenguas  indoeuropeas».   Y   si   los   Vedas   hablan   del   río   Sarasvati,   parece   claro   que fueron escritos antes de aproximadamente 2000 a.C. y no más tarde de 1500   a.C.,   como   al   principio   creían   los   eruditos.   Y   si, como   parece probable,   el   sánscrito   era   la   lengua   de   los   arios,   entonces   también   estaba claro   que   la   invasión   de   éstos   no   pudo   ser   en   una   fecha   tan   tardía   como 1500 a.C. Hay   cuatro   colecciones   principales   de   himnos   védicos:   el   RigVeda,   el Sama-Veda,  el  Yajur-Veda  y el  Atharva-Veda,  de los cuales se reconoce que el  Rig-Veda  es el más antiguo e importante. En   el   decenio   de   1980,   un   estudioso   de   los   Vedas,   David   Frawley, observó   que   los   himnos   del   Rig-Veda   están   llenos   de   un   simbolismo oceánico que parece sugerir que surgieron de una cultura marítima… lo cual, desde luego, se contradecía con la suposición de que los arios procedían de alguna   parte   de   la   Europa   central.   También   reparó   en   que   algunos   himnos decían   que   los   «antepasados»   procedían   del   otro   lado   del   mar   y   que   se habían salvado de una gran inundación. Frawley estudió las referencias astronómicas que contenían los himnos védicos y sacó la conclusión de que una referencia a un solsticio de verano en Virgo indicaba una fecha de alrededor de 4000 a.C., mientras que otra a un solsticio de verano en Libra señalaba aproximadamente a 6000 a.C. También   sacó   la   conclusión   de   que   los   autores   de   los   Vedas   conocían   la precesión de los equinoccios. Expuso estas ideas revolucionarias en un libro titulado  Gods, Sages and Kings  (1991). En   la   sección   de   astronomía   védica,   por   ejemplo,   habla   de   un   mito según el cual el dios del año, Prajapati, se enamoró de su propia hija Rohini  y   fue   castigado   por   un   dios   llamado   Rudra,   que   le   clavó   una   flecha   de   tres puntas.   Frawley   señala   que   Rudra   es   el   nombre   de   Sirio   en   la   astronomía védica, a la vez que la flecha de tres puntas es Orión y Rohini es la estrella  Aldebarán.  

El   mito   indica   una   época   en   que   el   equinoccio   de   primavera   se movía   de   Géminis   a   Tauro,   alrededor   del   4000   a.C.   Un   estudioso llamado   B.   G.   Tilak   había   sido   uno   de   los   primeros   en   investigar   la astronomía de los Vedas y dedica todo un libro a Orión.  Nada de todo esto parecerá polémico a quien esté familiarizado con  Hamlet’s Mill. Se   observará   también   que   los   hindúes   védicos   mostraban   gran   interés por   las   mismas   estrellas   y   constelaciones   que   tenían   gran   importancia   para los   egipcios.   Frawley   señala   que   Orión   simboliza   tanto   el   Varuna   de   los hindúes   como   el   Osiris   de   los   egipcios   y   el   Urano   de   los   griegos   y   que   los mitos   de   estos   dioses   parecen   referirse   al   equinoccio   vernal   de   Orión alrededor del 6000 a.C. Frawley   reconoció   que   la   idea   de   una   cultura   marítima   que   databa   de antes   del   6000   a.C.   es   muy   polémica   y   que   lo   más   probable   es   que   se rechace   de   entrada.   Sin   embargo,   como   hemos   visto,   Charles   Hapgood   la hubiera   juzgado   muy   verosímil.   Y   lo   mismo   cabe   decir de aquel   notable   estudioso   de   la   cultura   maya   que   fue   Augustus   Le   Plongeon, que sugirió que colonizadores procedentes de las tierras de los mayas habían navegado hasta Europa y la India miles de años antes de   Cristo.  Y   citó   el   Ramayana   en   el   sentido   de   que   la   India   y   China   fueron invadidas   y   conquistadas   por   unos   guerreros   a   los   que   se   conocía   como grandes   navegantes   y   arquitectos.   John   West   y   Graham   Hancock probablemente   corregirían   el   argumento   de   Le   Plongeon   y   sugerirían   que América   del   Sur,   Egipto   y   también   la   India   se   convirtieron   en   refugio   de supervivientes de alguna gran catástrofe mucho antes de 6000 a.C. Entre las tribus aborígenes que habitaron en la India es posible encontrar rastros chamánicos y procedimientos o rituales que sí que presentan rasgos comunes con las prácticas de los chamanes. El hinduismo basa su filosofía en la evolución del hombre en consecución del fin último que es la liberación de la rueda de la vida, el estado de moksha, en el que se funde con el Absoluto. El camino que sigue es el del karma, las buenas acciones, que le van a permitir su evolución tras innumerables reencarnaciones. Su aplicación es general, para todos los hombres, si bien a algunos les cuesta más que a otros, pero no distingue a unos elegidos que posean unas capacidades especiales y unos poderes blindados al resto de sus semejantes a lo largo de sus sucesivas vidas. Que utilice en su ayuda la concentración (dhârana), la meditación (dhyâna), el conocimiento (jñâna), la devoción (bhakti) y un sistema tan utilizado por el chamanismo como es el éxtasis (samâdhi) no implica que sus métodos sean necesariamente chamánicos, pues difieren tanto en la forma de alcanzarlo como en su finalidad.

