El chamanismo y las fuerzas o espíritus invisibles 2/2
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El Investigador Graham Hancock presentó su tesis de que entidades «sobrenaturales«, como los alienigenas y las hadas, son seres transdimensionales que los seres humanos encuentran durante los estados alterados de conciencia. La capacidad de cambiar de forma ha sido atribuida desde hace milenios, tanto a los aliens, como a los duendes, los nagas y otras entidades. Alrededor de hace 35.000 a 40.000 años, los seres humanos sufrieron un importante cambio genético y la aparición de cuevas y pinturas rupestres son prueba de ello, dijo Hancock, quien señaló que algunas de sus pinturas eran de extraños seres. Él cree que estos representan las entidades sobrenaturales, y a través de estados alterados, probablemente debido a la ingestión de plantas alucinógenas planta, los humanos aprendieron técnicas avanzadas de sus encuentros con estos misteriosos seres. La humanidad está en una encrucijada, Occidente ha perdido el contacto con el mundo espiritual, y muchos de los males del mundo se deben a esto. Como parte de su investigación experimental, Hancock viajó a América del Sur y tomó el brebaje psicodélico Ayahuasca. Durante una de estas eperiencias describió un encuentro con un ser extraño. Pero en lugar de ser un extraterrestre, sugirió que habitaba en otra dimensión a la que sólo se puede acceder cuando uno está en un estado alterado. Por chamanismo entendemos las tradiciones de origen «prehistórico» propias de los pueblos mongoloides, comprendidos los indios de América. En Asia encontramos este chamanismo propiamente dicho no sólo en Siberia, sino en el Tíbet, en la forma del BönPo, en Mongolia, Manchuria y Corea. La tradición china prebúdica con sus ramas confucionista y taoísta se vincula igualmente con esta familia tradicional, así como en Japón, donde el chamanismo ha dado lugar a esa tradición particular que es el Shintô. Todas estas tradiciones se caracterizan por la oposición complementaria entre la Tierra y el Cielo y por el culto de la Naturaleza, contemplada en la relación de su causalidad esencial y no de su accidentalidad existencial.
Los Bons o Dugpas, llamados también «Hermanos de la Sombra», conforman una secta del Tíbet vulgarmente llamada «los bonetes rojos». Son tenidos como los más versados en hechicería. Habitan el Tíbet occidental, el pequeño Tíbet y el Bhután. Todos ellos son Tatrikas, y se supone que practican la peor forma de magia negra. Algunos ritualistas que han visitado las fronteras del Tíbet confunden los ritos y prácticas de los Dugpas con las creencias religiosas de los Lamas orientales, los «bonetes amarillos» y sus Narjols u hombres santos.El Dorje, arma o instrumento al que se le atribuye la virtud oculta de repeler las influencias dañinas, purificando el aire, ha sido empleado por los Bons o Dugpas para ciertos fines de magia negra, y para ellos es como el doble triángulo invertido, el signo de la hechicería. En cambio, para los «bonetes amarillos» o Gelugpas, es un símbolo de poder. Los discípulos pueden compararse a las cuerdas de la vina, eco del alma; la humanidad a su caja armónica; la mano que la pulsa, al soplo melodioso del gran alma del mundo. La sárasuati vina es un instrumento de cuerda empleado en la música de India. Existen varios tipos de vina emparentados con el sitar, el cual forma parte de la familia del laúd. Los diseños de las vinas han evolucionado por años, y han adquirido las más diversas formas. En nuestros días, el tipo más popular es el conocido como vina sárasuati. Posee 24 trastes. Tiene cuatro cuerdas principales que atraviesan todos los trastes y son pulsadas con las yemas de los dedos. Además cuenta con tres cuerdas auxiliares, las cuales pasan sobre un puente arqueado o son empleadas para la producción de acompañamiento rítmico. Para tocar la vina, sus intérpretes deben sentarse con las piernas cruzadas y colocar el instrumento frente a ellos. La pequeña caja de resonancia debe descansar sobre la pierna izquierda, el brazo izquierdo debe pasar con la mano cruzada por debajo del brazo del instrumento, de modo que los dedos queden girados hacia arriba para pulsar las cuerdas. El cuerpo principal de la vina debe descansar sobre el piso, y es parcialmente soportado por el muslo derecho. La mano derecha del ejecutante puntea las cuerdas para producir melodías.En la iconografía de la patrona hinduista de los aprendices de las artes, la diosa Sárasuati, casi siempre se la ve pulsando una vina.
La cuerda que no responde a la pulsación del Maestro, en dulce armonía con todas las demás, se rompe y se la arroja. Así deben ser las mentes colectivas de los Lanus-Sravakas. Tienen que estar acordes con la mente del Upadya, unificarse con la Super-Alma, o separarse de una vez. Esto último es lo que hacen «Los Hermanos de la Sombra», los destructores de sus almas, la espantable legión de los Dag-Dugpa. Nada tienen que ver estos Bons o Dag-Dugpas con aquellos practicantes del Bon, que sí veían la Unión en todas las cosas. Se caracterizan igualmente por la función central del chamán, asumida en China por los Taotsé y en el Tíbet por los lamas adivinos y exorcistas. El Bön (o Bon) es una antigua tradición chamánica y animista tibetana anterior a la llegada del budismo. El Bön influyó mucho en las creencias del Budismo Tibetano, creando una especie de sincretismo religioso. Recientemente, el decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso ha reconocido esta tradición como una de las seis principales escuelas espirituales del Tíbet, junto con las escuelas Kagyu, Nyingma, Sakya, Gelug y Jonang. El fundador mítico del Bön fue Tönpa Shenrab Miwoche quien, según cuentan las tradiciones, naciera en la no menos mítica tierra de «Tagzig Olmo Lung Ring» cuyo centro es el «Yungdrung Gutsek» (o «Yung-drung Gu-tzeg«). Tenzin Wangyal Rinpoche, fundador del «Ligmincha Institute«, es uno de los representantes actuales más importantes de esta tradición. La adaptación del Bon al Budismo, como consecuencia de la presión histórica ejercida por éste sobre el primero, configurará el Bon llamándolo «Bon Blanco«, cuyos textos fundamentales son los Vehículos del Fruto. Por su parte, el «Bon Negro» o Bon Primitivo rechaza el budismo y sus enseñanzas se encuentran contenidas en los 4 Vehículos de la Causa, dando lugar a los nueve vehículos del canon Bonpo. El Bon Negro o Primitivo comprende un conjunto de creencias genéricas sobre la naturaleza y, además, una serie de prácticas chamánicas de corte animista, Esto implica la idea de que todos los seres, debido a la co-pertenencia a una misma naturaleza, pueden ejercer un poder dinámico unos sobre otros. En el universo Bon, que está constituido por 3 mundos: el de los dioses, el de los espíritus y el inferior o de los demonios, se requiere un mediador, el bonpo, que mantenga el equilibrio esencial. No resulta casual, pues, que éste sea considerado un sanador, un oráculo o un psicopompo (guía a los muertos para que alcancen el cielo), que dirige los ritos funerarios. De este modo, el Bon Primitivo del Tíbet se relacionaría entonces con el chamanismo característico del Asia Central y septentrional ya que coincide con ellos en practicar un culto al cielo.
Los seguidores del Bon Negro solo reconocen en el Dalai Lama un soberano civil sin poder religioso. Si mencionamos ahora a la China y al Japón no es para englobar sus tradiciones autóctonas pura y simplemente dentro del chamanismo siberiano, sino para situarlas en relación con la tradición primitiva de la raza amarilla, tradición de la que el chamanismo es la prolongación más directa y también, es preciso decirlo, la más desigual y ambigua. Esta última observación equivale a plantear la pregunta de saber lo que valen espiritualmente las formas siberianas y americanas del chamanismo; la impresión general es que dentro de él existen los niveles más diversos, pero lo que es cierto es que en los pieles-rojas —pues de ellos es de quien hablaremos aquí— se ha mantenido algo primordial y puro, a pesar de todos los oscurecimientos que hayan podido superponerse en algunas tribus en un pasado quizá relativamente reciente. Sacerdotes y magos, los chamanes tibetanos mantienen los ritos funerarios y ceremonias de curación del alma descendientes de la antigua religión del Bon. El Bon y el Bardo-Thodol, cuyo nombre significa liberación por entendimiento del plan que sigue a la muerte, es un tratado sobre la muerte y su después. Contiene una extraña mezcla de elementos tomados de numerosas fuentes. Basta visitar los templos taoístas chinos o leer obras de taoísmo para descubrir en ellas imágenes e ideas análogas a las presentadas en el Bardo-Thodol. Lo que se ha tomado del tantrismo nepalense, de las teorías idealistas de ciertas Escuelas filosóficas del Budismo mahayanista y hasta de otras fuentes, forman en el Bardo-Thodol una extraña mezcla heterogénea que destaca sobre todo en los tratados más voluminosos. Hay razones para creer que el más antiguo origen del Bardo-Thodol se remonta a los fieles de la antigua religión del Bon, y que sobre ese fondo fueron gradualmente superpuestas nociones budistas. Fue escrito en tiempos de Padmasambhava, en el siglo VIII. Luego se perdió y fue encontrado por Rigzin de Karna Ling-Pa, considerado como una emanación de Padmasambhava. Su uso generalizado en todo el Tíbet como ritual funerario, y su aceptación por parte de todas las sectas, bajo versiones variadas, testifican que fue obra de varias generaciones. Buena parte del ritual funerario proviene de la religión del Bon. Es costumbre ritual, tras una serie de ceremonias previas a la muerte, construir una efigie del difunto, una vez que el cuerpo es llevado a los funerales, y esta efigie se coloca en el mismo sitio que ocupó el cuerpo, y se sigue con las ofrendas de alimento hasta finalizar los cuarenta y nueve días del Bardo. Los lamas cantan día y noche para ayudar a que el espíritu alcance el paraíso de Amithaba. Durante los cuarenta y nueve días, se lee el Bardo-Thodol para acompañar al difunto en su viaje y visiones, al mismo tiempo que se realiza toda una serie de ceremonias encaminadas al buen viaje del difunto en el Más Allá.
El tema esencial del Bardo-Thodol es el concepto filosófico de los idealistas mahayanistas, según el cual la «liberación» es un acto mental que consiste en reconocer claramente que no hay otras ataduras que las que tejemos nosotros mismos a nuestro alrededor; que los cielos, los infiernos, los dioses y los demonios no son sino creaciones de nuestra imaginación. La voz «chamán» viene del sánscrito shaman, y según Helena Blavatsky, «los shamanes o chamanes son una especie de sacerdotes magos o sacerdotes hechiceros, sectarios de la antigua religión Bon del Tíbet. Se funda el shamanismo en la creencia de que después de la muerte persiste la individualidad del hombre, aunque se haya desprendido del cuerpo físico, y que sigue viviendo en naturaleza espiritual». Los sacerdotes Bon-Po no se diferencian en nada de los verdaderos chamanes, incluso estaban divididos en Bon-Po «blancos» y Bon-Po «negros»; aunque todos utilizaban el tambor para sus ritos. Algunos pretendían estar «poseídos por los dioses». La mayoría practicaban el exorcismo. Algunos de estos Bon-Po se llamaban a sí mismos «los poseedores de la cuerda celeste». Los «pawo» y los «nyen-jomo» son médiums, hombres y mujeres, y son considerados por los budistas como representantes típicos del Bon. No dependen de los monasterios bon de Sikkin ni de Butan, y parecen ser los vestigios del Bon en su forma más antigua, no organizada, como existía antes de que el «Bon blanco» se desarrollara según el ejemplo del Budismo. Parece que llegan a ser poseídos por los espíritus de los muertos y que, durante su trance, entran en comunicación con sus divinidades protectoras. En cuanto a los médiums Bon, una de sus funciones principales era servir de mensajeros temporales de los espíritus de los muertos, que serían más tarde conducidos al otro mundo. De los chamanes Bon se dice que utilizan sus tambores como vehículos que les permiten desplazarse por los aires. El vuelo de Naro-bon-chung durante su torneo mágico con Milarepa es un ejemplo clásico. La leyenda según la cual Gshen-rab-mi volaba sobre una gran rueda, ocupando la parte central, mientras sus cuatro discípulos iban sentados sobre los ocho rayos, bien puede representar un vestigio de una tradición semejante. Es probable que originalmente el vehículo fuera el tambor chamánico, más tarde reemplazado por la rueda, símbolo budista.
En la cura del chamán bon se efectúa una exploración del alma del enfermo, técnica específicamente chamánica. Una ceremonia análoga tiene lugar cuando el exorcista tibetano es llamado para curar a un enfermo y lleva a cabo una búsqueda del alma del paciente. Para hacer volver el alma del enfermo es necesario un ritual extremadamente complicado que incluye objetos y efigies. El Lamaísmo ha conservado íntegramente la tradición chamánica de los Bon. Incluso los más famosos Maestros del Budismo tibetano se supone que han efectuado curaciones dentro de la más pura tradición del chamanismo. Se conoce el papel que desempeñan los cráneos humanos y las mujeres en las ceremonias lamaístas. El llamado baile del esqueleto goza de especialísima importancia en las representaciones dramáticas que se conocen con el nombre de tcham, y que tienen, entre otros fines, el de familiarizar a los espectadores con las terribles imágenes de las divinidades protectoras que surgen en estado de bardo, esto es, en un estado intermedio entre la muerte y una nueva encarnación. Volvemos a encontrarnos de nuevo con el libro tibetano de la muerte o Bardo-Thodol, que según podemos apreciar tiene cierta estructura chamánica, y aunque no se trata exactamente de un guía psicopompo, puede compararse el papel del sacerdote que recita, en beneficio del difunto, unos textos rituales acerca de los itinerarios post-mortem, con la función del chamán que acompaña simbólicamente al muerto hasta el más allá. Existe cierto parecido de estructura entre los ritos y los mitos Bon-po y el chamanismo, y podemos comprobar la supervivencia de los temas y de las técnicas chamánicas en el Budismo y el Lamaísmo. Un término antiguo para un Maestro practicante de las enseñanzas de Shenrab es Shen. Los Bonpos clasifican las enseñanzas espirituales y practicas que Shenrab expuso, en nueve maneras o vehículos. Estos están divididos en cuatro causas y cinco vías resultantes. El Chamanismo tibetano se encuentra en las primeras cuatro vías causales. Los Chamanes Tibetanos tienen una visión muy terrenal y dualística acerca de la vida, curan las perturbaciones y enfermedades en esta vida sin preocuparse por la próxima vida. Aunque su motivación es la ambición altruista para aliviar a los que están sufriendo, les falta la generación de compasión universal que se encuentra de los demás caminos. Es la ausencia del cultivo de compasión por todos los seres sintientes, y la aspiración para comprender Budeidad como la inspiración para la práctica, la diferencia mayor entre las causas y las vías resultantes.