Sería imposible establecer un comportamiento homogéneo a lo largo de toda la India, pues fueron multitud de tribus, de etnias, las que poblaron este vasto territorio. Durante los siglos XIX y XX muchos han sido los arqueólogos e investigadores que han hecho incursiones en el campo de la mitología tribal haciéndonos llegar datos con los que hacernos una idea de sus creencias y tradiciones. Conviene aclarar que muchas de las tribus aborígenes han sobrevivido hasta hoy en el territorio del Indostán y, si bien han adoptado algunas creencias hinduistas y ellos mismos se consideran a sí mismos hindúes, esto no es obstáculo para que hayan seguido manteniendo vivas ciertas costumbres antiquísimas y prácticas que la tradición brahmánica docta de la India no se atrevería a tener en consideración. En estas tribus, muchas veces, la figura del sabio era bicéfala, por un lado estaba el sacerdote al que se le consultaban los asuntos de rutina, pero también había otra persona que, poseyendo la facultad de intermediar con los espíritus, era el encargado de tratar todo lo que quedaba fuera de lo común. Este medium es lo que podemos aproximar más a la figura de chamán y, dependiendo de la tribu, ponía en práctica diversos tipos de rituales. Es el caso de la tribu de los bondos, en las tierras altas de la región de Orissa, quienes utilizaban a un medium para problemas que se escapaban a su capacidad y durante la ceremonia él caía en trance y profetizaba; se emborrachaba y sus desvaríos se interpretaban como la voz del dios. En Madhya Pradesh, la tribu de los kol, también bifurcaba la figura del maestro, del sabio, atribuyendo al sacerdote un valor más social y reservando al medium la tarea de dirigir el culto a los dioses locales quien, en trance, empezaba a temblar, luego gritaba, se golpeaba a sí mismo y se convertía, en apariencia, en una persona totalmente distinta. Uno de los problemas que más afligían a los primitivos, como a todo el mundo, era la enfermedad, que atribuían sistemáticamente a un disgusto o mala predisposición del dios por lo que recurrían al medium para su solución. Y éste no dudaba en bajar a las regiones inferiores para resolver el problema. Así, entre los ao-nagas, que habitaban en el distrito de Mokokchung, muy cerca de la frontera birmana, el brujo, al recobrarse del trance, contaba que había visto el alma del paciente en los cielos y que había visitado a unos amigos entre los dobles-espíritus que allí habitaban.Otra tribu naga, como son los konyak-nagas, del distrito de Changlang en Arunachal, creían que su medium podía viajar a las regiones de los muertos para rescatar el alma del paciente que había sido raptado aprovechando su sueño.

A este respecto es interesante mencionar que los Nagas son considerados divinidades en  la mitología Hindú. Son espíritus acuáticos, aunque también aparecen en tierra. Son divinidades con cuerpo de serpiente, y torso y/o cabeza humanos. Se les suele representar en parejas, con las colas entrelazadas. Las serpientes, y las cobras en general, tienen un papel muy importante en la mitología India. En algunos mitos, se dice que el mundo se apoya sobre las cabezas de serpientes, y que cuando estas se mueven ocurren los terremotos. También se conoce en la mitología India, a los Nagas como reyes de las serpientes, y uno de ellos aparece en el Mahabharata, una epopeya escrita en sánscrito. En esta epopeya aparece nada menos que el Rey de los Nagas, que ayuda a Nala, un Rey Indio, en sus aventuras. El Libro de Dzyan, probablemente el más antiguo de los escritos sánscritos conocidos, habla de una raza serpiente que descendió de los cielos y enseñó a la humanidad. La teósofa Madame Helena Petrovna Blavatsky pasó tres años en el Tíbet, Bhután, y Sikkim, acumulando millares de escritos sánscritos que fueron compiladas en el Libro de Dzyan. Estas fuentes se refieren a los antiguos habitantes llamados Nagas o Sarpa, que eran seres semi-divinos con rostro humano y cola de dragón. Blavatsky creyó que estos Sarpa son indudablemente los Seraphim del Antiguo Testamento. Los Seraphim, que tendrían las mismas raíces etimológicas que los Sarpa de la antigua India. La mitología y la literatura hindú están también repletas de relaciones sexuales de dioses con la humanidad y de la procreación de numerosos seres extraños llamados Dravidianos y Dasyus. Según se informa, esta raza vivió en grandes ciudades amuralladas. Eran un pueblo bárbaro, caníbal, de piel oscura y nariz chata. Los Arios, que vinieron más tarde, se establecieron sobre los restos de las ciudades de esta gente serpiente.

Los Nagas son claramente descritos en el Ramayana: «Cerca de Bhogavata está ubicado el lugar donde moraba la raza serpiente, una ciudad amplia, amurallada y con barras, donde legiones de vigías mantenían la guardia. El más feroz de los jóvenes serpiente posee dientes envenenados y se sienta en su trono en su salón imperial. Es Vasuki quien los gobierna a todos.» Los Dravidianos antediluvianos fueron exterminados por el diluvio. Luego, cuando la tierra estaba repoblándose, Harappa y Mohenjo-Daro se convirtieron en el nuevo centro de la nueva cultura Dravidiana. Hay claras evidencias de que los Dravidianos, Dasyus, y los Nagas eran diversos nombres para referenciar a los mismos seres. E información al respecto se puede encontrar en poemas y epopeyas de la India, como el Mahabharata y el Ramayana. Ambos se refieren a los primeros contactos arios con estos seres serpiente, que en algunos casos eran amistosos y en otros hostiles. Debido a la interrelación entre los arios y los dravinianos se generó un tipo de relación de amor y odio entre ambos. En otra Leyenda India, aparece Batara Guru, después conocido como Shiva, quien creo una isla en el océano sobre el lomo de la gran serpiente marina Naga Padora. Las luchas y peleas que siguieron, y los movimientos de la gran serpiente formaron las montañas y los valles. Los Nagas forman la comitiva de la serpiente mítica Sesha y viven en palacios subacuáticos. Sesha, que posee mil cabezas, forma el sofá de Vishnú, en el que este Dios reposa durante los intervalos de la creación. También tienen relación con la serpiente Muchalinda, que protegió a Buda de una tempestad, que duró una semana, mientras estaba meditando. En el sudeste asiático, también dicen que las princesas serpiente locales contraían matrimonio con guerreros o sacerdotes a fin de formar sus respectivas dinastías.

En el Mahabharata, un grupo de «seres celestiales» llega en carro aéreo para atender el banquete de la boda de los reyes arios: «Los dioses vinieron en carruajes sostenidos por nubes. Vinieron a ver la bella escena: Suparnas con alas, Nagas escamosos. Los brillantes carruajes celestiales navegaron sobre un cielo despejado.» Los Nagas se interrelacionaron con los Arios, produciendo reyes y héroes. Por ejemplo, en el Rig Veda hay nombres como Divodasa que indican que había cierta clase de cruce entre Dasyus y los Arios después del 1.500 aC. Muchos de los antiguos dioses Hindúes se aparearon con los humanos y, como en Sumer, produjeron un híbrido mamífero-reptil, que fueron los reyes semi-divinos que resonaron a lo largo de la historia Sumeria e India. La literatura hindú afirma que la gente divina había descendido y realizado experimentos biológicos con los monos. De hecho Hanuman, el dios mono, que junto con Rama es el héroe del poema del Ramayana, fue concebido cuando el dios Shiva dio un pastel sagrado a Anjan, el mono. Esto es una obvia referencia a un experimento genético producido por Hanuman, el súper mono, muy parecido al Enkidu del poema de Gilgamesh. Según las investigaciones lingüísticas y mitológicas, se considera que el dios hindú Shiva sería el equivalente del dios sumerio Enki, creador del Homo Sapiens. Uno de los grandes poemas de la India, el Ramayana, es la historia de Sita, la novia de un príncipe septentrional llamado Rama, que es secuestrada por Ravana, el Rey serpiente de Ceilán (antiguo nombre de Sri Lanka). Se supone que Rama es el príncipe Utu (Apolo) y que Sita es la princesa Aya (Artemisa). Rama persigue al ejército de Ravana a través de la India con la ayuda de una fuerza de monos bajo el mando del rey mono Hanuman. Ravana se retira a su isla, el reino de Ceilán, supuestamente a salvo de la persecución. Pero Hanuman construye un puente de piedras enormes a través de los estrechos que separan la isla del continente, y Sita es rescatada por Rama. A lo largo de toda la historia, Ravana es descrito en términos tales como: «él se alimenta de seres humanos» y «bebe la sangre de sus enemigos«.

Él es formidable en la batalla y casi derrota a Rama cuando utiliza su arma especial de los Nagas, descrito como «dardo serpiente de los Nagas«, que parecía paralizar a sus enemigos y quitarle sus energía y fuerza vital. Como todas las criaturas divinas y semi divinas en la mitología, Ravana parece que tenía acceso a armas muy sofisticadas. Ceilán, la isla del reino de Ravana, fue la fortaleza de los Nagas . Es descrito como el hogar de los Nagas en fuentes chinas muy antiguas. En una de las primeras referencias literarias a Ceilán, cuando negoció con China antes de la ocupación aria de la India, y se la describe como tierra de extrañas criaturas parecidas a reptiles. Debido a sus gemas, especias y su localización privilegiada, llegó a ser popular entre los comerciantes chinos. Fa-Hsien, el comerciante peregrino chino, dio a conocer que la isla fue ocupada originalmente por los Nagas o deidades serpiente, con quienes comerciantes de varios países practicaban el comercio. Los Nagas nunca se mostraban a los forasteros. Ellos simplemente publicaban sus productos con etiquetas de precio adheridas a ellas. Los comerciantes que las visitaban hacían sus compras según el precio y se llevaba los productos. El otro gran poema de la India es el Mahabharata, el más largo y quizás el poema épico más grande escrito en cualquier lengua. Mucho más antiguo que el Ramayana, consta de 88.000 versos. El tema principal es la rivalidad entre dos ramas de la misma familia, los Kurus. Los Pandavas y los Kauravas emprenden una guerra que culmina en la destrucción de ambas ramas de la familia en la gran batalla de Kuruksetra. La historia comienza cuando el Rey Pariksit de los Kauravas le disparó a un ciervo mientras cazaba con arco y flecha. Persiguiendo al ciervo, preguntó a un místico si había visto a un ciervo herido. Observando su voto de silencio, el sabio profeta no contestó. Esto enojó a Pariksit, que tomó una serpiente muerta y la colocó alrededor del cuello del sabio. El hijo del místico, encolerizado, lanzó una maldición sobre Pariksit. Y así empezó la enemistad a muerte entre las dos familias. Vemos que en la historia interviene una tercera parte. Enojados por el uso blasfemo de uno de su propia clase (la serpiente muerta), los dioses serpiente entran en escena. Taksaka, el rey de los seres serpiente, envía serpientes que causan la muerte de Pariksit.

La historia de esta enemistad se narra realmente como algo que sucedió en el oscuro pasado. Dado que el antiguo reino de Kurus floreció a lo largo del curso superior del Ganges en los siglos 14 y 13 antes de Cristo, los acontecimientos pudieron haber ocurrido en los primeros días de la invasión aria, cuando aún había mucho contacto sexual con los Nagas. La historia del Mahabharata, narrada por el sabio Vyasa, comienza con el gran sacrificio del Rey Janamejaya, el hijo de Pariksit. Consistía en una ceremonia para vengar la muerte de su padre, un sacrificio llamado «yajna». Su propósito era destruir totalmente a los Nagas, los dioses serpiente que supuestamente podían asumir formas humanas o de serpiente a voluntad. En el ritual, el sacerdote invocaba los nombres de serpientes mientras arrojaba serpientes vivas al fuego. Astika, el hijo del rey serpiente Taksaka, interviene y aboga ante Janamejaya para dejar vivo a su pariente. Estas historias de guerra y otras narraciones fueron explicadas como cuentos que giraban en torno a estos sacrificios de larga duración. La opinión del historiador indio D. D. Kosambi es que el «yajna» en sí mismo no era tanto un cuento sobre una gran guerra como la explicación de la historia del gran sacrificio «yajna». Es decir era una ceremonia simbólica dedicada a sus antepasados serpientes, mientras que al mismo tiempo los expulsaban de su herencia cultural. En la lucha entre las dos ramas de los Kurus por controlar las llanuras en el curso superior del Ganges hay una clara referencia a las guerras de los hijos de Enlil y Enki en el área de Mesopotamia.

En el poema Hindú, los Pandavas parecen ser los vencedores puesto que recuperan la mayor parte del reino que habían perdido anteriormente. Comenzado con las armas convencionales del período, tales como lanzas, espadas, arcos y flechas, la guerra se extiende con el uso de armas más sofisticadas y de gran alcance, provistas por los dioses en ambos lados. Estas armas tenían todas las características de misiles modernos y de armas nucleares. Por ejemplo, un lado lanza un misil que es contrarrestado por otro desde el cielo. Y la explosión de ambos misiles causa muchas muertes en la tierra. Después de una prolongada guerra, los Kauravas se encontraron perdidos y desesperados en los estrechos. Es entonces que deciden terminar la guerra con el uso de tácticas prohibidas. En medio de la noche, descendieron cuando los Pandavas dormían y se produjo la matanza de muchos de los guerreros. Indignados por la ruptura de las reglas de la guerra y la pérdida en gran parte de su ejército, los Pandavas deciden que no tienen ninguna opción mas que utilizar su última arma, el «arma celestial» que es capaz de derrotar al resto de las armas. El líder de los Kauravas decide descargar un arma similar, que al parecer produce radiactividad, ya que él declara: «Dirigiré esta arma sobre el útero de las mujeres Pandava«. Él predice que la línea de los Kuru se extinguirá «para que los fetos mueran«. Su advertencia se hace realidad porque el uso de las armas produce esterilidad en todas las mujeres Pandava. La guerra entre los primos de Kuru finalmente termina con el exterminio de ambas ramas de la familia.