Estas primeras cuatro vías causales de los chamanes Tibetanos nativos, se llaman: Chashen (Shen de Predicción), Nangshen (Shen del Mundo Visible), Trulshen (Shen de la Ilusión Magica), y Sichen (Shen de Existencia). Chashen, la primera manera, comprende el diagnóstico médico y sanacion, así como las diversas adivinaciones antiguas y los ritos astrológicos realizados por el chaman para determinar si la persona que necesita ser sanado tiene un desequilibrio enérgico, o esta siendo provocando por un espíritu demoníaco, o la energía negativa. Hoy día estos ritos todavía son ampliamente practicados en las comunidades de Tibetanos. La segunda manera, Nangshen, comprende varios rituales para la purificación, invocar energía y reforzar la prosperidad, suprimir y liberar fuerzas negativas, e invocar y hacer ofrendas a las deidades poderosas y pagar rescates a los espíritus demoníacos. Estas prácticas están muy extendidas en Tibet. Las familias llevan a cabo pequeñas prácticas, mientras que las grandes prácticas normalmente se llevan a cabo colectivamente en pueblos, y monasterios. En ritos del rescate, se prepara una figura que representa al beneficiario del rito, o el practicante chaman que está realizándolo. Yo recuerdo cuando mi madre había estado durante mucho tiempo enferma que intentamos sanarla por medio de tratamientos médicos diferentes, pero nada ayudó. Realizamos varios ritos menores entonces, pero éstos no funcionaron. Finalmente invitamos a algunos monjes chaman que realizaron un rito del gran rescate en el que ellos prepararon una figura grande de ella y nosotros la vestimos con su ropa, para que fuera muy parecida a ella. Realizamos el ritual y ofrecimos la figura en su lugar para reembolsarle la deuda kármica a los espíritus. A Ella se le dio un nuevo nombre, Yehe Lhamo, en lugar de su nombre viejo, Drolma, como a modo de un nuevo nacimiento en el mundo, y ella se recuperó de su enfermedad. Los Chamanes de la tercera manera, Trulshen, van donde hay energía fuerte, salvaje. Alli realizan prácticas para conquistar los espíritus y demonios que habitan esos lugares y los subyugan en su servicio. Uno logra esto a través del mantra de la practica (palabras de poder mágico), mudra (gestos simbólicos con la mano para comunicarse con dioses y espíritus), y samadhi (meditación), mientras realizan sadhanas (prácticas devotas) para comprometer varias diosas coléricas como Walmo y Chenmo.
El objetivo de estas prácticas coléricas que se dirigen contra los enemigos de la enseñanza es proteger a los practicantes y la enseñanza contra el peligro y amenazas. Es muy importante realizar estas acciones con una actitud de amor y compasión hacia otros seres, y no debe realizarse solamente para el beneficio del chaman. Trabajar con el alma de vida y muerte, es el rasgo más importante de la cuarta manera, Sichen, que contiene una explicación detallada del principio del la (alma), yid (mente), y sem (mente discursiva). “El la es el rastro kármico que se guarda en el namshe del kunzhi (o la conciencia baja). El sem sigue el rastro kármico y produce experiencias dichosas, dolorosas y neutras que son experimentadas por el yid”. Cuando el alma de una persona viviente está perdida o en desorden, hay prácticas para revocar y reforzar su energía, como la recuperación del alma. Respecto al muerto, hay las explicaciones de 81 tipos diferentes de muerte, como muerte accidental, el suicidio, asesinato, y la muerte siniestra. Siguiendo estos tipos de muerte, es muy importante realizar ritos apropiados, sobre todo si la muerte ocurre en un lugar que se perturba enérgicamente. Por ejemplo, un lugar donde los eventos como accidentes ocurren regularmente. Un método específico de esta via es el de “cuatro puertas”, para vencer a los espíritus negativos, usando 360 métodos diferentes. Hay también ritos fúnebres para guiar el alma inmediatamente después de la muerte, comunicando con el fantasma del difunto y alimentándolo hasta su próximo renacimiento.Uno de las prácticas más importantes realizadas por chamanes Tibetanos del camino del sichen es la recuperación del alma, Lalu, volviendo a comprar el alma, y Chilu, (reembolsando la energía vital). Estas prácticas están extendidas en la tradición Bön y también en todas las escuelas budistas tibetanas. Se podría discutir filosóficamente en muchos detalles sobre el alma y la energía de vida. Pero realmente, la energía de vida es la fuerza que mantiene unidos mente y cuerpo y el alma es la energía vital de la persona. Los negatividades externas pueden causar que estas dos fuerzas sean rechazadas, se perturben, o incluso pierdan. A través de los ritos del lalu y del chilu, estas fuerzas pueden revocarse, pueden repararse y pueden ser equilibradas. Revocar la fuerza de vida en el ritual del chilu, el chaman manda energía como rayos ligeros, como un gancho, para coger las bendiciones de Buddha. El poder de todos los protectores, protectoras y guardianes; el poder mágico de todos los espíritus y ocho clases de seres; y la energía vital de la fuerza de vida de los seres de los seis reinos. Asi invoca esta energía poderosa en todas las esquinas del universo y lo condensa en sílabas que introduce en el corazón de la persona perturbada a través de su chakra de la corona, reforzando su fuerza de vida.
Los chamanes realizan varios ritos de recuperación de alma diferentes. En un rito, un ciervo, que llamará de nuevo el alma, se pone en un plato que flota en un jarrón de leche. El chaman agita entonces la leche con un dadar (flecha de vida larga próspera) para determinar si el alma ha vuelto. De hecho si el ciervo está mirando al altar de la casa cuando el plato deja de revolverse, el rito ha tenido éxito; si mira a la puerta, el rito tiene que ser repetido. En otro rito, el beneficiario tiene que lanzar dados blancos en una tela blanca y apuesta contra una persona de la señal opuesta (según la astrología Tibetana), quién lanza un dados negros en una tela negra. Cuando el beneficiario gana, esto significa que el rito ha tenido éxito. Una de las maneras principales de reforzar la fuerza de vida es la recitación del mantra de la deidad de vida. Los textos dicen que a través de este poder, el chaman revoca la fuerza de vida dondequiera que se ha desviado. En caso de que termine, él la prolonga; en caso de que haya declinado, la refuerza; si se rasga, la cose; si se ha desunido, la ata. La recuperación de la Lalu alma es realizada de una manera similar: el chaman convoca el espíritu que ha robado, o que ha perturbado el alma de la persona, y le ofrece un torma (ofrenda) representando la unión de los cinco placeres de los sentidos – satisfaciéndolo completamente con el objeto visualizado, para que devuelva inmediatamente el alma que ha tomado. Allí también parece ser una conexión fuerte entre la práctica de recuperación del alma y el lungta popular, práctica que se realiza para reforzar la fortuna y capacidad para ‘ alcanzar el caballo de viento. Éste es un rito muy poderoso, realizado por los grandes grupos de Tibetanos, en las cimas de las montañas en el primero, o tercer día del Nuevo Año. Los participantes despiertan e invocan los espíritus montañeses haciendo las ofrendas de humos y tocando a las banderas de oración y tirando las cartas de cinco colores que producen mantras en el espacio para reforzar el prana (aire vital). De esta manera él o ella se sana también y se refuerza, y por consiguiente la capacidad de los participantes, la fortuna y aumento de prosperidad, y cualquier empresa arriesgada que emprenden tiene éxito.
Como curiosidad, debemos reseñar que al escritor americano, David Hatcher Childress, le resulta intrigante el hecho de que Hitler enviase expediciones al Tibet a finales de 1930, poco después de la publicación del libro de Illion, «Oscuridad sobre el Tibet«, y sugiere que su verdadero objetivo era hacer contacto con los grupos ocultistas. Se dice que Hitler conoció a un misterioso monje tibetano que le dijo que Alemania podría conquistar el mundo mediante la creación de una alianza con los «Señores de la Creación«. Cuando los victoriosos rusos fueron abriéndose paso a través de las ruinas de Berlín, parece que descubrieron los cuerpos de varios monjes tibetanos que se habían suicidado siguiendo algún ritual. Y todo parece indicar que pertenecían a la secta BönPo. También se dice que Hitler pretendía escapar al Tíbet para ser ocultado por aquellos cuya alianza había buscado. Karl Heinz Kaerner afirmó haberse reunido con Martin Bormann en Marruecos, informándole que Hitler estaba vivo en un monasterio tibetano y que algún día estaría de vuelta en el poder en Alemania!. Al abordar la cuestión de si esos magos negros realmente vivieron (o aún viven) en el Tíbet, Childress nos recuerda que en su libro «Iniciación e Iniciados en el Tíbet«, la escritora francesa, exploradora y autoridad en el misticismo del Tíbet Alexandra David-Neel (1868-1969 ) describe un encuentro con un hombre que podía hipnotizar y matar a distancia. Nicholas Roerich también menciona a los ocultistas de la antigua religión Bon, que estaban en guerra con los budistas del Tíbet. Como Childress observa: «Shambhala tiene muchas semejanzas con la Tierra de los Inmortales (Hsi Wang Mu) en cuanto a que se dice que es un valle maravilloso y exuberante en las altas montañas, con una torre alta, adornada de jade sólido desde donde brilla una luz brillante«. En el Valle de los Inmortales tal vez realmente había artefactos antiguos de una época pasada vigilado por antiguos Maestros. De todos modos, aunque sin duda intrigantes, las afirmaciones con respecto a la participación de los Nazi con los magos negros del Tíbet no dispone de pruebas documentales y de testigos sobrevivientes.
Tal como hemos indicado al final del anterior artúculo, Alexander Thom, al ver las piedras verticales de Callanish, «el Stonehenge de Escocia», recorrió con la vista la avenida de menhires y se dio cuenta de que su eje principal, que iba de norte a sur, señalaba directamente la estrella Polar. Era obvio que aquellos ingenieros antiguos estaban muy avanzados. Thom, después de estudiar otros círculos de piedras quedó convencido de que sus constructores eran hombres con una inteligencia igual o superior a la suya, y los llamó «Einsteins prehistóricos». Uno de los seguidores de Alexander Thom, la profesora escocesa Anne Macaulay, había seguido los pasos de Thom con una teoría que es igual de controvertida. En «Science and Gods in Megalithic Britain», Macaulay parte del supuesto de Thom de que la geometría más antigua era una tradición no escrita y relacionada con la astronomía. Luego se preguntó a sí misma cómo podían los antiguos astrónomos almacenar su conocimiento a falta de escritura fonética. Obviamente, la respuesta tiene que ser que lo guardaban en la memoria. Pero no se trata de la memoria en el sentido que damos hoy a la palabra. Es un hecho poco sabido que los antiguos habían creado un complejo arte de la memoria que ellos pensaban que podía compararse con cualquiera de las otras artes o ciencias. La estudiosa Frances Yates ha escrito sobre ella en su libro The Art of Memory (1966) y muestra cómo podemos localizar sus orígenes en los antiguos griegos y cómo siguió existiendo hasta la época de Shakespeare. El arte de la memoria no dependía sencillamente del poder del cerebro, sino de una complicada serie de ayudas mnemotécnicas.
Lo que sugiere Anne Macaulay es que el alfabeto fonético se creó como una serie de ayudas mnemotécnicas para anotar las posiciones de las estrellas polares, y que la palabra «Apolo» -el dios de la música- era una de estas ayudas mnemotécnicas básicas. Las letras, de la A a la U, se crearon como ayudas mnemotécnicas para ciertos teoremas geométricos o figuras geométricas con los cuales había números asociados. De hecho, el punto de partida de Anne Macaulay fue su estudio de la antigua escala musical griega. Su teoría de la historia antigua y la geometría de los círculos megalíticos es demasiado complicada para exponerla detalladamente aquí. Pero Anne Macaulay saca una conclusión que hace pensar: que cuando se usa este «código» para condensar la salida meridional extrema de la luna, el lugar ideal para construir un observatorio es precisamente donde se encuentra Stonehenge. Otra conclusión es que todo esto indica que es probable que la antigua ciencia griega -incluido Pitágoras (que nació alrededor de 540 a. de C.)- tuviera su origen en Europa, lo cual es exactamente lo contrario de una sugerencia que se hizo en el siglo XIX en el sentido de que Stonehenge fue construido por griegos micénicos. Anne Macaulay sugiere la posibilidad de que los primitivos griegos fueran comerciantes de estaño británicos procedentes de Cornualles.
Dado que parece que la construcción de Stonehenge empezó hacia el 3100 a.C., su teoría también da a entender que la escritura fonética es alrededor de 1.500 años más antigua de lo que suponemos. Desde nuestro punto de vista, la importancia de toda esto reside en la sugerencia de que existían formas avanzadas de geometría y astronomía mucho antes de que hubiera un método exacto de ponerlas por escrito. Anne Macaulay cree -al igual que Thom- que puede leerse en la geometría de los círculos y monumentos megalíticos, y que sus constructores intentan transmitirnos un mensaje… justamente del mismo modo que Robert Bauval y Graham Hancock creen que los antiguos egipcios transmitían un mensaje en la geometría de Gizeh. ¿Cuándo empezaron nuestros antepasados a usar ayudas mnemotécnicas para anotar los movimientos del sol y de la luna? Parecerá increíble, pero la respuesta es que fue hace como mínimo 35.000 años. En el decenio de 1960, un investigador del museo Peabody llamado Alexander Marshack se encontraba estudiando la historia de la civilización y se sentía peocupado por lo que él llamó «una serie de «súbitamentes»». La ciencia había empezado «súbitamente» con los griegos; las matemáticas y la astronomía habían aparecido «súbitamente» entre los egipcios, los mesopotámicos y los chinos; la civilización misma había empezado «súbitamente» en la Media Luna de las tierras fértiles del Oriente Medio. En resumen, preocupaba a Marshack la misma pregunta que había preocupado a Schwaller de Lubicz y a John Anthony West. Y al igual que Schwaller y West, Marshack decidió que estas cosas no habían aparecido «súbitamente», sino que eran fruto de miles de años de preparación.