Los kachari, de la región de Assam, incluían el sacrificio de una cabra durante el trance del medium para que de su observación determinar la causa y el remedio de la enfermedad que le afligía. El mago de los oraons de Bengala —tribu que también se asentó en los estados de Bihar y Madhya Pradesh— buscaba el alma extraviada del paciente a través de las montañas y de los ríos, hasta el país de los muertos. Llama la atención la libertad con que actuaba el medium en las aldeas pahari del Himalaya, que continuamente introducía innovaciones religiosas ocasionadas por los estados disociativos de conciencia que se producían durante el trance, de modo, como observa Berreman, el investigador que más ha profundizado en su estudio, que «no hay que extrañarse de la diversidad y la constante y sorprendentemente rápida rotación de los dioses venerados en la aldea pahari». Las supuestas posesiones por parte de espíritus eran muy frecuentes en la India tribal. En los estudios de Edwin sobre los baigas, tribu asentada en la India Central, encontramos la descripción de una ceremonia durante la cual «los medium caen en un frenesí y se arrojan al suelo, con movimientos espasmódicamente contraídos, y agitan la cabeza furiosamente de un lado para otro mientras el dios cabalga sobre ellos». Estas posesiones eran involuntarias y voluntarias de manera sucesiva y, lo que es más curioso, de forma consecuente. Lo habitual era que el medium se resistiera a abandonarse a los poderes incontrolables de lo «salvaje», seguido de una sumisión a los patrones de conducta que le demandaba la situación. Todo ello era facilitado gracias a la ausencia de rigidez en el ritual que seguía el medium, con el que, una vez en trance, todo podía pasar. Cosa que no ocurría entre los sacerdotes, que dirigían una actividad religiosa sumamente ritualizada. Un caso que ilustra este tira y afloja entre el medium y el espíritu es el matrimonio entre el chamán y un ser del mundo subterráneo que se daba entre los hill saora, población aborigen del estado de Orissa, caso que parece ser un fenómeno único en la India aborigen. El ex-misionero y antropólogo Verrier Elwin, gran investigador de los mitos tribales, cuenta que Kintara, un brujo de Hatibadi, le confió que cuando él tenía doce años, una mujer-espíritu  tutelar llamada Jangmai se le acercó en un sueño, le declaró su amor y quiso que la desposara. Kintara se negó y durante un año ella acudió regularmente a hacerle la corte tratando que cediera. Como no lo conseguía le envió un tigre para morderle y eso le asustó tanto que finalmente el joven aceptó casarse con ella. Pero casi inmediatamente, otra mujer-espíritu-protectora fue también a pedirle que se casara con ella. Cuando se enteró la primera le dijo: «Yo fui la primera en amarte y te considero como mi marido. Y ahora tú quieres a otra y yo no lo permitiré». Y en un arrebato de celos se lo llevó a la selva, le arrancó la memoria e hizo con él lo que quiso. No obstante prometió a sus padres portarse bien con el muchacho y ayudarle en todas sus dificultades. Cinco años después Kintara se casó, en el mundo de los vivos, con Dasuni, una mujer de su aldea, y la protectora llegó a un acuerdo con ella. De su esposa terrestre tuvo un hijo y tres hijas y de su protectora tuvo un hijo y dos hijas, que vivieron en las regiones inferiores. Un día su mujer-espíritu le llevó a su hijo para que lo conociera y él sacrificó una cabra en su honor.

Elwin también encontró este mismo esquema entre las mujeres brujas que eran elegidas por un protector sobrenatural. La muchacha primero se resistía a semejante pretendiente, después entraba en un periodo de crisis aguda que finalmente se resolvía cuando ella aceptaba la propuesta. «El sueño que obliga a una muchacha a aceptar su profesión y la marca del sello de la aprobación sobrenatural, toma la forma de visitas de un pretendiente del mundo subterráneo que le propone matrimonio con todas las consecuencias extáticas y numinosas». Una joven recuerda la primera visita que le hizo un espíritu protector en sueños, vestido con ropas muy elegantes. Ella lo rechazó y él la envolvió en un torbellino y la depositó sobre una alta rama que comenzó a balancearse. Ella se sintió aterrorizada pensando que iba a caer desde tanta altura y se apresuró a aceptar su oferta de casamiento. Otra mujer, ya casada y con un hijo cuando recibió la visita de su protector, se negó a satisfacerle y cayó enferma. Su marido mandó llamar a un brujo de la aldea vecina y el protector habló por su boca diciendo: «Voy a casarme con ella; si no acepta se volverá loca». Finalmente se vio obligada a aceptarlo y aprendió, en sueños, el arte de los chamanes. Otra cuestión era si el oficio de brujo, o la calidad de mago era hereditaria o había una predestinación para ello. Entre los mun, la posesión de un medium por parte de un dios concreto no estaba predestinada astralmente, sino que se inauguraba «con una enfermedad imprevisible». En cambio, entre los lepchas de Sikkim, en el Himalaya, estudiados por Geoffrey Gorer, la categoría sacerdotal era hereditaria, aunque no por ello prescindía de instrucción. Luego, con la llegada de los arios, empezamos a ver una marcada diferencia que se presenta entre las prácticas chamánicas y los rituales brahmánicos; mientras que en las primeras el factor espontáneo era una constante y toda la ceremonia se abría a la improvisación del chamán, el brahmán seguía un proceso muy reglado. Los largos comentarios de los Brâhmanas establecen la correcta realización de los ritos y es esta exactitud y la precisión lo que garantizaba su eficacia y no la voluntad o el capricho de los dioses. Aunque haya procedimientos dentro de los cultos devocionales a Shiva y Shakti, o en las prácticas que siguen los munis, los yogis o cualquier otro tipo con vestigios chamánicos, el contrate con el ascético sacrificio de uno mismo de la tradición brahmánica docta de la India, no podría ser más acusado. Pero sería cuestionable si, en cada caso, se puede hablar de un elemento chamánico propiamente dicho o de una tradición mágica que rebasa la esfera del chamanismo.

En el marco de la interpretación que predomina actualmente con respecto a la caracterización de las creencias y prácticas religiosas en la China temprana, varios importantes sinólogos han planteado que la experiencia extática fue el elemento principal tanto en el período prehistórico como en la etapa protohistórica e histórica inicial. Esta idea ha sido muy bien acogida en particular por estudiosos de la historia comparada de religiones y por historiadores del arte dedicados a la investigación de las culturas antiguas de China. En este sentido, términos chinos como el de “wu”, que aparecen en fuentes escritas antiguas y que denotan a determinados funcionarios religiosos, por lo general se traducen con el equivalente de “chamán”. De hecho se afirma con frecuencia que este signo chino representa a personas que realizan danzas chamánicas, al respecto de las que se cree que se trata principalmente de ritos de exorcismo y de actos religiosos para atraer la lluvia. Sin embargo, tal equiparación con la palabra “chamán” resulta controversial en lo que respecta a las civilizaciones tempranas de la Edad del Bronce, como la de la cultura o dinastía de Shang siglos XVII a XI a.C.), si bien tal asociación es más clara para el periodo siguiente de la Dinastía Zhou (siglos XI al III a.C.), para la cual en los documentos históricos figuran una serie de personajes involucrados en tales prácticas. Según un análisis realizado por el profesor en arte y arquología china, Lothar von Falkenhausen, de la universidad de  UCLA (1995), éstos se encontraban vinculados a la burocracia estatal, en cuyo ámbito intervenían en diversos tipos de rituales extáticos. Principalmente en situaciones de crisis y calamidades naturales, siendo reclutados en forma esporádica con base en sus habilidades chamánicas.  Según K.C. Chang, el uso del término de chamán para la palabra china “wu” constituye una práctica común dentro de los círculos de los sinólogos, aunque ésta en ocasiones también ha sido traducida como médium o mago. Actualmente la palabra también se emplea como equivalente para hablar de brujos o hechiceros. Las palabras chinas para chamán y danza no solamente poseen un parentesco semántico sino también se afirma que sus signos arcaicos representan a personas que bailan con ramilletes de plumas en sus manos. Aunque hasta la fecha resulta controversial la identificación del signo arcaico en cuestión, tal como aparece en las inscripciones oraculares, con el carácter posterior para “wu”.

De acuerdo con Chow Tse-tsung, el término de wu pudo haber derivado del sonido de los pendientes de jade con los que se ataviaban los chamanes durante sus danzas rituales. En cambio, K.C. Chang afirma que el signo de wu, que según este autor se puede reconocer también en los registros sobre los huesos oraculares encontrados como formando parte del archivo real de los dinastas que gobernaron en el periodo de Shang tardío (siglo XIII a XI a.C.) y  que figuran de la misma manera en inscripciones sobre objetos de bronce de esta etapa, se compone de un par de escuadras, usadas por los chamanes para el manejo del círculo y del cuadrado, por lo que deben de haber constituido instrumentos claves en la comunicación que estos especialistas religiosos entablaban entre los niveles cósmicos del universo chino. Cree Chang que wu es un término genérico que hace referencia a aquellas personas o gobernantes que tenían acceso al cielo y la tierra. Asimismo, en la definición de la palabra wu contenida en el diccionario enciclopédico más antiguo de China, que data del periodo del Imperio Han (206 a.C. – 220 d.C.), se dice que estos expertos rituales son seres capaces de servir a los espíritus y que bailan hasta lograr el “descenso” (en chino jiang) de estos seres fantasmales, refiriéndose el signo para chamán a una persona con las mangas extendidas que está en un acto de danza. En el mismo documento se especifica que los wu se encuentran agrupados dentro de los.invocadores (zhu). Según Von Falkenhausen: «Son mujeres que pueden hacer servicios a los que no tienen forma y hacer que los espíritus desciendan mediante sus danzas”. Los invocadores eran aquellos oficiantes dentro de la jerarquía ritual que veían por la observación y el correcto cumplimiento de los procedimientos seguidos en las ceremonias de la corte estatal. Es además interesante observar que en dicho diccionario la designación de wu se restringe a mujeres. Pero al respecto dice Von Falkenhausen que en tiempos de Zhou el término se usaba para referirse a expertos extáticos de ambos sexos. Y el énfasis puesto en chamanes femeninos en el contexto de las fuentes documentales de la etapa imperial se debe a la formulación de marcos cosmológicos ‘sistematizantes’ dentro de la historiografía confuciana oficial, en donde se incorporaron, entre otros, los esquemas de la complementariedad de los elementos del yin y del yang.

Por su parte, para hablar de la existencia de chamanes en la China antigua, se recurre por lo general a un pasaje contenido en la Crónica de los Estados Combatientes (Guoyu), que data del periodo del mismo nombre que se ubica a finales del período de Zhou Oriental (siglos V a III a.C.), que corresponde a una etapa en la historia temprana de China en la que se dieron importantes cambios a nivel tecnológico, con la introducción del hierro, por ejemplo, económicos y sociales, pero también en el terreno del pensamiento, puesto que es en este momento cuando surge una gran cantidad de escuelas  filosóficas, entre las que destacan el confucianismo y el daoísmo. En dicho pasaje del Guoyu (se refiere que: «En tiempos antiguos, hombres y espíritus no se mezclaban. En aquél tiempo había ciertas personas que eran a tal grado perspicaces, centrados y respetuosos que su aprehensión les facultó hacer una relación con sentido en cuanto a lo que está arriba y abajo, y su comprensión los iluminó respecto de lo distante y lo profundo. Por ello, los espíritus descenderían para entrar en ellos. Los que poseían tales poderes, si eran hombres se llamaban xi (chamanes) y si eran mujeres eran llamados wu (chamanas). Eran ellos quienes supervisaban las posiciones de los espíritus en las ceremonias, les hacían sacrificios, o manejaban otros asuntos religiosos. Los espíritus enviaban sus bendiciones a las personas, y aceptaron a sus ofrendas. No había calamidades naturales». Pero dado que la traducción del término de wu como chamán sigue siendo polémica, sinólogos como Von Falkenausen quienes han adoptado una posición un tanto crítica con respecto a la existencia del chamanismo en la China antigua, prefieren hablar más bien de “médiums espirituales”. Al respecto y tal como subraya Paper (1995), pese a la considerable importancia que deben de haber tenido las prácticas extáticas en el sistema religioso temprano de China, tanto en el contexto de la élite como posiblemente también en el de la religión popular, es preciso distinguir entre diferentes tipos de experiencias y manifestaciones extáticas, puesto que dentro de una definición estrecha, el fenómeno del chamanismo quedaría restringido a los grupos siberianos como de los tunguses, a partir de los cuales se definió esta práctica religiosa.