Marshack sentía curiosidad por saber si había algún indicio arqueológico de que el hombre se entregara a actividades estacionales (él las llama «divididas en factores temporales») como la agricultura en los tiempos de «antes de la civilización». En ese momento quedó fascinado por las extrañas señales que vio en fragmentos de hueso que databan de la edad de piedra. Al examinarlas con el microscopio, comprobó que estaban hechas con numerosas herramientas diferentes, lo cual era señal de que no databan de la misma época. Por último sacó la conclusión de que una serie de señales que formaban una línea curva en un hueso de 35.000 años de antigüedad eran anotaciones de las fases de la luna. Lo cual quería decir que, en cierto sentido, el hombre de Cro-Magnon habían inventado la «escritura». Pero ¿por qué? ¿Por qué iban a importarle los movimientos del sol y de la luna? En primer lugar, porque era inteligente… tan inteligente como el hombre moderno. Probablemente se consideraba a sí mismo muy civilizado, igual que nosotros. Y una persona inteligente necesita tener un sentido del tiempo, de la historia. Marshack menciona un «palo calendario» de los indios pima de América que representa su historia durante 44 años. Esto quiere decir que el «narrador» indio podía coger el palo, señalar algún año lejano y contar su historia, que estaba representada por medio de puntos y espirales u otras señales apenas visibles. Es probable que el hombre de Cro-Magnon de hace 35.000 años hiciera lo mismo. Y luego, por supuesto, un calendario sería útil para los cazadores porque les diría cuándo volverían los ciervos u otros animales. Sería útil para las mujeres embarazadas que quisieran saber cuándo llegaría el momento de dar a luz. De hecho, un calendario es una de las necesidades básicas de la civilización, el equivalente del reloj digital del hombre moderno.
Pero claro, nos estamos olvidando de otro factor muy importante. Si Schwaller está en lo cierto, al hombre de Cro-Magnon le interesaban el sol y la luna por otra razón: porque era sensible a sus ritmos y los experimentaba como fuerzas vivas. Hoy día, hasta el más escéptico de los científicos reconoce la influencia que ejerce la luna en los pacientes mentales; todo médico que haya trabajado en un hospital confirmará que la luna llena afecta a ciertos pacientes. Sin embargo, comparado con los pueblos aborígenes, el hombre civilizado ha perdido la mayor parte de su sensibilidad a la naturaleza. Si queremos comprender a nuestros antepasados de Cro-Magnon, debe- mos tratar de imaginar seres humanos que sean tan sensibles al sol, a la luna y a otras fuerzas naturales (por ejemplo, el magnetismo de la Tierra) como el paciente mental lo es a la luna llena. Dentro de las prácticas mágicas de los chamanes hay que distinguir la magia ordinaria de lo que podríamos denominar la magia cósmica: esta magia opera mediante las analogías entre los símbolos y sus prototipos. Por todas partes en la naturaleza, comprendido el mismo hombre, encontramos sin duda posibilidades semejantes, substancias, formas, movimientos que se corresponden cualitativa o tipológicamente; por esto el chamán espera subyugar los fenómenos, que por su naturaleza o por accidente escapan a su influencia, por medio de fenómenos análogos —metafísicamente «idénticos»— que él mismo crea y que por este hecho se sitúan en su esfera de actividad; quiere obtener la lluvia, la detención de una tempestad de nieve, la llegada de los bisontes, la curación de una enfermedad, con la ayuda de formas, colores, ritmos, encantaciones, melodías sin palabras. Pero todo esto sería insuficiente sin el extraordinario poder de concentración del chamán, poder que no puede obtenerse sino por un largo entrenamiento en la soledad, el silencio y el contacto con la naturaleza virgen; también puede obtenerse gracias a un don particular y por intervención de una influencia celestial.
Detrás de cada fenómeno sensible hay una realidad de orden anímico que es independiente de las limitaciones del espacio y del tiempo; al ponerse en contacto con esas realidades, o con esas raíces sutiles o suprasensibles de las cosas, es como el chamán puede influir en los fenómenos naturales o predecir el porvenir. Todo esto parecerá extraño, por decir lo menos, al lector moderno, cuya imaginación lleva otras impresiones y obedece a otros reflejos que la del hombre medieval o arcaico y cuyo subconsciente, es preciso decirlo con claridad, está viciado por una multitud de prejuicios con pretensión intelectual o científica; sin poder entrar aquí en los detalles, recordemos simplemente con Shakespeare que «hay más cosas en el cielo y la tierra que todo lo que pueda soñar vuestra filosofía». Pero los chamanes son también, e incluso a fortiori, expertos mágicos en el sentido ordinario de la palabra; su ciencia opera con fuerzas de orden psíquico o anímico, individualizadas o no; no hace intervenir, como la magia cósmica, a las analogías entre el microcosmos y el macrocosmos, o entre las diferentes reverberaciones naturales de una misma «idea». En la magia «blanca», que es normalmente la de los chamanes, las fuerzas puestas en acción, lo mismo que el fin de la operación, son benéficas o simplemente neutras; cuando por el contrario los espíritus son maléficos y el fin lo es igualmente, se tratará de la magia «negra» o la brujería; en este caso, nada se hace «en el nombre de Dios» y el lazo con los poderes superiores está roto. Es obvio que prácticas tan peligrosas socialmente, y tan nefastas en sí mismas, estuvieran severamente prohibidas entre los pieles-rojas como entre todos los pueblos, lo que no significa que nunca hayan conocido en algunas tribus de los bosques —como en Europa al final de la Edad Media— una extensión en cierto modo epidémica, conforme a su naturaleza siniestra y contagiosa.
Si nos apartamos de las teorías evolucionistas, no podríamos creer en un origen pluralista de las religiones y no tenemos ninguna razón para poner en duda el aspecto «monoteísta» de la tradición de los indios, ya que siempre el «politeísmo» puro y simple no es más que un fenómeno relativamente tardío y en cualquier caso mucho menos extendido de lo que ordinariamente se cree. El monoteísmo primordial —que no tiene nada de específicamente semita y que más bien es un «pan-monoteísmo», pues si no el politeísmo no habría podido derivar de ello—, este monoteísmo subsiste, o deja huellas en las tribus más diversas, los pigmeos de Africa entre otras; es lo que los teólogos llaman la «religión primitiva». En las Américas, los naturales de la Tierra del Fuego, por ejemplo, no conocen más que un solo Dios que habita más allá de las estrellas, que no tiene cuerpo y no duerme y las estrellas son sus ojos; siempre ha sido y nunca morirá; ha creado al mundo y ha dado a los hombres reglas de acción. En los indios del Norte —los de las Praderas y los Bosques— la Unidad divina sin duda aparece de manera menos exclusiva y en algunos casos parece incluso velarse, pero no hay en ellos nada comparable con el politeísmo antropomorfista de los europeos antiguos: ciertamente hay varios «Grandes Poderes». Pero estos Poderes están o subordinados a un Poder supremo que se asemeja mucho más a Brahma que a Júpiter, o son considerados como un conjunto, o una Substancia sobrenatural, de la que nosotros mismos somos parte, tal como dicen los sioux. Para comprender este último punto, que sería panteísmo si todo el concepto sólo se redujese a eso, es preciso saber que las ideas sobre el Gran Espíritu se vinculan o con la realidad «discontinua» de la Esencia y entonces hay trascendentalismo, o con la realidad «continua» de la Substancia, y en ese caso hay panteísmo. En la conciencia de los pieles-rojas el aspecto de Substancia predomina no obstante sobre el de Esencia. A veces se habla de un Poder mágico que anima todas las cosas, comprendidos los hombres, llamado Manito (algonquino), Orenda (iroques) y coagulándose —o personificándose según los casos— en las cosas y los seres, comprendidos los del mundo invisible y anímico, y cristalizándose igualmente en función de un determinado sujeto humano, como totem o «ángel guardián» (el orayon de los iroqueses).
Esto es correcto con la reserva de que el calificativo de «mágico» es completamente insuficiente e incluso erróneo en el sentido de que define una causa por un efecto parcial. En cualquier caso lo que importa retener es que el teísmo indio, al mismo tiempo que no es un pluralismo de tipo mediterráneo y «pagano», tampoco coincide exactamente con el monoteísmo abrahamánico, sino que más bien representa una teosofía un tanto «en movimiento» —en ausencia de una Escritura sagrada— y entroncada con las concepciones védicas y extremo-orientales; es importante precisar igualmente la insistencia, en esta perspectiva, sobre los aspectos «vida» y «potencia», que es muy característico de una mentalidad guerrera más o menos nómada. Algunas tribus —los algonquinos y los iroqueses sobre todo— distinguen entre el demiurgo y el Espíritu supremo: este demiurgo tiene con frecuencia un papel algo burlesco, incluso luciferino. Semejante concepción del poder creador y del dispensador primordial de las artes no es particular de los pieles-rojas, como lo prueban las mitologías del Viejo Mundo, donde las acciones de los titanes estaban al lado de las de los dioses; en lenguaje bíblico diremos que no hay Paraíso terrestre sin serpiente y sin esta última no hay caída ni drama humano, ni ninguna reconciliación con el Cielo. Como a pesar de todo la creación es algo que se aleja de Dios, es preciso que haya en ella una tendencia deífica, de tal modo que se puede considerar la creación en dos aspectos, uno divino y otro demiúrgico o luciferino; pero los pieles-rojas mezclan los dos aspectos y no son los únicos en hacerlo; recordemos solamente, en la mitología japonesa, al dios Susano-o, genio turbulento del mar y la tempestad. En suma, el demiurgo —el Nanabozho, Mishabozho o Napi de los Algonquinos, el Tharonhiawagon de los Iroqueses—, este demiurgo no es otro que Mâyâ, principio proteico que a la vez engloba a la Potencia creadora y al mundo, y que es la natura naturans tanto como la natura naturata; Mâyâ está más allá del bien y del mal, expresa la plenitud y la privación, lo divino y lo demasiado humano, incluso lo titanesco y lo demoníaco, y de ahí una ambigüedad que a un moralismo sentimental le cuesta trabajo comprender.
Se identifica como chamanes a personas del mundo que son originarias de lugares que están situados en puntos muy alejados entre sí del planeta. Sin embargo, se engloban a estas personas dentro de un mismo concepto debido a que todos ellos tienen rasgos comunes. Esto es, podemos encontrar a través de cada uno de los cinco continentes a personas que siguen un mismo camino y que tienen unas prácticas comunes y que, por tanto, podemos identificar como practicantes de chamanismo. En origen, semánticamente la palabra chamán proviene del vocablo tungús shamán, que viene a significar sabio o el que tiene sabiduría. Geográficamente, tal como hemos dicho, son originarios de la zona de Siberia de donde procede el fenómeno. Y es a partir de ahí y con el paso del tiempo desde donde se extiende posteriormente. Es desde el centro de Asia desde donde se despliega y lo hace por dos caminos: por una parte, vía estrecho de Bering, hacia América y por otra parte, hacia el oeste, siguiendo el camino migratorio indoeuropeo y se dirige como dicha migración primero hacia el este y norte de Europa, dando origen entre otros a los Godar teutones para, posteriormente, extenderse por el resto de Europa. De hecho, podemos encontrar prácticas chamánicas tanto en los germanos del norte de Europa, en Noruega como en el sur, en los sacerdotes de la Grecia clásica y los misterios eleusinos. Muchas veces se habla de chamanismo refiriéndose a los elementos primitivos de las religiones. Sin embargo, los chamanes son algo más. Se puede identificar a los chamanes como mediums, debido a su contacto con los espíritus, como adivinos o augures, como magos o hechiceros, como sanadores o curanderos. En ocasiones son místicos y poetas. Los chamanes son todo esto, sí, pero no sólo esto. Los chamanes podrían ser identificados con hombres medicina. Hay algo que los separa de todas estas prácticas, que los diferencia.
¿Qué es lo que identifica a un chamán? Para entender lo que los diferencia de otros magos, de otros místicos o curanderos, lo que conforma la definición del chamanismo y de estos estados modificados de conciencia es necesario entender la visión chamánica del mundo. La cosmología de los chamanes está formada por varios mundos, y este es un rasgo común a todos los chamanismos, independientemente de la cultura madre del chamán. La concepción andina, por ejemplo, nos habla de una realidad que se divide en tres mundos: Kay Pacha o mundo del aquí y ahora, Uku Pacha o nivel del ego y Hanan Pacha o mundo espiritual. Para los Kahuna hawaianos la realidad está formada por cuatro mundos: se trata del ike papakahi, el ike papalua, el ike papakolu y el ike papaha, que representan respectivamente el mundo ordinario, el mundo psíquico, el mundo de los sueños y el mundo existencial. El chamanismo es la técnica del éxtasis y el chamán es el maestro del éxtasis. Un chamán es aquél que tiene la capacidad de entrar en un estado de conciencia alterados a voluntad. Se puede definir el éxtasis como un estado psicológico que se caracteriza por un sentimiento absorbente de admiración, de alegría de arrobamiento y a veces de enajenación. Desde una perspectiva teológica hace referencia a un estado de unión con Dios o lo divino por medio de la contemplación y el amor vivido íntimamente. Y exteriormente por la suspensión mayor o menor de la actividad sensorial en relación con el mundo externo. Y esto es lo que define el trabajo del chamán. Si intenta curar, un verdadero chamán no sólo intentará sanar al enfermo en el mundo real, sino que trabajará los todos los mundos a la vez. Como resumen, se puede hablar siempre de varios mundos que coexisten a la vez y sobre los que el chamán va a trabajar. Para el chamán existe el mundo objetivo, que es la realidad tal y como la conocemos, el nivel bajo de la realidad. Pero para él también existe el mundo subjetivo, donde habitan los espíritus de la naturaleza y donde el chamán puede conversar con ellos, donde todo está interrelacionado, todo es sincrónico.
Hay además un mundo simbólico, un mundo de sueños y arquetipos, de Dioses y de Animales de Poder. En este mundo el chamán trabaja con sueños, moldea la realidad. Por último, ven la existencia de un mundo holístico, un mundo de luz, de energía, de unión con lo sagrado. El chamán es aquél que viaja por estos mundos ha través del estado alterado de conciencia: el chamán ha muerto y renacido. Esta muerte y resurrección marca el principio del camino chamánico, la iniciación del chamán. El chamán desciende a los Infiernos o asciende a los cielos, contacta con sus guías y llega al entendimiento. Contacta con los otros mundos para, desde ellos, modificar la realidad. Después renace, regresa a la realidad que abandonó. Es fundamental saber que para el chamán el mundo es lo que crees que es, es decir, cada persona genera su propia realidad. Esto es, cada cuál hace que las cosas sean posibles o imposibles, reales o irreales. Y para ello realiza su trabajo chamánico. Este trabajo consiste en alcanzar un estado alterado de conciencia, de realizar el viaje a esas otras realidades y afectar al mundo objetivo desde el mundo subjetivo y desde el mundo simbólico. Para ello el chamán entra en trance, alcanza precisamente el éxtasis que lo define. Alcanza el éxtasis con muchos métodos, desde el uso de sonidos repetitivos hasta el uso de sustancias psicotrópicas o sustancias enteógenas. Pero no hay que olvidar que en base a esta concepción del universo, a este paradigma, existe una doble lectura para el concepto de trabajo chamánico. Un significado de este trabajo es un trabajo de poder, donde el chamán entra en trance a través de experiencias extáticas para viajar a través de los mundos con el fin de modificar la realidad. Allí el chamán habla con los espíritus, aprende de ellos, trata con los elementales, contacta con los animales de poder, y con sus guías. Desde allí sana los cuerpos y las almas, cura las enfermedades.