Así por ejemplo, para Ake Hultkrantz quien estudió el chamanismo entre los lapones escandinavos y los grupos nativos de América, el vuelo chamánico que constituye un elemento principal en la caracterización del chamanismo como una técnica arcaica del éxtasis, aun cuando es un aspecto común entre dichos grupos, no puede ser tomado como un rasgo diagnóstico. Hultkranz define al chamán como un “funcionario social que, con la ayuda de un espíritu guardián, adquiere la éxtasis para comunicarse con el mundo sobrenatural, para el beneficio de los miembros de su grupo”. Por tanto, un chamán establece una conexión con el mundo sobrenatural en un estado alterado de conciencia, no en función de una experiencia personal, como es el caso de manifestaciones místicas en algunos complejos civilizatorios asiáticos, sino por el bien de su comunidad.  En esta definición de lo que se puede considerar a un chamán, se incluyen tres elementos principales: Su función social;. la invocación de espíritus guardianes; y un estado de trance que puede variar en intensidad. Empero, con respecto a este último rasgo, se traza por lo general una distinción entre el trance chamánico y el trance de posesión de los médiums. Mientras que los chamanes invocan a los espíritus para ayudarles en su misión y pueden controlar a los espíritus, los médiums son poseídos por los espíritus en forma involuntaria.  En opinión de Paper, el primer tipo de manifestación extática, el del chamanismo propiamente dicho, se encuentra ampliamente distribuido en el norte del continente euroasiático así como en América del Norte y del Sur, mientras que la experiencia extática conocida como espiritismo se observa para zonas de Africa Subsahariana, Asia del Sur e Indonesia. El mismo autor cree que este último tipo que se encuentra principalmente en grupos cuya subsistencia se basa en la horticultura o agricultura. En Asia pudiera estar relacionado con la difusión del cultivo del arroz que en diferentes momentos históricos llegó a sustituir a las ancestrales culturas cazadoras-recolectoras con orientación masculina. En este escenario social de grupos igualitarios de cazadores, recolectores y pescadores, en los que aún no existen especializaciones de tiempo completo, el chamanismo de hecho es considerado como el aspecto predominante de sus creencias y prácticas religiosas. Sin embargo, en amplias zonas del Asia Oriental parece acusarse más bien una fusión entre ambas manifestaciones extáticas, lo que por su parte explicaría – de acuerdo al mismo autor – el que en países como Corea las mujeres representen importantes figuras chamánicas.

Afirma Paper que el chamanismo constituye una experiencia universal que ha existido en cada etapa cultural de la humanidad, aunque se asocia más a las sencillas culturas de cazadores-recolectores, de los cuales aún sobreviven muy pocos hoy en día. Y en lo concerniente a tiempos actuales, obviamente se han generado una serie de adaptaciones modernas de métodos de curación chamánicos en amplias partes del mundo. Incluso en las sociedades modernas se está recurriendo ampliamente a diversos tipos de experiencias extáticas para entablar una comunicación con entidades sobrenaturales. Dentro del ámbito de países con herencia cultural china, a este respecto se está experimentado todo un nuevo florecimiento de tales experiencias incluso dentro de la República Popular. Y encontramos una expansión de prácticas extáticas en comunidades chinas de ultramar, al igual que en las expansivas economías modernas de Singapur o Taiwán, donde intervienen médiums que actúan en los templos locales cada vez más numerosos para, por ejemplo, revelar números de suerte para ganar premios en loterías. Se trata aquí de una manifestación importante dentro de diversas expresiones culturales de la religión popular. Con relación a las manifestaciones religiosas en la China temprana, en la que se cristalizó el surgimiento de una trayectoria civilizatoria milenaria por lo menos desde el segundo milenio a.C. – empezando por la dinastía Xia (siglo XXI al XVII a.C.) que antecede a la de los soberanos shang -, algunos autores trazan el paso del chamanismo como fenómeno religioso predominante en tiempos pre- y protohistóricos, al de una práctica caracterizada por manifestaciones extáticas espiritistas para mediados del período de la Dinastía Zhou, etapa a partir de la que determinados elementos chamánicos preexistentes parecen haber sido incorporados dentro de una experiencia mística individual, que destaca sobre todo dentro del daoísmo institucional. Es a partir de allí que se debe de haber perdido la función social del chamán y que rasgos como el ascenso chamánico se encuentran plasmados en los vuelos mágicos de los “santos” inmortales del daoísmo. De hecho, se ha sugerido que los inmortales daoístas eran originalmente chamanes quienes habían sido figuras prominentes en culturas regionales del sur de China.

Esto lo infiere Paper  de un análisis del Zhuangzi, obra básica del daoismo filosófico, en cuyos segmentos más tempranos que datan de alrededor del siglo 4 a.C. se encuentran referencias al ascenso chamánico en tanto posible vestigio de una tradición anterior, y donde en secciones más tardías dicho ascenso o vuelo mágico se encuentra asociado a los inmortales y se convierte en una técnica de meditación dentro de una experiencia mística incorporada a la búsqueda de la longevidad. Véase al respecto, por ejemplo, el interesante estudio antropológico realizado por el profesor Stephan Feuchtwang (2000) en comunidades locales de Taiwán y de la China continental. La idea de que los inmortales del daoísmo eran originalmente figuras chamánicas y que a finales del período de Zhou los chamanes de épocas anteriores habrían adoptado una experiencia mística antisocial ya había sido anotada por Edward Schaefer al constatar que: “…los xian [inmortales] habían abandonado el útil papel social de los antiguos chamanes y, casi como todos los daoístas, solamente buscaban su propia salvación. Sin embargo, ellos no han olvidado las técnicas arcaicas de la proyección del alma, y ellos siguieron soñando con vuelos mágicos a paraísos en el mar y el aire”.  Es entonces durante la Dinastía Zhou de la China Antigua cuando se debe de haber generado una evolución desde experiencias extáticas heredadas de una tradición chamánica anterior, hacia las manifestaciones espiritistas más características de las prácticas daoístas que incluyen el trance de la posesión por los espíritus invocados por los médiums, los cuales siguen siendo figuras muy activas dentro de la religión popular de varias zonas del Este de Asia. Precisamente para esta etapa de la transición entre los fenómenos extáticos del chamanismo y del espiritismo encontramos indicios de una posible combinación de ambas experiencias religiosas en el contexto de los rituales de sacrificio practicados por miembros de la aristocracia. En tales rituales realizados principalmente en ocasión de los servicios funerarios, se recurría a una experiencia extática para la comunicación con los espíritus de los muertos, tal como se puede desprender de algunos pasajes de documentos escritos de los períodos de las  dinastías de Zhou y de Han. Así, en el documento conocido como el Lunheng, que data del siglo 1 d.C., existe la siguiente anotación: “Los muertos de generaciones pasadas ponen a la gente en trance y los usan para hablar. Cuando los wu oran con sonidos misteriosos, hacen descender las almas de los muertos, que hablan a través de las bocas de los wu”.

Asimismo, la Oda 209 del Shijing o Libro de los Cantos, uno de los documentos históricos más tempranos, posiblemente del Zhou tardío, y que forma parte de los famosos clásicos confucianos, contiene la siguiente narración: «Los rituales han sido completados; Las campanas y los tambores han sonado. El descendiente piadoso se coloca en su lugar; El invocador oficiante hace su anuncio: “Los espíritus (ancestrales) están ebrios”; El representante augusto de los muertos asciende; Los tambores y las campanas lo escoltan; Los protectores divinos (espíritus) regresan a su morada. Los músicos llegan y tocan Para que lleguen las bendiciones; La comida está colocada: Ninguno se queda con hambre; todos están contentos. Embriagados y satisfechos, Todos inclinan sus cabezas y señalan: Los espíritus gozaron el alcohol y la comida; Le van a dar una larga vida al señor…Muy grato y oportuno. Todo está completado”.  Es obvio que aquí la secuencia de los rituales practicados aseguraba un estado de trance. Después de adivinar el día propicio para ofrecer sacrificios a los espíritus  de los ancestros, el oficiante, los descendientes y otros participantes ayunaban durante siete días para “…llevar la mente a un estado de una determinación fija” según se menciona en el Liji o Libro de los Ritos, que es otro de los clásicos confucianos. A continuación se escogía entre los participantes en el ritual, al shi o el que personificaba al difunto, quien procedió a invocar los fantasmas del muerto. Y en el día del sacrificio realizado en el templo del clan, ya habiendo adoptado las características del fallecido, éste ingiere los alimentos y las bebidas ofrendadas. Después de haber tomado nueve copas de vino en las vasijas rituales de bronce, que eran de un tamaño considerable, en un estado de trance provoca que bajen los espíritus y finalmente termina en comunicar las bendiciones a los vivos. La cantidad del alcohol ingerido después de los días de ayuno indujo aquí la experiencia extática. Paper, que reconstruye esta secuencia, opina que la intoxicación por alcohol por parte de la élite en estos rituales de sacrificio, quizás llevó a la suposición de que los espíritus tenían que estar ebrios para poder ofrecer sus bendiciones. Asume el autor que se trata al respecto del ritual religioso más difundido entre la élite y que todos los integrantes de este sector social privilegiado alguna vez pasaban por tal experiencia extática.

A ello cabe agregar la existencia de los diversos expertos extáticos que oficiaban en una gran cantidad de ceremonias oficiales dentro del ciclo ritual anual así como en sucesos incidentales. Sin embargo, tal como señala Von Falkenhausen (1995), en lo que concierne a la etapa final de Zhou, los chamanes tenían una posición de bajo estatus dentro de la jerarquía ritual del aparato gubernamental. Por lo que y según afirma el mismo autor, se trata aquí más bien una especie de virtuosi religiosos que ni siquiera ocupaban rangos oficiales dentro de la administración estatal vinculada al Ministerio de los Ritos, por lo que en su mayoría parecen haber sido empleados ad hoc gracias a sus dotes mágicas. Dentro de esta institución gubernamental, en cuyas divisiones administrativas los chamanes figuran al lado de diversos funcionarios al servicio de la corte real, tales como adivinos, músicos, escribas y personal a cargo de los templos ancestrales, estos expertos versados en artes extáticas se encontraban claramente subordinados a los oficiantes designados como invocadores e intervenían principalmente en rituales funerarios, en sacrificios a las entidades sobrenaturales y los ancestros así como en ceremonias de curación y de petición de lluvias. Von Falkenhausen desprende de anotaciones posteriores al Libro de los Ritos, que en tales actos estos intermediarios entre los seres humanos y las entidades sobrenaturales eran poseídos por los espíritus. Infiere que eran especialmente activos en situaciones adversas y de desgracias. Resume así sus funciones principales: “En casos de sequías y calamidades, se dirigían directamente a los poderes sobrenaturales del Cielo y la Tierra. Además, eran expertos en tratar con fantasmas temibles y peligrosos […] y con sustancias dañinas…”.Los   interrogantes   que   Frawley   plantea   en   Gods,   Sages   and   Kings   se examinan  también  en un  libro titulado   In  Search of  the  Cradle  of Civilisation,  de George Feuerstein, Subhash Kak y David Frawley. Como sugiere el   título,   los   autores   arguyen   que   la   India   es   la   «cuna   de   la   civilización»   y  que   hay   pruebas   de   que   la   cultura   védica   ya   existía   en   el   7000   a.C.  Señalan   que   el   mito   según   el   cual   la   creación   tuvo   lugar   a   partir   de   un océano   de   leche   revuelto   parece   referirse   a   la   Vía   Láctea,   a   la   vez   que   el movimiento   de   revolución   -como   en   Santillana-   se   refiere   al   «molino   de Hamlet»   o   precesión de los equinoccios,   y   que   los   antiguos   hindúes   consideraban   un acontecimiento alarmante el paso del punto equinoccial de una constelación a otra, que representaba el final de una era.