Pero también es un trabajo chamánico el trabajo de amor, de autodescubrimiento, más allá de esas acciones mágicas o sanadoras. El chamán sigue un camino de crecimiento interior, con el fin de alcanzar ese mundo holístico, la ascensión. Para los Toltecas, este camino es el Camino del Guerrero. Este camino de trabajo interior consiste en cuatro pasos: conocimiento, transformación, amor y poder. El trabajo chamánico nos acerca al Todo. El chamán cree que esta vida es Maya, un sueño y que la realidad es el Otro Mundo, el mundo de Luz y espiritual. El Chamanismo Esencial dice que somos espíritus, que nuestros espíritus han tomado forma en nuestros cuerpos y que hemos bajado desde nuestro hogar en los cielos a este mundo para aprender en diferentes vidas y existencias. Para los druidas, la vida es un sueño y lo real es el Otro Lado, el otro mundo. Descendemos desde el Castillo de Arianhrod para acercarnos cada vez más al Todo, a la Fuente, aprendiendo reencarnación tras reencarnación. El druida, al igual que el chamán, está unido a la Naturaleza. Ambos están unidos a su entorno. Lo investigan y estudian con el fin de adquirir conocimiento: buscan las propiedades mágicas y curativas de todo aquello de lo que les rodean. Tanto uno como otro hablan con los espíritus de las plantas y los árboles. El chaman conversará con el espíritu de las plantas de poder, que le guiarán en el trance chamánico. El druida contactará con el espíritu de los árboles de sabiduría para que le guíen. En The Roots of Civilisation, Marshack comenta: «Aunque en el paleolítico superior las explicaciones se hacían mediante historias y por medio de imágenes y símbolos, intervenía en ello un alto grado de inteligencia, cognición, racionalidad, conocimiento y habilidad técnica». Dicho de otro modo, el hombre de la edad de piedra poseía todas las capacidades necesarias para crear civilización.Y sin embargo, aunque se encontraba al borde de la civilización hace 35.000 años y vivía en una comunidad lo bastante avanzada como para necesitar un conocimiento de la astronomía, se nos pide que creamos que, de hecho, tardó otros 25.000 años antes de que empezara a dar los primeros pasos vacilantes hacia la construcción de las primeras ciudades. Resulta, en general, poco verosímil.
En su desconcertante y oscuro libro La diosa blanca, Robert Graves propone un punto de vista que está totalmente de acuerdo con las conclusiones de Marshack. Arguye que el culto a la diosa luna (la «diosa blanca») fue la religión universal original del género humano y que en una etapa bastante posterior fue suplantada por el culto al dios sol Apolo, al que Graves considera símbolo de la ciencia y la racionalidad: esto es, del conocimiento del cerebro izquierdo en contraposición a la intuición del cerebro derecho que él asocia con la diosa. Graves cuenta que estaba leyendo la traducción que lady Charlotte Guest hizo de la epopeya galesa The Mabinogion cuando encontró un poema incomprensible titulado «The song of Taliesin». De pronto supo que los versos eran una serie de acertijos medievales cuyas respuestas él conocía. También supo («por inspiración») que los acertijos estaban relacionados con una tradición galesa sobre una Batalla de los Árboles, que en realidad trataba de una lucha entre dos sacerdocios druídicos por el control del saber. El alfabeto druídico era un secreto que se guardaba celosamente, pero sus dieciocho letras eran nombres de árboles cuyas consonantes representaban los meses de los cuales eran característicos los árboles, a la vez que las vocales representaban las posiciones del sol, con sus equinoccios y solsticios. El «calendario de los árboles» se usó en toda Euro- 2. Alexander, Marshack, The Roots of Civilisation, 1972, p. 280. pa y Oriente Medio en la edad del bronce, y se asociaba con la Diosa de la Triple Luna. Dice Graves que este culto fue reprimido poco a poco por el «afanoso culto racional al dios solar Apolo, que rechazó el alfabeto arbóreo órfico a favor del alfabeto fenicio comercial -el conocido ABC- y dio comienzo a la literatura y la ciencia europeas». La idea de Graves corrobora la de Anne Macaulay en el sentido de que el alfabeto moderno estaba asociado con Apolo. También corrobora muchas de las sugerencias que hicimos en el capítulo anterior acerca de la mentalidad «mágica» del hombre de Cro-Magnon, que poco a poco ha cedido ante la mente «bicameral» de hoy. Según Graves, no necesitó «preparar» La diosa blanca en el sentido normal de la palabra, sino que «le fue impuesto». Y lo que «le fue impuesto» fue todo un sistema de conocimiento que está basado en una mentalidad que es totalmente distinta de la nuestra… en premisas «lunares» en lugar de «solares».
Resulta evidente que esto es también lo que trata de describir en líneas generales Schwaller en libros como Sacred Science, y contribuye a explicar su oscuridad: trata de describir una visión remota y olvidada de la realidad empleando un lenguaje que no es en absoluto apropiado para ello. La mención de calendarios antiguos nos recuerda inevitablemente el famoso calendario maya que, como señala Graham Hancock, es mucho más exacto que el moderno calendario gregoriano. Hancock cita a un arqueólogo que pregunta por qué los mayas crearon un calendario tan increíblemente exacto, pero no comprendieron el principio de la rueda. Sabemos, por supuesto, que los mayas heredaron su calendario de los olmecas de mil años antes, pero eso sólo significa que ahora hay que preguntar por qué los olmecas no comprendieron el principio de la rueda. Hancock sugiere que la respuesta puede ser que los mayas -y los olmecas- no inventaron el calendario, sino que lo heredaron: exactamente la sugerencia que hizo Schwaller de Lubicz para explicar el carácter avanzado de la ciencia egipcia. Todos los indicios que hemos considerado hasta ahora señalan que Hancock y Schwaller tienen razón. Lo cual sigue sin responder a esta pregunta: ¿Por qué querría alguien un calendario tan exacto? El Druidismo tiene una clara herencia chamánica. Si se analiza el druidismo, se pueden ver muchos elementos propios de los chamanes, hasta el punto de que se puede decir que los druidas eran chamanes celtas aunque el trabajo chamánico no es lo único que define a un druida, puesto que además de chamanes, son jueces, poetas, historiadores, médicos, maestros, consejeros, artistas, astrólogos, magos. El druida, al igual que el chamán, se comunica con los espíritus de los animales. El chamán se hace uno con el espíritu del animal y asimila el espíritu de sus tótem. De hecho, los druidas llegan a transformarse en esos animales, en hacerse uno con esos ellos. Al igual que los chamanes, un druida es un medium que habla con sus antepasados, recibe información de ellas. Los chamanes son identificados desde la niñez como tales, generalmente a través de alguna señal como un rayo, a través de sueños o a través de enfermedades de los nervios o como la epilepsia. Estos puede señalar a un futuro chamán, aunque también es posible formarse como tal por propio convencimiento, si bien son considerados menos poderosos.
En cualquier caso, no es reconocido como tal hasta que no ha recibido una doble instrucción: una instrucción de orden extático como los trances y otra tradicional donde aprende las técnicas chamánicas, mitología entre otros conocimientos a través de la formación otorgada por los antiguos chamanes Los druidas igualmente eran buscados en muchas ocasiones desde pequeños y si algún niño presentaba posibilidades de poder ser especial era llevado al bosque para someterle a una serie de pruebas. Si se decidía que el niño era apto, se le llevaba a formarse con los druidas. Esta formación en el conocimiento druídico era larga y ardua y pasaba veinte años hasta que el estudiante era iniciado y se convertía en un druida. El druida cree también en varios mundos, como el chamán. Tanto los chamanes como los druidas, realizan viajes a través de los mundos mediante estados alterados de conciencia. El druida, cree en Annwn, lo más alejado de Dios, en Abred o el mundo donde están las cosas corporales y las cosas muertas, Gwynvyd, el mundo de los dioses.,de los cielos, el Otro Lado. hasta alcanzar Ceugant, la unión con el todo absoluto. Como el chamán, el druida modifica su conciencia para conseguir información o realizar trabajos mágicos. Unos y otros lo realizan mediante la ingestión de sustancias tóxicas como la amanita muscaria o a través de cantos, tambores, respiraciones u otros medios. Pero lo más importante es el trabajo interior. Ambos persiguen a través de estas ingestiones de enteógenos para potenciar el trabajo de autodescubrimiento, un continuo aprendizaje, buscando experiencias que sean únicas. El verdadero sentido del druidismo: la Ascensión, la Iluminación, la Awen, el Espíritu que Fluye. Los druidas, como todas la religiones paganas, buscan el conocimiento interno, es el precepto de “Conócete a ti mismo” y siguen un camino hermano al camino del guerrero e intentan llega a la Awen. Para los druidas el camino a la Awen está descrita por un triple camino: la naturaleza, el conocimiento y la verdad. Es a través del conocimiento interno, a través de la verdadera naturaleza del ser, de una concepción real y verdadera de la realidad como llegamos a la Iluminación, a la Awen. Estas tres cosas que son vitales, nos acercan al amor y por tanto a la propia Creación. La verdad para los druidas era realmente importante. De la verdad nacen muchas otras cosas como la honestidad, o la sinceridad. La verdad aplicada a uno mismo y la verdad hacia el mundo. Otra es el conocimiento puesto que para acercarse al amor, a la creación es necesario conocerse a sí mismo, conocer a los que te rodean, conocer tu entorno.
Los Druidas estudian la Creación, la intentan conocer. La contaminación del conocimiento, negar la posibilidad de conocimiento a alguien, es algo atroz para un druida. Y la naturaleza es el resultado de nuestra voluntad, de la unión de nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestra alma. El actos se realiza como representación terrenal de nuestros pensamientos, que son generados a su vez por nuestra propia esencia, por nuestra propia naturaleza y que interactúa con la verdadera naturaleza de la Creación. El chamán se inicia a través de un viaje de muerte y resurrección, viaje que también realizan los druidas, puesto que esta muerte y resurrección se puede observar en las iniciaciones druídicas, donde el jovén que se iba a iniciar moría y volvía a nacer. Se dice que el joven futuro druida era purificado con fuego, sustancias psicotrópicas y cantos y al llegar a otro estado de conciencia era conducido junto a un árbol, donde era colgado dentro de un saco hasta el amanecer, donde renacía. Pero fuera aparte de posibles ceremonias practicadas para iniciarse, el mayor ejemplo de trabajo chamánico y resumen de varias de las características chamánicas, donde se puede ver mejor este trabajo de muerte y renacimiento es en la figura mítica de Taliesín. La leyenda celta nos cuenta que la Awen llega como fruto del caldero de Ceridwen. En la historia, se dice que Ceridwen y su marido tuvieron tres hijos: Morfran (‘cormorán’); Creirwy (‘huevo de cristal’), la más bella doncella del mundo; y Afagddu (‘total oscuridad’), el menos favorecido de los hombres. Para compensarle su tremenda fealdad, Ceridwen decide hacerle sabio preparándole un brebaje mágico en su caldero de Inspiración (es decir, la Awen). El brebaje se preparó a lo largo de todo un año y un día, y Ceridwen pone a dos personas a cuidarlo mientras ella sale a recoger hierbas: un ciego llamado Morda (“buen mar” o “gran bien”), y un niño llamado Gwion Bach (“pequeño inocente”). El última día de preparación, tres gotas del líquido del caldero salpicaron a Gwion, quemándole el dedo. Lo mete en la boca y al instante gana los tres dones de la Awen: la inspiración poética, la profecía, y el poder cambiar de forma a voluntad. El resto del brebaje se vuelve mortalmente venenoso, y el caldero explota, rompiéndose en dos mitades. Con su don de la profecía, Gwion sabe que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usa su don de cambiar de forma para huir en forma de liebre. Ceridwen le persigue en forma de galga, así que él se convierte en pez. Ella se convierte, a su vez, en nutria. El se hace pájaro, ella, halcón. El se convierte en un grano más de trigo entre los del suelo del molino, ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, le engulle.
Después de nueve meses, Gwion vuelve a nacer del vientre de Ceridwen, quien no puede contemplar su asesinato “debido a su gran belleza”, así que le ata dentro de una bolsa de cuero y le lanza al mar en la víspera de Mayo. El primer día de Mayo por la mañana, la bolsa es descubierta en un apostal de pesca, y abierta. La primera persona en contemplar al hermoso bebé dentro de la bolsa dice “Mirad, una frente radiante!”. Y es así que el niño recibe el nombre de Taliesín, que en galés significa “frente radiante”. En este caso, Cerridwen presenta la figura de la iniciadora. Las transformaciones animales de Taliesín nos hablan de los tres elementos de los celtas: tierra, agua y aire: Taliesín se convierte en pez, en pájaro y en mamífero terrestre. Así pues, El nuevo Taliesín, recorre toda la creación, toda la existencia para huir de Cerridwen. El caldero es considerado un elemento de muerte y resurrección por los celtas. De hecho, el caldero Gundestrup celta muestra una imagen del caldero del Dagda, “El siempre húmedo”, en el que eran sumergidos los muertos y salían revividos. El mismo caldero que le significa a Gwion renacer como Taliesín. La miel es un símbolo utilizado por muchas culturas como símbolo de las sustancias psicotrópicas. Odín alcanza la sabiduría al beber el licor llamado Kvasir, de un caldero llamado Odhroerir, ‘Inspiración´: la hidromiel de Mímir, cuya cabeza custodiaba las raices de Yggdrasyl, el árbol cósmico, la fuente del conocimiento. En el Rig Veda hindú, se asimila la figura del Soma como miel. La Ambrosía de los dioses griegos era hecha en parte con miel. Tanto el Soma como la Ambrosía otorgan la inmortalidad y convierten a los hombres en Dioses. De hecho, existe una relación directa de la miel con otras sustancias enteógenas y de la abejas, con las sacerdotisas por ejemplo de los misterios de Eleusis.. En la historia se puede ver una triple iniciación: la bebida del caldero abre la mente del bardo al don de la Awen, la estancia en el vientre de la diosa da al vate sabiduría para entenderlo, la prueba de ser abandonado al mar dentro de la bolsa de cuero capacita al druida para poder conquistar el último miedo: El de la muerte. Gwion bebe tres gotas: una gota para el cuerpo, una para la mente y otra para el alma. Y de hecho, sufre una triple muerte y un triple renacer, que para los celtas no podía ser de otra manera que no fuera triple, puesto que de esta triple manera cubre todos los aspectos de la creación y del renacimiento. Al alcanzar la Awen, Gwion, ya convertido en Taliesín, rememora su verdadera existencia y habla de su estancia en el Castillo de Arianhrod y de las diferentes vidas que ha ido teniendo. Gwion se convierte en el chamán que accede al caldero de la resurrección y bebe de él, bebe de la sabiduría, para renacer de la iluminación fluida de la Awen, para renacer. Una resurrección como Druida, como Bardo, como Vate. Como chamán.