Los argumentos que se exponen en   In Search of the Cradle of Civilisation   hacen   pensar   inevitablemente   en   los   de   John   Anthony   West,   Robert Bauval   y   Graham   Hancock.   De   hecho,   los   autores   mencionan   la   opinión   de Robert Schoch en el sentido de que es posible que el origen de la Esfinge se remonte   al   7000   a.C.   Pero   desconocían   los   argumentos   astronómicos que   desde   entonces   han   empujado   a   West,   Hancock   y   Bauval   a   datar   la Esfinge en el 10500 a.C. Si estos argumentos son válidos, la sugerencia de   que  la   India   es   la   cuna   de   la   civilización   porque  los   Vedas   parecen   refe rirse   a   fechas   tan   remotas   como   6000   a.C.   pierde   gran   parte   de   su  fuerza. En   cambio,   también   podría   argüirse   que   los   datos   astronómicos   que  presentan   Feuerstein,   Kak   y   Frawley   demuestran   que   los   antiguos   hindúes compartían   la   obsesión   egipcia   por   observar   las   estrellas   y   la   precesión   de los   equinoccios.   En   tal   caso,   cabe   aplicar   a   la   India   antigua   los   mismos argumentos   que   al  Egipto  antiguo.  En   Egipto  tenemos  la  sugerencia   de   que puede  que  la  civilización  dinástica  del  tercer  milenio  fuera  precedida  de  una civilización mucho más antigua que fundaron los supervivientes de una gran inundación,   los   cuales   proyectaron   las   pirámides   y   construyeron   la   Esfinge en 10500 a.C. En la India, al parecer, la gran civilización de la llanura del Indo   y   el   Sarasvati   tuvo   unos   precursores   cuyo   gran   logro   fue   el   Rig-Veda.  Frawley   sugiere   la   posibilidad   de   que   la   civilización   de   los   «precursores» datase   del   7000   a.C.,   que   casualmente   es   la   fecha   que   Schoch   sugirió para   la   Esfinge.   No   parece   haber   ninguna   buena   razón   por   la   cual   la civilización de los hindúes védicos no deba atrasarse otros 3000 años.

El   «conocimiento»   del   hombre   antiguo   no   concordaba   con   el   sentido que   damos   hoy   a   esta   palabra:   conocimiento   que   podía   clasificarse   en   una enciclopedia.   Era   un   sentido   de   participación   intuitiva   en   el   universo,   un sentido   que   crecía   lentamente.   Santillana   dice:   «El   pensamiento   arcaico   es cosmológico   por   encima   de   todo;   afronta   las   consecuencias   más   graves   de un   cosmos   de   maneras   que  repercuten  en   la   posterior  filosofía   clásica…   No puede reducirse a algo concreto». Un   animal   experimenta   la   sensación   de   ser   una   criatura   que   debe ajustarse   -de   manera   esencialmente   pasiva-   al   universo   que   la   rodea. Cuando dejó  de  ser  un mero  animal,  el  hombre  también dejó  de ser  pasivo. Empezó a tener la sensación de que podía hacer algo por controlar el mundo en el cual se encontraba. Al principio este intento de ejercer control llegó por medio   de   diversos   rituales,   incluido   el   canibalismo   ritual.   El   «hombre verdadero» empezó como animal religioso. Al   cabo   de   unos   cuantos   cientos   de   años,   el   hombre   de   Neandertal había evolucionado tanto que su cerebro era una tercera parte mayor que el del hombre moderno. El zoólogo Nicholas Humphrey no entendía por qué el cerebro   del   gorila   es   mucho   mayor   de   lo   necesario,   hasta   que   comprendió que era debido a la vida social del gorila, que es extraordinariamente rica. En efecto, un gorila recién nacido asiste a una especie de universidad en la cual aprende un comportamiento social complejísimo. Es casi seguro que ocurría lo mismo en el caso del hombre de Neandertal. Sin   embargo,   fue   el   hombre   de   Cro-Magnon   quien   dio   el   siguiente   paso inmenso   al   crear   la   magia   cinegética.   Tuvo   la   sensación   de   que   le   daba   un  control   nuevo   del   universo.   Y   también   estudió   los   movimientos   de   la   luna. Nosotros   suponemos   que   meramente   necesitaba   algún   tipo   de   calendario que   le   informara   de   las   migraciones   de   los   animales,   pero tanto   Graves   como   Schwaller   lo   considerarían   bajo   una   luz   totalmente distinta.   Dirían   que   formaba   parte   de   un   rico   y   complejo   sistema   de conocimiento,   un   sistema   «lunar»   que   no   se   parecería   en   nada   a   nuestro conocimiento «solar». Está claro que esto es lo que Santillana también trata de expresar.

En   algún   momento,   como   sugiere   Jaynes,   en   una   fecha   tan reciente   como   1250   a.C.,   el   hombre   empezó   a   crear   conocimiento «solar»,  la clase de conocimiento que se puede incluir en las enciclopedias, los diccionarios y las tablas de logaritmos. La diferencia que existe entre los dos tipos de conocimiento  pude definirse como la diferencia entre la visión interior y la simple información. Cuando Arquímedes salió de  un   salto   del   baño   y   gritó   «¡Eureka!»   acababa   de   tener   una   súbita   visión interior de los cuerpos flotantes. Expresó esta visión interior bajo la forma de una «ley» que cualquier estudiante puede aprenderse de memoria: todo cuerpo sumergido en un líquido pierde  una  parte de su peso, o sufre un empuje  de abajo   arriba,   igual   al   del   volumen   del   agua   que   desaloja.   Parece   bastante sencillo. Pero ¿cómo lo utilizaríamos si, al igual que Arquímedes, tuviéramos que idear un método para averiguar si un orfebre ha adulterado el oro de una corona   con   algún   metal   de   baja   ley?   Para   resolver   este   problema necesitamos una visión interior de la ley de los cuerpos flotantes. Por esto, en  el   Fedro   de Platón,  el  rey  Thamus  expresa  dudas  cuando el dios Toth le dice que su invención de la escritura es un gran avance para la raza humana. El rey contesta que sólo servirá para hacer que el hombre sea mentalmente perezoso y para disminuir sus facultades mentales. El   conocimiento   solar,   que   puede   almacenarse   en   enciclopedias,   es utilísimo.   Pero   no   puede   substituir   realmente   aquel   sentido   íntimo   del universo   -y   de   nuestra   participación   en   él,   que   nuestros   antepasados   que observaban las estrellas fueron los primeros en adquirir. Esto nos lleva a una de las conjeturas más interesantes sobre estos antepasados que observaban las estrellas y que probablemente tienen continuidad en los actuales chamanes.

noviembre 23, 2012 - Posted by | Egipto, Historia, Historia oculta, India, Mayas, Otras ant. civil., Otros, Otros

2 comentarios »

  1. Interesantísimo. Estoy impresionado por tu capacidad de síntesis y para interrelacionar la información. Me gustaría regalarte mi libro (Marineros de piedra), si me proporcionas una dirección postal. Estoy convencido de que contiene información que ayuda a clarificar el tema del origen de la civilización (entre otras muchas cosas). Mi email es: mangoveg@gmail.com

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    Comentarios por Manuel | noviembre 26, 2012 | Responder

  2. brillante….!!!!

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    Comentarios por silvia | abril 3, 2015 | Responder


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