Una posibiliad intrigante la ha sugerido un investigador moderno que se llama Maurice Cotterell, en un libro titulado The Mayan Prophecies (escrito conjuntamente con Adrian Gilbert, colaborador de Robert Bauval en El misterio de Orión ). Cotterell es un ingeniero y científico informático que se sintió interesado por los aspectos científicos de la astrología. Cuando estaba en la marina mercante se fijó en que el comportamiento de sus compañeros de a bordo parecía ajustarse a sus signos astrológicos: que los signos «de fuego» son más agresivos que los de «agua», etcétera. Ahora bien, de hecho, un estadístico llamado Michel Gauquelin ya había planteado esta cuestión y publicado un estudio que indicaba que hay pruebas estadísticas auténticas de ciertas proposiciones de la astrología, tales como que nacen más científicos y médicos bajo el signo de Marte, y que nacen más políticos y actores bajo Júpiter. Un psicólogo escéptico, el doctor Hans Eysenck, fue lo bastante imparcial como para examinar estos resultados, tras lo cual consternó a sus colegas reconociendo públicamente que parecían ser razonables. Eysenck trabajó luego con un astrólogo llamado Jeff Mayo y estudiaron conjuntamente dos grandes muestras de sujetos elegidos al azar para ver si las personas nacidas bajo signos «de fuego» (Aries, Leo, Sagitario) y signos «de aire» (Géminis, Libra, Acuario) son más extravertidas que las nacidas bajo signos «de tierra» (Tauro, Virgo, Capricornio) y «agua» (Cáncer, Escorpio, Piscis). Y aunque las probabilidades en contra eran de 10.000 a 1, las estadísticas, que afectaron a unas 4.000 personas, demostraron que efectivamente era así. Cotterell quiso saber cómo era esto posible. ¿Hay algún factor cósmico que cambie de un mes a otro y explique este resultado intrigante? A los signos del zodíaco (Aries, Tauro, etcétera) se les llama signos «del sol» porque el sol nace sobre un fondo de constelaciones diferentes cada mes. Pero es obvio que las constelaciones no pueden influir en los individuos, toda vez que están a años luz de distancia: decir que nuestro destino está escrito en las estrellas no es más que una forma de hablar, ya que son meramente las cifras en un reloj que nos permiten saber la hora. En cambio, el sol hace algo que ejerce gran influencia en la Tierra; este horno grande y rugiente despide un chorro continuo de energía debido al cual las colas de los cometas salen a borbotones detrás de ellos como banderas ondeando al viento. También tiene variaciones llamadas «manchas solares», que son enormes erupciones magnéticas que pueden causar interferencias radiofónicas en la Tierra. Emiten un «viento solar» de partículas magnéticas que causan la aurora boreal. Cotterell decidió partir del razonable supuesto de que el campo magnético del sol, en particular la actividad de las manchas solares, puede ser lo que afecta a los embriones humanos.
Debido a que está hecho de plasma -gas supercalentado-, el sol no gira de manera uniforme, como gira la Tierra; su ecuador gira casi un tercio más rápidamente que sus polos: 26 días por «vuelta», mientras que los polos tardan 37. A causa de ello, sus líneas de magnetismo se tuercen y a veces sobresalen del sol igual que los muelles sobresalen de un colchón roto; esto son las «manchas solares». Cotterell se sintió muy interesado al saber que no sólo cambia el sol el tipo de radiación que emite cada mes, sino que, además, hay cuatro tipos de radiación solar que se siguen unos a otros de acuerdo con un orden. Así que la actividades del sol no sólo parecen corresponderse con los cambios astrológicos mensuales llamados «signos solares», sino también con los cuatro tipos de signo: fuego, tierra, aire, agua. Debido a que la Tierra también gira alrededor del sol, una rotación solar de 26 días tarda 28 días vista desde la Tierra. La Tierra recibe una lluvia alterna de partículas negativas y positivas cada siete días. Los biólogos saben que el débil campo magnético de la Tierra influye en las células vivas y puede afectar la síntesis del ADN en las células. Así que Cotterell pensó que era muy probable que los cambios en el campo magnético del sol afecten a los bebés en el momento de la concepción. Si así ocurría, había descubierto la base científica de la astrología. Los astrólogos a quienes explicó su teoría no acabaron de quedar convencidos. Según la astrología, lo que nos afecta es el momento en que se produce el nacimiento y no el de la concepción. Sin embargo, esto no parece tener sentido: después de todo, el bebé ya ha vivido nueve meses cuando llega el momento de nacer. De hecho, otro científico ya estaba trabajando en una teoría parecida; en The Paranormal.. Beyond Sensory Science (1992), el físico Percy Seymour sugiere que el feto recién formado se ve afectado por la «red magnética» del sistema solar, que se extiende como pata de gallina entre el sol, la luna y los planetas. Cotterell sencillamente hacía caso omiso de la luna y los planetas por considerarlos sin importancia.
Al obtener un puesto de trabajo en el Cranfield Institute of Technology, Cotterell se apresuró a introducir sus datos en el potente ordenador del instituto. Quería determinar la interacción de los dos campos magnéticos del sol (debida a sus diferentes velocidades de rotación en los polos y el ecuador) y el movimiento de la Tierra alrededor del sol. Lo que salió del ordenador fue un gráfico que mostraba un ciclo rítmico definido cada once años y medio. Los astrónomos han calculado el «ciclo» de manchas solares en 11,1 años. Así pues, parecía que Cotterell se estaba acercando. Los dos campos magnéticos interactivos del sol vuelven al punto de partida, por así decirlo, cada 87,45 días, a lo que Cotterell dio el nombre de bit. Al examinar su gráfico, vio que el ciclo de manchas solares se repite y vuelve al punto de partida cada 187 años. Pero hay otra complicación: la llamada «capa neutra» del sol, que es la zona alrededor del ecuador donde el norte y el sur se compensan perfectamente. Esta capa se comba por efecto del campo magnético del sol, de modo que se mueve un bit cada 187 años, lo que da un ciclo total -antes de que vuelva al punto de partida- de 18.139 años. Y cada 18.139 años el campo magnético del sol se invierte. Cotterell comprobó que este período se dividía en 97 períodos de 187 años, consistentes en cinco ciclos principales, tres de 19 veces 187 y dos de 20 veces 187. Al observar que 20 veces 187 años equivalen a 1.366.040 días Cotterell sintió gran interés. Había despertado su curiosidad uno de los documentos astronómicos mayas conocidos por el nombre de Códice de Dresde, que los mayas utilizaban para calcular los eclipses, así como los ciclos del planeta Venus, a los que concedían muchísima importancia. Los mayas declaraban que Venus «nació» en el año 3114 a. de C., el 12 de agosto. Immanuel Velikovsky creía que Venus había «nacido» de Júpiter y se acercó a la Tierra cuando se dirigía a ocupar su posición actual.
Los mayas calculaban usando un período complicado que llamaban tzolkin -260 días- y, según ellos, un ciclo completo del planeta Venus equivalía a 1.366.560 días. Cotterell se fijó en que esta cifra era igual a la suya de 1.366.040 más dos tzolkin. Se preguntó si era posible que los mayas hubieran sacado por casualidad la misma conclusión sobre los ciclos de manchas solares y que su com-plejísimo calendario se basara en él. Algo más le hacía pensar que quizá estaba bien encaminado. Había observado un hecho bastante curioso: que el bombardeo magnético del sol se intensifica durante los períodos de baja actividad en los ciclos de manchas solares. Esto parecía contradictorio: lo lógico era esperar que disminuyera. Sacó la conclusión de que el fenómeno tenía que ver con los cinturones de radiación que hay alrededor de la Tierra y que se denominan «cinturones de Van Allen» porque fueron descubiertos por el científico espacial James Van Allen en 1958. Estos cinturones se deben al campo magnético de la Tierra y atrapan la radiación solar, que, de no ser por ello, destruiría la vida en la Tierra. Cotterell pensó que los cinturones de Van Allen quedan supersaturados de partículas magnéticas durante los períodos de gran actividad de las manchas solares y de esta manera reducen la cantidad de radiación que llega a la superficie de la Tierra. En los períodos de poca actividad de las manchas solares, permiten el paso de las partículas. Y Cotterell creía que causan esterilidad y otros problemas. Cotterell se inclinaba a datar la decadencia de los mayas a partir de 627 d. de C., año en que la Tierra estaba recibiendo un bombardeo máximo de magnetismo del sol. Ahora se dio cuenta de que 627 d. de C. era también el final del ciclo maya (de 1.366.560 días) a partir del «nacimiento de Venus» en 3114 a. de C. Era también el momento en que el ciclo magnético del sol se invertía. El nacimiento de Venus fue la fecha de la anterior inversión. Sin duda no podía ser una coincidencia.
Bastante más preocupante es el hecho de que el próximo ciclo maya terminará el 21 de diciembre de 2012 (solsticio de invierno), fecha en que el campo magnético del sol volverá a invertirse. Cotterell señala que actualmente se registra un descenso de la fertilidad en los países desarrollados y que la causa puede ser este cambio en el ciclo de manchas solares. Graham Hancock, según hemos visto, cita el año 2030 como el momento en que, de acuerdo con las previsiones, se producirá una inversión de los polos magnéticos de la Tierra que causará numerosas catástrofes. Si Cotterell está en lo cierto, tal vez la Tierra experimente problemas 18 años antes. Pero es posible que, después de todo, tanto Hancock como Cotterell se equivoquen. La Tierra superó su anterior cambio en el campo magnético del sol -en 627 d.C.- sin ninguna catástrofe visible. En el citado año, el emperador bizantino Heraclio invadió Asiria y Mesopotamia y derrotó a los persas cerca de Nineveh, el profeta Mahoma hostigó a los habitantes de La Meca desde Medina y los japoneses mandaron enviados a China. Al parecer, ninguno de los citados se fijó en la inversión del campo magnético del sol. En cuanto al campo magnético de la Tierra, los científicos actuales no tienen ninguna idea sobre cuál es su causa, y mucho menos de por qué su polaridad se invierte de vez en cuando; así que está claro que no puede haber ninguna razón científica por la que deba suceder en 2030 en vez de dentro de mil años. Con todo, las ideas de Cotterell han sido una aportación importante al estudio de las civilizaciones antiguas. Parece haber demostrado de forma muy convincente que el calendario maya tiene un sólido fundamento científico y -una vez más- que el hombre antiguo parecía saber mucho más sobre los cielos de lo que creen los astrónomos modernos. Asimismo, si los mayas basaron su calendario en el ciclo de manchas solares, entonces debemos suponer que este conocimiento se basaba en la intuición más que en el interés puramente científico. Schwaller de Lubicz dice que todo ser vivo está en contacto con las energías del universo, y que cada hora del día tiene sus diferentes neters o vibraciones.
Si Alexander Marshack está en lo cierto, el hombre de Cro-Magnon estudió los cielos porque era consciente de estas energías o vibraciones, y sin duda cabe decir lo mismo de los incas y los mayas. El chaman maya utilizaba un sistema de sanación denominado Hunabku, el cual permitía que no solo ellos, sino también el resto de la comunidad, tuviera la oportunidad de reconectarse con la energía del Sol Central, Dios de la Galaxia y de esa manera podían elevar la frecuencia vibratoria, algo que solía favorecer a los mayas para obtener una visión y una comprensión mucho más amplia acerca de la realidad, y de cada situación. El contacto que el chaman maya establecía con esta energía, favorecía a 3 factores fundamentales que generalmente en nosotros se encuentran dormidos; uno de estos factores es la telepatía, la cual, nos ayuda a conectarnos con la mayoría de las energías sutiles que rodean a la gente permanentemente. De esta maneras, teniendo un pleno desarrollo de la telepatía, el chaman maya era capaz de decodificar los mensajes que le eran enviados constantemente por parte de los dioses. Además, gracias a ello, el chaman maya tenía la conexión que se requería para comprender que todos los individuos del planeta forman un todo, y debido a esto, existe la posibilidad de que todos se conecten entre sí. La sincronicidad es otro de los factores que solía dominar el chaman maya, y cuando hablamos de esto nos referimos a la sincronicidad que les permitía actuar en el momento justo y siempre de la amor manera que pueda ayudar al desarrollo de su pueblo. Sin duda el factor más importante era el amor, debido a que de la única manera en la cual se puede sentir amor por el prójimo, es empezando a amarnos a nosotros mismos, y esto era algo que el chaman maya tenía muy en cuenta. De esta manera, lograba alcanzar la felicidad a través de la compasión, la comprensión y la gracia. Por otro lado, el chaman maya utilizaba la sanacion Hunabku debido a que las vibraciones energéticas de la misma lo convertía en canal de energía la cual hace efecto en donde más se la necesita, y por esta razón la curación que realizaba el chaman maya es históricamente una de las más efectivas. No podemos ignorar el hecho de que las tan famosas profecías mayas, eran dictadas justamente por el chaman maya, y según se dice, las mismas eran dictadas en la mente del chaman maya quien luego las escribía e interpretaba para su pueblo.
La mayoría de las profecías se cumplieron tan y como lo dijeron, y es por esta razón que la civilización maya a recibido tanto respeto a lo largo de la historia. Pero vale la pena tener en cuenta el comentario de uno de los libros más desconcertantes y desesperantes que jamás se hayan escrito sobre el problema de la astronomía y el hombre antiguo: Hamlet’s Mill (1960), de Giorgio de Santillana y Hertha von Dachend. En comparación con Hamlet’s Mill, La diosa blanca de Graves parece un modelo de claridad. Santillana era un profesor de historia de la ciencia muy respetado, pero las editoriales especializdas en libros para universitarios rechazaron Hamlet’s Mill y finalmente publicó la obra en una editorial comercial poco conocida. Así que los colegas de Santillana en la universidad tuvieron dos razones para no hacer caso del libro: no sólo era increíblemente oscuro, sino que, además, el hecho de que lo publicara una editorial no especializada equivalía a reconocer que el libro estaba por debajo de los niveles de erudición aceptables. A decir verdad, parece que la opinión general de los círculos universitarios era que el libro demostraba que Santillana había pasado a engrosar el gremio de los chiflados. Sin embargo, a pesar de su oscuridad, el libro se ha abierto paso lenta- mente, toda vez que es imposible leer unas cuantas páginas sin reconocer que dice algo de tremenda importancia y que Santillana sabe exactamente de qué está hablando. Desde hacía mucho tiempo, Santillana era consciente de que había un punto en el que la historia de la ciencia se fundía con la mitología. Y Hamlet’s Mill deja bien claro que en algún momento Santillana debió de tener una revelación sobre la mitología que le dejó abrumado porque le produjo la sensación de que se le había confiado algún secreto asombroso del pasado. Su colaboradora, Hertha von Dachend, era antropóloga y alumna del mismo Frobenius que había visto a los pigmeos africanos disparar una flecha contra el dibujo de un antílope. También Von Dachend pensaba que los mitos eran algo más que tonterías primitivas. Y «dio con un filón de oro» (al decir de Santillana) cuando se fijó en que dos minúsculas islas del Pacífico sin más distinción que el extraordinario número de lugares sagrados que había en ellas estaban situadas exactamente en el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio: el punto en que el sol «se para» y luego vuelve sobre sus pasos en los solsticios.
La observación de Von Dachend confirmó que el «hombre primitivo» sentía un profundo interés por la astronomía y, por tanto, era menos primitivo de lo que se suponía. Santillana ya había sacado la misma conclusión. Años antes había reconocido que una de las características básicas del hombre antiguo era «la atención minuciosa, constante e inmensa que prestaba a las estaciones. ¿Qué es un solsticio o un equinoccio? Representa la capacidad de coherencia, deducción, intención imaginativa y reconstrucción que difícilmente podríamos atribuir a nuestros antepasados. Y pese a ello, allí estaba. Yo la vi». Dice Santillana que mucho antes de que se inventara la escritura, el hombre estaba obsesionado por las medidas y el contar, por los números… y por la astronomía. Y luego, empleando un lenguaje que hace pensar en Alexander Thom, habla de aquellos «Newton y Einstein olvidados desde hace tanto tiempo». Santillana opinaba que este conocimiento antiguo se basaba en el tiempo, «el tiempo de la música». El argumento básico puede expresarse de manera muy sencilla: que el hombre antiguo no sólo tenía conocimiento de la precesión de los equinoccios, supuestamente descubierta por el griego Hiparco en el 134 a.C., sino que, además, codificó este conocimiento en docenas de mitos. Esta tesis es interesante, aunque no es de las que hacen época. Pero eso es sólo la mitad de la historia. Santillana dice: «Este libro es muy poco convencional… Para empezar, no hay ningún sistema que pueda presentarse en términos analíticos modernos. No hay ninguna clave, y no hay ningún principio a partir del cual pueda deducirse una presentación. La estructura procede de una época en que no existía un sistema en el sentido que damos nosotros a la palabra y sería injusto buscar uno. Difícilmente podía haberlo entre personas que se aprendían de memoria todas sus ideas». Dicho de otro modo, lo que el lector normal espera de él es que hable de los mitos antiguos y luego los explique en términos de la precesión de los equinoccios. Está tratando de decir que no es tan sencillo. «El tema posee naturaleza de holograma, algo que tiene que estar presente en conjunto en la mente».
Hay una manera más sencilla de expresar lo que Santillana trata de explicar. En todo el mundo, en los mitos de docenas de culturas diferentes, hay leyendas que obviamente expresan la misma historia. Sir James Frazer hizo de esto el punto de partida de su famoso libro La rama dorada (Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1944). Frazer decidió que la clave del misterio era el concepto de la fertilidad de la tierra, la necesidad de una buena cosecha. El rey era un mago cuyos poderes garantizaban la lluvia. Si los poderes empezaban a fallar, el rey era ofrecido como sacrificio a los dioses. Finalmente, el sacrificio se volvió simbólico y se convirtió en un ritual en el cual el dios era enterrado y brotaba de nuevo en primavera. Desde luego, el problema en este caso es que se presupone que los mitos se formaron después de que el hombre se convirtiera en agricultor. Lo que se desprende de Hamlet’s Mill es que Santillana estaba totalmente convencido de que son más antiguos, mucho más antiguos. Incluso hay veces en que sospechamos que insinúa que se remontan a decenas de miles de años atrás. En efecto, Santillana presenta un rico tapiz de leyendas de los esquiqumales, los islandeses, los antiguos escandinavos, los indios nor-teamericanos, los finlandeses, los hawaianos, los japoneses, los chinos, los hindúes, los persas, los romanos, los antiguos griegos, los antiguos hindúes, los antiguos egipcios y docenas de otros pueblos, y pregunta: ¿cómo se formaron estas extrañas similitudes a menos que los mitos tengan algún origen en común? Y se inclina a creer que este origen reside en la astronomía. Su punto de partida es un molino de trigo que pertenecía al héroe islandés Amlodhi, que William Shakespeare convirtió en Hamlet.
Al principio este molino producía paz y abundancia y existía en los tiempos de la «Edad de Oro». Esta edad tocó a su fin y entonces el molino produjo sal. Finalmente fue a parar al fondo del mar, donde molía arena y creó el remolino llamado Maelstrom, que es un gran torbellino que se halla en las costas meridionales del archipiélago noruego de las islas Lofoten, en la provincia de Nordland. Con más precisión se le ubica entre las islas Sorland y Væroy de dicho archipiélago. El Maelstrom se forma por la conjunción de las fuertes corrientes que atraviesan el estrecho (llamado Moskenstraumen) entre las islas mencionadas y la gran amplitud de las mareas. El topónimo Maelstrom deriva de la palabra compuesta neerlandesa malen (triturar) y stroom (corriente), es decir: «corriente trituradora», en noruego el nombre más frecuente es Mosktraumen o Moskentraumen (Corriente de la isla Mosken). Antaño muy peligroso para la navegación, las descripciones del Maelstrom realizadas por Edgar Allan Poe y Julio Verne lo describen como un gigantesco vórtice circular que llega al fondo del océano. En realidad, se trata de un conjunto de corrientes y contracorrientes de gran oleaje que discurren a lo largo de unos 18 km. ¿Por qué un molino? Seguramente porque una rueda de molino, el sol, atraviesa las constelaciones en una dirección -Aries, Tauro, Géminis, etcétera- mientras los equinoccios se mueven en la dirección contraria: Géminis, Tauro, Aries. Lo que encarnaba el molino era la idea «de catástrofes y la re-construcción periódica del mundo». Así que los mitos antiguos tratan de catástrofes como el Diluvio. Pero las «eras» que terminan en catástrofe se deben a la precesión de los equinoccios, lo cual significa que nos movemos de era en era: desde la era de Leo en el 10000 a. de C. hasta nuestra actual era de Piscis, y la próxima era de Acuario. Obviamente, si los antiguos pensaban que la precesión estaba relacionada con grandes catástrofes periódicas que destruían a gran parte del género humano, le concederían gran importancia y la estudiarían minuciosamente. Según Santillana, el molino de Amlodhi es una imagen de la precesión de los equinoccios. En nuestro tiempo, los teóricos de la teoría de los «astronautas de la antigüedad» como Von Däniken han señalado los indicios de conocimiento avanzado entre los antiguos y han argüido que demuestran que este conocimiento lo trajeron a la Tierra visitantes procedentes del espacio exterior.
La teoría de la precesión que propone Santillana puede ser una explicación sin recurrir a tales visitantes. Se supone que debieran haber explicado a aquellos que la precesión se debía a la inclinación del eje de la Tierra, que hace que ésta se mueva como una peonza, y que no tiene una equivalencia universal. En tal caso, los mitos que se exploran en Hamlet’s Mill nunca hubieran existido. Como ejemplo de la complejidad del método argumentativo de Santillana, en su obra «The Great God Pan is Dead», empieza contando la historia de Plutarco sobre cómo de una isla griega surgió una voz que llamó al piloto de un barco -un egipcio cuyo nombre era Thamus- y le dijo: «Cuando llegues frente a Palodes, anuncia que el gran Pan ha muerto». Como el mar estaba calmo y silencioso al pasar por delante de Palodes, Thamus hizo lo que le había pedido la voz y de la costa llegaron grandes gritos y lamentaciones. El emperador Tiberio, que se interesaba por la mitología, hizo comparecer a Thamus para escuchar la historia de sus propios labios. Los cristianos tendían a interpretar que esta historia significaba que Cristo había muerto, pues Jesús fue crucificado durante el reinado de Tiberio. Pero Santillana cita a continuación muchos mitos extrañamente parecidos. En el Tirol, existen leyendas sobre los fanggen, espíritus de los árboles que a veces entran en los hogares de los seres humanos en calidad de sirvientes. En uno de los cuentos que recogieron los Grimm un hombre que se dirige a su casa oye una voz que llama: «Portador de yugo, portador de yugo, diles a los de tu casa que Giki-Gaki ha muerto». Cuando repite estas palabras, la sirvienta prorrumpe en llanto y desaparece. Según Santillana, el «yugo» es el eje del molino de Amlodhi. En otro caso se habla de un hombre que está contemplando una reunión de gatos, cuando uno de ellos salta a lo alto de una pared y grita: «¡Dile a Dildrum que Doldrum ha muerto». Al llegar a casa, el hombre cuenta a su esposa lo que ha visto y el gato de la casa grita: «Entonces soy el rey de los gatos», y desaparece chimenea arriba. Santillana pregunta si es posible que el barco de Plutarco sea la constelación Argos y que lleve a bordo el cadáver de Osiris.
No es casualidad que el piloto se llame Thamus, como el rey de Platón que criticó a Toth (el dios Mercurio) por inventar la escritura, lo que convirtió al hombre en un ser mentalmente perezoso y puso fin a una era de «conocimiento interno» del universo. Luego cuenta la historia de unas mujeres que lamentan la muerte de un dios, esta vez Tamuz, que aparece en el libro de Frazer como un dios del grano que muere con la estación. Pero en este contexto, a Tamuz, que es un dios secundario, se le menciona junto con muchos dioses importantes. La respuesta, según Santillana, aparece cuando nos enteramos de la fecha de la fiesta de Tamuz. Tenía lugar durante la noche del 19 al 20 de junio, la fecha que señalaba el comienzo del año egipcio. En aquel día, Sirio, la estrella perro, salía justo antes que el sol. Los egipcios veneraban a Sirio porque a lo largo de 3.000 años continuó saliendo en la citada fecha, desafiando la precesión de los equinoccios. Parece imposible, ya que la precesión afecta a todas las estrellas. Pero Sirio está muy cerca de la Tierra, relativamente hablando, ya que es la segunda de las estrellas más próximas, y tiene mucho «movimiento propio» que le permite aparentemente desafiar a la precesión.Había otra razón, que estaba relacionada con el hecho de que los antiguos egipcios utilizaban un calendario que, al igual que el calendario juliano de los romanos, tenía sólo 365 días por año, en lugar de 365,25, y esta ligera inexactitud también permitió que Sirio aparentemente desafiara a la precesión. De manera que cuando Sirio también sucumbió a la precesión, como sucedió finalmente, se decía que el gran dios Pan había muerto. Se comprende que el método argumentativo de Santillana puede desconcertar, ya que salta del gran dios Pan a las sirvientas y los gatos atigrados. Una vez más hay que decir que es imposible entender Hamlet’s Mill a menos que tengamos presente que no es sólo un intento de argüir que los mitos antiguos reflejan un conocimiento de la precesión. Si sólo se tratara de esto, Santillana hubiera podido salir del paso con un ensayo breve. Necesitó un libro sumamente denso para expresar lo que quería someter a nuestra atención: la increíble riqueza de la mitología mundial y el hecho de que parece señalar alguna forma de aprehender el universo que en nuestra era tecnológica tenemos olvidada desde hace mucho tiempo. Hasta se toma la molestia de atacar a uno de los más grandes estudiosos de los mitos, Ernst Cassirer, a quien considera demasiado «reduccionista».
Los Vedas están escritos en sánscrito, que es una lengua compleja, y que sir William Jones -en 1786- demostró que estaba emparentada con el griego, el latín, el alemán y el celta, lo que fue origen de la expresión «lenguas indoeuropeas». Y si los Vedas hablan del río Sarasvati, parece claro que fueron escritos antes de aproximadamente 2000 a.C. y no más tarde de 1500 a.C., como al principio creían los eruditos. Y si, como parece probable, el sánscrito era la lengua de los arios, entonces también estaba claro que la invasión de éstos no pudo ser en una fecha tan tardía como 1500 a.C. Hay cuatro colecciones principales de himnos védicos: el RigVeda, el Sama-Veda, el Yajur-Veda y el Atharva-Veda, de los cuales se reconoce que el Rig-Veda es el más antiguo e importante. En el decenio de 1980, un estudioso de los Vedas, David Frawley, observó que los himnos del Rig-Veda están llenos de un simbolismo oceánico que parece sugerir que surgieron de una cultura marítima… lo cual, desde luego, se contradecía con la suposición de que los arios procedían de alguna parte de la Europa central. También reparó en que algunos himnos decían que los «antepasados» procedían del otro lado del mar y que se habían salvado de una gran inundación. Frawley estudió las referencias astronómicas que contenían los himnos védicos y sacó la conclusión de que una referencia a un solsticio de verano en Virgo indicaba una fecha de alrededor de 4000 a.C., mientras que otra a un solsticio de verano en Libra señalaba aproximadamente a 6000 a.C. También sacó la conclusión de que los autores de los Vedas conocían la precesión de los equinoccios. Expuso estas ideas revolucionarias en un libro titulado Gods, Sages and Kings (1991). En la sección de astronomía védica, por ejemplo, habla de un mito según el cual el dios del año, Prajapati, se enamoró de su propia hija Rohini y fue castigado por un dios llamado Rudra, que le clavó una flecha de tres puntas. Frawley señala que Rudra es el nombre de Sirio en la astronomía védica, a la vez que la flecha de tres puntas es Orión y Rohini es la estrella Aldebarán.
El mito indica una época en que el equinoccio de primavera se movía de Géminis a Tauro, alrededor del 4000 a.C. Un estudioso llamado B. G. Tilak había sido uno de los primeros en investigar la astronomía de los Vedas y dedica todo un libro a Orión. Nada de todo esto parecerá polémico a quien esté familiarizado con Hamlet’s Mill. Se observará también que los hindúes védicos mostraban gran interés por las mismas estrellas y constelaciones que tenían gran importancia para los egipcios. Frawley señala que Orión simboliza tanto el Varuna de los hindúes como el Osiris de los egipcios y el Urano de los griegos y que los mitos de estos dioses parecen referirse al equinoccio vernal de Orión alrededor del 6000 a.C. Frawley reconoció que la idea de una cultura marítima que databa de antes del 6000 a.C. es muy polémica y que lo más probable es que se rechace de entrada. Sin embargo, como hemos visto, Charles Hapgood la hubiera juzgado muy verosímil. Y lo mismo cabe decir de aquel notable estudioso de la cultura maya que fue Augustus Le Plongeon, que sugirió que colonizadores procedentes de las tierras de los mayas habían navegado hasta Europa y la India miles de años antes de Cristo. Y citó el Ramayana en el sentido de que la India y China fueron invadidas y conquistadas por unos guerreros a los que se conocía como grandes navegantes y arquitectos. John West y Graham Hancock probablemente corregirían el argumento de Le Plongeon y sugerirían que América del Sur, Egipto y también la India se convirtieron en refugio de supervivientes de alguna gran catástrofe mucho antes de 6000 a.C. Entre las tribus aborígenes que habitaron en la India es posible encontrar rastros chamánicos y procedimientos o rituales que sí que presentan rasgos comunes con las prácticas de los chamanes. El hinduismo basa su filosofía en la evolución del hombre en consecución del fin último que es la liberación de la rueda de la vida, el estado de moksha, en el que se funde con el Absoluto. El camino que sigue es el del karma, las buenas acciones, que le van a permitir su evolución tras innumerables reencarnaciones. Su aplicación es general, para todos los hombres, si bien a algunos les cuesta más que a otros, pero no distingue a unos elegidos que posean unas capacidades especiales y unos poderes blindados al resto de sus semejantes a lo largo de sus sucesivas vidas. Que utilice en su ayuda la concentración (dhârana), la meditación (dhyâna), el conocimiento (jñâna), la devoción (bhakti) y un sistema tan utilizado por el chamanismo como es el éxtasis (samâdhi) no implica que sus métodos sean necesariamente chamánicos, pues difieren tanto en la forma de alcanzarlo como en su finalidad.
Sería imposible establecer un comportamiento homogéneo a lo largo de toda la India, pues fueron multitud de tribus, de etnias, las que poblaron este vasto territorio. Durante los siglos XIX y XX muchos han sido los arqueólogos e investigadores que han hecho incursiones en el campo de la mitología tribal haciéndonos llegar datos con los que hacernos una idea de sus creencias y tradiciones. Conviene aclarar que muchas de las tribus aborígenes han sobrevivido hasta hoy en el territorio del Indostán y, si bien han adoptado algunas creencias hinduistas y ellos mismos se consideran a sí mismos hindúes, esto no es obstáculo para que hayan seguido manteniendo vivas ciertas costumbres antiquísimas y prácticas que la tradición brahmánica docta de la India no se atrevería a tener en consideración. En estas tribus, muchas veces, la figura del sabio era bicéfala, por un lado estaba el sacerdote al que se le consultaban los asuntos de rutina, pero también había otra persona que, poseyendo la facultad de intermediar con los espíritus, era el encargado de tratar todo lo que quedaba fuera de lo común. Este medium es lo que podemos aproximar más a la figura de chamán y, dependiendo de la tribu, ponía en práctica diversos tipos de rituales. Es el caso de la tribu de los bondos, en las tierras altas de la región de Orissa, quienes utilizaban a un medium para problemas que se escapaban a su capacidad y durante la ceremonia él caía en trance y profetizaba; se emborrachaba y sus desvaríos se interpretaban como la voz del dios. En Madhya Pradesh, la tribu de los kol, también bifurcaba la figura del maestro, del sabio, atribuyendo al sacerdote un valor más social y reservando al medium la tarea de dirigir el culto a los dioses locales quien, en trance, empezaba a temblar, luego gritaba, se golpeaba a sí mismo y se convertía, en apariencia, en una persona totalmente distinta. Uno de los problemas que más afligían a los primitivos, como a todo el mundo, era la enfermedad, que atribuían sistemáticamente a un disgusto o mala predisposición del dios por lo que recurrían al medium para su solución. Y éste no dudaba en bajar a las regiones inferiores para resolver el problema. Así, entre los ao-nagas, que habitaban en el distrito de Mokokchung, muy cerca de la frontera birmana, el brujo, al recobrarse del trance, contaba que había visto el alma del paciente en los cielos y que había visitado a unos amigos entre los dobles-espíritus que allí habitaban.Otra tribu naga, como son los konyak-nagas, del distrito de Changlang en Arunachal, creían que su medium podía viajar a las regiones de los muertos para rescatar el alma del paciente que había sido raptado aprovechando su sueño.
A este respecto es interesante mencionar que los Nagas son considerados divinidades en la mitología Hindú. Son espíritus acuáticos, aunque también aparecen en tierra. Son divinidades con cuerpo de serpiente, y torso y/o cabeza humanos. Se les suele representar en parejas, con las colas entrelazadas. Las serpientes, y las cobras en general, tienen un papel muy importante en la mitología India. En algunos mitos, se dice que el mundo se apoya sobre las cabezas de serpientes, y que cuando estas se mueven ocurren los terremotos. También se conoce en la mitología India, a los Nagas como reyes de las serpientes, y uno de ellos aparece en el Mahabharata, una epopeya escrita en sánscrito. En esta epopeya aparece nada menos que el Rey de los Nagas, que ayuda a Nala, un Rey Indio, en sus aventuras. El Libro de Dzyan, probablemente el más antiguo de los escritos sánscritos conocidos, habla de una raza serpiente que descendió de los cielos y enseñó a la humanidad. La teósofa Madame Helena Petrovna Blavatsky pasó tres años en el Tíbet, Bhután, y Sikkim, acumulando millares de escritos sánscritos que fueron compiladas en el Libro de Dzyan. Estas fuentes se refieren a los antiguos habitantes llamados Nagas o Sarpa, que eran seres semi-divinos con rostro humano y cola de dragón. Blavatsky creyó que estos Sarpa son indudablemente los Seraphim del Antiguo Testamento. Los Seraphim, que tendrían las mismas raíces etimológicas que los Sarpa de la antigua India. La mitología y la literatura hindú están también repletas de relaciones sexuales de dioses con la humanidad y de la procreación de numerosos seres extraños llamados Dravidianos y Dasyus. Según se informa, esta raza vivió en grandes ciudades amuralladas. Eran un pueblo bárbaro, caníbal, de piel oscura y nariz chata. Los Arios, que vinieron más tarde, se establecieron sobre los restos de las ciudades de esta gente serpiente.
Los Nagas son claramente descritos en el Ramayana: «Cerca de Bhogavata está ubicado el lugar donde moraba la raza serpiente, una ciudad amplia, amurallada y con barras, donde legiones de vigías mantenían la guardia. El más feroz de los jóvenes serpiente posee dientes envenenados y se sienta en su trono en su salón imperial. Es Vasuki quien los gobierna a todos.» Los Dravidianos antediluvianos fueron exterminados por el diluvio. Luego, cuando la tierra estaba repoblándose, Harappa y Mohenjo-Daro se convirtieron en el nuevo centro de la nueva cultura Dravidiana. Hay claras evidencias de que los Dravidianos, Dasyus, y los Nagas eran diversos nombres para referenciar a los mismos seres. E información al respecto se puede encontrar en poemas y epopeyas de la India, como el Mahabharata y el Ramayana. Ambos se refieren a los primeros contactos arios con estos seres serpiente, que en algunos casos eran amistosos y en otros hostiles. Debido a la interrelación entre los arios y los dravinianos se generó un tipo de relación de amor y odio entre ambos. En otra Leyenda India, aparece Batara Guru, después conocido como Shiva, quien creo una isla en el océano sobre el lomo de la gran serpiente marina Naga Padora. Las luchas y peleas que siguieron, y los movimientos de la gran serpiente formaron las montañas y los valles. Los Nagas forman la comitiva de la serpiente mítica Sesha y viven en palacios subacuáticos. Sesha, que posee mil cabezas, forma el sofá de Vishnú, en el que este Dios reposa durante los intervalos de la creación. También tienen relación con la serpiente Muchalinda, que protegió a Buda de una tempestad, que duró una semana, mientras estaba meditando. En el sudeste asiático, también dicen que las princesas serpiente locales contraían matrimonio con guerreros o sacerdotes a fin de formar sus respectivas dinastías.
En el Mahabharata, un grupo de «seres celestiales» llega en carro aéreo para atender el banquete de la boda de los reyes arios: «Los dioses vinieron en carruajes sostenidos por nubes. Vinieron a ver la bella escena: Suparnas con alas, Nagas escamosos. Los brillantes carruajes celestiales navegaron sobre un cielo despejado.» Los Nagas se interrelacionaron con los Arios, produciendo reyes y héroes. Por ejemplo, en el Rig Veda hay nombres como Divodasa que indican que había cierta clase de cruce entre Dasyus y los Arios después del 1.500 aC. Muchos de los antiguos dioses Hindúes se aparearon con los humanos y, como en Sumer, produjeron un híbrido mamífero-reptil, que fueron los reyes semi-divinos que resonaron a lo largo de la historia Sumeria e India. La literatura hindú afirma que la gente divina había descendido y realizado experimentos biológicos con los monos. De hecho Hanuman, el dios mono, que junto con Rama es el héroe del poema del Ramayana, fue concebido cuando el dios Shiva dio un pastel sagrado a Anjan, el mono. Esto es una obvia referencia a un experimento genético producido por Hanuman, el súper mono, muy parecido al Enkidu del poema de Gilgamesh. Según las investigaciones lingüísticas y mitológicas, se considera que el dios hindú Shiva sería el equivalente del dios sumerio Enki, creador del Homo Sapiens. Uno de los grandes poemas de la India, el Ramayana, es la historia de Sita, la novia de un príncipe septentrional llamado Rama, que es secuestrada por Ravana, el Rey serpiente de Ceilán (antiguo nombre de Sri Lanka). Se supone que Rama es el príncipe Utu (Apolo) y que Sita es la princesa Aya (Artemisa). Rama persigue al ejército de Ravana a través de la India con la ayuda de una fuerza de monos bajo el mando del rey mono Hanuman. Ravana se retira a su isla, el reino de Ceilán, supuestamente a salvo de la persecución. Pero Hanuman construye un puente de piedras enormes a través de los estrechos que separan la isla del continente, y Sita es rescatada por Rama. A lo largo de toda la historia, Ravana es descrito en términos tales como: «él se alimenta de seres humanos» y «bebe la sangre de sus enemigos«.
Él es formidable en la batalla y casi derrota a Rama cuando utiliza su arma especial de los Nagas, descrito como «dardo serpiente de los Nagas«, que parecía paralizar a sus enemigos y quitarle sus energía y fuerza vital. Como todas las criaturas divinas y semi divinas en la mitología, Ravana parece que tenía acceso a armas muy sofisticadas. Ceilán, la isla del reino de Ravana, fue la fortaleza de los Nagas . Es descrito como el hogar de los Nagas en fuentes chinas muy antiguas. En una de las primeras referencias literarias a Ceilán, cuando negoció con China antes de la ocupación aria de la India, y se la describe como tierra de extrañas criaturas parecidas a reptiles. Debido a sus gemas, especias y su localización privilegiada, llegó a ser popular entre los comerciantes chinos. Fa-Hsien, el comerciante peregrino chino, dio a conocer que la isla fue ocupada originalmente por los Nagas o deidades serpiente, con quienes comerciantes de varios países practicaban el comercio. Los Nagas nunca se mostraban a los forasteros. Ellos simplemente publicaban sus productos con etiquetas de precio adheridas a ellas. Los comerciantes que las visitaban hacían sus compras según el precio y se llevaba los productos. El otro gran poema de la India es el Mahabharata, el más largo y quizás el poema épico más grande escrito en cualquier lengua. Mucho más antiguo que el Ramayana, consta de 88.000 versos. El tema principal es la rivalidad entre dos ramas de la misma familia, los Kurus. Los Pandavas y los Kauravas emprenden una guerra que culmina en la destrucción de ambas ramas de la familia en la gran batalla de Kuruksetra. La historia comienza cuando el Rey Pariksit de los Kauravas le disparó a un ciervo mientras cazaba con arco y flecha. Persiguiendo al ciervo, preguntó a un místico si había visto a un ciervo herido. Observando su voto de silencio, el sabio profeta no contestó. Esto enojó a Pariksit, que tomó una serpiente muerta y la colocó alrededor del cuello del sabio. El hijo del místico, encolerizado, lanzó una maldición sobre Pariksit. Y así empezó la enemistad a muerte entre las dos familias. Vemos que en la historia interviene una tercera parte. Enojados por el uso blasfemo de uno de su propia clase (la serpiente muerta), los dioses serpiente entran en escena. Taksaka, el rey de los seres serpiente, envía serpientes que causan la muerte de Pariksit.
La historia de esta enemistad se narra realmente como algo que sucedió en el oscuro pasado. Dado que el antiguo reino de Kurus floreció a lo largo del curso superior del Ganges en los siglos 14 y 13 antes de Cristo, los acontecimientos pudieron haber ocurrido en los primeros días de la invasión aria, cuando aún había mucho contacto sexual con los Nagas. La historia del Mahabharata, narrada por el sabio Vyasa, comienza con el gran sacrificio del Rey Janamejaya, el hijo de Pariksit. Consistía en una ceremonia para vengar la muerte de su padre, un sacrificio llamado «yajna». Su propósito era destruir totalmente a los Nagas, los dioses serpiente que supuestamente podían asumir formas humanas o de serpiente a voluntad. En el ritual, el sacerdote invocaba los nombres de serpientes mientras arrojaba serpientes vivas al fuego. Astika, el hijo del rey serpiente Taksaka, interviene y aboga ante Janamejaya para dejar vivo a su pariente. Estas historias de guerra y otras narraciones fueron explicadas como cuentos que giraban en torno a estos sacrificios de larga duración. La opinión del historiador indio D. D. Kosambi es que el «yajna» en sí mismo no era tanto un cuento sobre una gran guerra como la explicación de la historia del gran sacrificio «yajna». Es decir era una ceremonia simbólica dedicada a sus antepasados serpientes, mientras que al mismo tiempo los expulsaban de su herencia cultural. En la lucha entre las dos ramas de los Kurus por controlar las llanuras en el curso superior del Ganges hay una clara referencia a las guerras de los hijos de Enlil y Enki en el área de Mesopotamia.
En el poema Hindú, los Pandavas parecen ser los vencedores puesto que recuperan la mayor parte del reino que habían perdido anteriormente. Comenzado con las armas convencionales del período, tales como lanzas, espadas, arcos y flechas, la guerra se extiende con el uso de armas más sofisticadas y de gran alcance, provistas por los dioses en ambos lados. Estas armas tenían todas las características de misiles modernos y de armas nucleares. Por ejemplo, un lado lanza un misil que es contrarrestado por otro desde el cielo. Y la explosión de ambos misiles causa muchas muertes en la tierra. Después de una prolongada guerra, los Kauravas se encontraron perdidos y desesperados en los estrechos. Es entonces que deciden terminar la guerra con el uso de tácticas prohibidas. En medio de la noche, descendieron cuando los Pandavas dormían y se produjo la matanza de muchos de los guerreros. Indignados por la ruptura de las reglas de la guerra y la pérdida en gran parte de su ejército, los Pandavas deciden que no tienen ninguna opción mas que utilizar su última arma, el «arma celestial» que es capaz de derrotar al resto de las armas. El líder de los Kauravas decide descargar un arma similar, que al parecer produce radiactividad, ya que él declara: «Dirigiré esta arma sobre el útero de las mujeres Pandava«. Él predice que la línea de los Kuru se extinguirá «para que los fetos mueran«. Su advertencia se hace realidad porque el uso de las armas produce esterilidad en todas las mujeres Pandava. La guerra entre los primos de Kuru finalmente termina con el exterminio de ambas ramas de la familia.
Los kachari, de la región de Assam, incluían el sacrificio de una cabra durante el trance del medium para que de su observación determinar la causa y el remedio de la enfermedad que le afligía. El mago de los oraons de Bengala —tribu que también se asentó en los estados de Bihar y Madhya Pradesh— buscaba el alma extraviada del paciente a través de las montañas y de los ríos, hasta el país de los muertos. Llama la atención la libertad con que actuaba el medium en las aldeas pahari del Himalaya, que continuamente introducía innovaciones religiosas ocasionadas por los estados disociativos de conciencia que se producían durante el trance, de modo, como observa Berreman, el investigador que más ha profundizado en su estudio, que «no hay que extrañarse de la diversidad y la constante y sorprendentemente rápida rotación de los dioses venerados en la aldea pahari». Las supuestas posesiones por parte de espíritus eran muy frecuentes en la India tribal. En los estudios de Edwin sobre los baigas, tribu asentada en la India Central, encontramos la descripción de una ceremonia durante la cual «los medium caen en un frenesí y se arrojan al suelo, con movimientos espasmódicamente contraídos, y agitan la cabeza furiosamente de un lado para otro mientras el dios cabalga sobre ellos». Estas posesiones eran involuntarias y voluntarias de manera sucesiva y, lo que es más curioso, de forma consecuente. Lo habitual era que el medium se resistiera a abandonarse a los poderes incontrolables de lo «salvaje», seguido de una sumisión a los patrones de conducta que le demandaba la situación. Todo ello era facilitado gracias a la ausencia de rigidez en el ritual que seguía el medium, con el que, una vez en trance, todo podía pasar. Cosa que no ocurría entre los sacerdotes, que dirigían una actividad religiosa sumamente ritualizada. Un caso que ilustra este tira y afloja entre el medium y el espíritu es el matrimonio entre el chamán y un ser del mundo subterráneo que se daba entre los hill saora, población aborigen del estado de Orissa, caso que parece ser un fenómeno único en la India aborigen. El ex-misionero y antropólogo Verrier Elwin, gran investigador de los mitos tribales, cuenta que Kintara, un brujo de Hatibadi, le confió que cuando él tenía doce años, una mujer-espíritu tutelar llamada Jangmai se le acercó en un sueño, le declaró su amor y quiso que la desposara. Kintara se negó y durante un año ella acudió regularmente a hacerle la corte tratando que cediera. Como no lo conseguía le envió un tigre para morderle y eso le asustó tanto que finalmente el joven aceptó casarse con ella. Pero casi inmediatamente, otra mujer-espíritu-protectora fue también a pedirle que se casara con ella. Cuando se enteró la primera le dijo: «Yo fui la primera en amarte y te considero como mi marido. Y ahora tú quieres a otra y yo no lo permitiré». Y en un arrebato de celos se lo llevó a la selva, le arrancó la memoria e hizo con él lo que quiso. No obstante prometió a sus padres portarse bien con el muchacho y ayudarle en todas sus dificultades. Cinco años después Kintara se casó, en el mundo de los vivos, con Dasuni, una mujer de su aldea, y la protectora llegó a un acuerdo con ella. De su esposa terrestre tuvo un hijo y tres hijas y de su protectora tuvo un hijo y dos hijas, que vivieron en las regiones inferiores. Un día su mujer-espíritu le llevó a su hijo para que lo conociera y él sacrificó una cabra en su honor.
Elwin también encontró este mismo esquema entre las mujeres brujas que eran elegidas por un protector sobrenatural. La muchacha primero se resistía a semejante pretendiente, después entraba en un periodo de crisis aguda que finalmente se resolvía cuando ella aceptaba la propuesta. «El sueño que obliga a una muchacha a aceptar su profesión y la marca del sello de la aprobación sobrenatural, toma la forma de visitas de un pretendiente del mundo subterráneo que le propone matrimonio con todas las consecuencias extáticas y numinosas». Una joven recuerda la primera visita que le hizo un espíritu protector en sueños, vestido con ropas muy elegantes. Ella lo rechazó y él la envolvió en un torbellino y la depositó sobre una alta rama que comenzó a balancearse. Ella se sintió aterrorizada pensando que iba a caer desde tanta altura y se apresuró a aceptar su oferta de casamiento. Otra mujer, ya casada y con un hijo cuando recibió la visita de su protector, se negó a satisfacerle y cayó enferma. Su marido mandó llamar a un brujo de la aldea vecina y el protector habló por su boca diciendo: «Voy a casarme con ella; si no acepta se volverá loca». Finalmente se vio obligada a aceptarlo y aprendió, en sueños, el arte de los chamanes. Otra cuestión era si el oficio de brujo, o la calidad de mago era hereditaria o había una predestinación para ello. Entre los mun, la posesión de un medium por parte de un dios concreto no estaba predestinada astralmente, sino que se inauguraba «con una enfermedad imprevisible». En cambio, entre los lepchas de Sikkim, en el Himalaya, estudiados por Geoffrey Gorer, la categoría sacerdotal era hereditaria, aunque no por ello prescindía de instrucción. Luego, con la llegada de los arios, empezamos a ver una marcada diferencia que se presenta entre las prácticas chamánicas y los rituales brahmánicos; mientras que en las primeras el factor espontáneo era una constante y toda la ceremonia se abría a la improvisación del chamán, el brahmán seguía un proceso muy reglado. Los largos comentarios de los Brâhmanas establecen la correcta realización de los ritos y es esta exactitud y la precisión lo que garantizaba su eficacia y no la voluntad o el capricho de los dioses. Aunque haya procedimientos dentro de los cultos devocionales a Shiva y Shakti, o en las prácticas que siguen los munis, los yogis o cualquier otro tipo con vestigios chamánicos, el contrate con el ascético sacrificio de uno mismo de la tradición brahmánica docta de la India, no podría ser más acusado. Pero sería cuestionable si, en cada caso, se puede hablar de un elemento chamánico propiamente dicho o de una tradición mágica que rebasa la esfera del chamanismo.
En el marco de la interpretación que predomina actualmente con respecto a la caracterización de las creencias y prácticas religiosas en la China temprana, varios importantes sinólogos han planteado que la experiencia extática fue el elemento principal tanto en el período prehistórico como en la etapa protohistórica e histórica inicial. Esta idea ha sido muy bien acogida en particular por estudiosos de la historia comparada de religiones y por historiadores del arte dedicados a la investigación de las culturas antiguas de China. En este sentido, términos chinos como el de “wu”, que aparecen en fuentes escritas antiguas y que denotan a determinados funcionarios religiosos, por lo general se traducen con el equivalente de “chamán”. De hecho se afirma con frecuencia que este signo chino representa a personas que realizan danzas chamánicas, al respecto de las que se cree que se trata principalmente de ritos de exorcismo y de actos religiosos para atraer la lluvia. Sin embargo, tal equiparación con la palabra “chamán” resulta controversial en lo que respecta a las civilizaciones tempranas de la Edad del Bronce, como la de la cultura o dinastía de Shang siglos XVII a XI a.C.), si bien tal asociación es más clara para el periodo siguiente de la Dinastía Zhou (siglos XI al III a.C.), para la cual en los documentos históricos figuran una serie de personajes involucrados en tales prácticas. Según un análisis realizado por el profesor en arte y arquología china, Lothar von Falkenhausen, de la universidad de UCLA (1995), éstos se encontraban vinculados a la burocracia estatal, en cuyo ámbito intervenían en diversos tipos de rituales extáticos. Principalmente en situaciones de crisis y calamidades naturales, siendo reclutados en forma esporádica con base en sus habilidades chamánicas. Según K.C. Chang, el uso del término de chamán para la palabra china “wu” constituye una práctica común dentro de los círculos de los sinólogos, aunque ésta en ocasiones también ha sido traducida como médium o mago. Actualmente la palabra también se emplea como equivalente para hablar de brujos o hechiceros. Las palabras chinas para chamán y danza no solamente poseen un parentesco semántico sino también se afirma que sus signos arcaicos representan a personas que bailan con ramilletes de plumas en sus manos. Aunque hasta la fecha resulta controversial la identificación del signo arcaico en cuestión, tal como aparece en las inscripciones oraculares, con el carácter posterior para “wu”.
De acuerdo con Chow Tse-tsung, el término de wu pudo haber derivado del sonido de los pendientes de jade con los que se ataviaban los chamanes durante sus danzas rituales. En cambio, K.C. Chang afirma que el signo de wu, que según este autor se puede reconocer también en los registros sobre los huesos oraculares encontrados como formando parte del archivo real de los dinastas que gobernaron en el periodo de Shang tardío (siglo XIII a XI a.C.) y que figuran de la misma manera en inscripciones sobre objetos de bronce de esta etapa, se compone de un par de escuadras, usadas por los chamanes para el manejo del círculo y del cuadrado, por lo que deben de haber constituido instrumentos claves en la comunicación que estos especialistas religiosos entablaban entre los niveles cósmicos del universo chino. Cree Chang que wu es un término genérico que hace referencia a aquellas personas o gobernantes que tenían acceso al cielo y la tierra. Asimismo, en la definición de la palabra wu contenida en el diccionario enciclopédico más antiguo de China, que data del periodo del Imperio Han (206 a.C. – 220 d.C.), se dice que estos expertos rituales son seres capaces de servir a los espíritus y que bailan hasta lograr el “descenso” (en chino jiang) de estos seres fantasmales, refiriéndose el signo para chamán a una persona con las mangas extendidas que está en un acto de danza. En el mismo documento se especifica que los wu se encuentran agrupados dentro de los.invocadores (zhu). Según Von Falkenhausen: «Son mujeres que pueden hacer servicios a los que no tienen forma y hacer que los espíritus desciendan mediante sus danzas”. Los invocadores eran aquellos oficiantes dentro de la jerarquía ritual que veían por la observación y el correcto cumplimiento de los procedimientos seguidos en las ceremonias de la corte estatal. Es además interesante observar que en dicho diccionario la designación de wu se restringe a mujeres. Pero al respecto dice Von Falkenhausen que en tiempos de Zhou el término se usaba para referirse a expertos extáticos de ambos sexos. Y el énfasis puesto en chamanes femeninos en el contexto de las fuentes documentales de la etapa imperial se debe a la formulación de marcos cosmológicos ‘sistematizantes’ dentro de la historiografía confuciana oficial, en donde se incorporaron, entre otros, los esquemas de la complementariedad de los elementos del yin y del yang.
Por su parte, para hablar de la existencia de chamanes en la China antigua, se recurre por lo general a un pasaje contenido en la Crónica de los Estados Combatientes (Guoyu), que data del periodo del mismo nombre que se ubica a finales del período de Zhou Oriental (siglos V a III a.C.), que corresponde a una etapa en la historia temprana de China en la que se dieron importantes cambios a nivel tecnológico, con la introducción del hierro, por ejemplo, económicos y sociales, pero también en el terreno del pensamiento, puesto que es en este momento cuando surge una gran cantidad de escuelas filosóficas, entre las que destacan el confucianismo y el daoísmo. En dicho pasaje del Guoyu (se refiere que: «En tiempos antiguos, hombres y espíritus no se mezclaban. En aquél tiempo había ciertas personas que eran a tal grado perspicaces, centrados y respetuosos que su aprehensión les facultó hacer una relación con sentido en cuanto a lo que está arriba y abajo, y su comprensión los iluminó respecto de lo distante y lo profundo. Por ello, los espíritus descenderían para entrar en ellos. Los que poseían tales poderes, si eran hombres se llamaban xi (chamanes) y si eran mujeres eran llamados wu (chamanas). Eran ellos quienes supervisaban las posiciones de los espíritus en las ceremonias, les hacían sacrificios, o manejaban otros asuntos religiosos. Los espíritus enviaban sus bendiciones a las personas, y aceptaron a sus ofrendas. No había calamidades naturales». Pero dado que la traducción del término de wu como chamán sigue siendo polémica, sinólogos como Von Falkenausen quienes han adoptado una posición un tanto crítica con respecto a la existencia del chamanismo en la China antigua, prefieren hablar más bien de “médiums espirituales”. Al respecto y tal como subraya Paper (1995), pese a la considerable importancia que deben de haber tenido las prácticas extáticas en el sistema religioso temprano de China, tanto en el contexto de la élite como posiblemente también en el de la religión popular, es preciso distinguir entre diferentes tipos de experiencias y manifestaciones extáticas, puesto que dentro de una definición estrecha, el fenómeno del chamanismo quedaría restringido a los grupos siberianos como de los tunguses, a partir de los cuales se definió esta práctica religiosa.
Así por ejemplo, para Ake Hultkrantz quien estudió el chamanismo entre los lapones escandinavos y los grupos nativos de América, el vuelo chamánico que constituye un elemento principal en la caracterización del chamanismo como una técnica arcaica del éxtasis, aun cuando es un aspecto común entre dichos grupos, no puede ser tomado como un rasgo diagnóstico. Hultkranz define al chamán como un “funcionario social que, con la ayuda de un espíritu guardián, adquiere la éxtasis para comunicarse con el mundo sobrenatural, para el beneficio de los miembros de su grupo”. Por tanto, un chamán establece una conexión con el mundo sobrenatural en un estado alterado de conciencia, no en función de una experiencia personal, como es el caso de manifestaciones místicas en algunos complejos civilizatorios asiáticos, sino por el bien de su comunidad. En esta definición de lo que se puede considerar a un chamán, se incluyen tres elementos principales: Su función social;. la invocación de espíritus guardianes; y un estado de trance que puede variar en intensidad. Empero, con respecto a este último rasgo, se traza por lo general una distinción entre el trance chamánico y el trance de posesión de los médiums. Mientras que los chamanes invocan a los espíritus para ayudarles en su misión y pueden controlar a los espíritus, los médiums son poseídos por los espíritus en forma involuntaria. En opinión de Paper, el primer tipo de manifestación extática, el del chamanismo propiamente dicho, se encuentra ampliamente distribuido en el norte del continente euroasiático así como en América del Norte y del Sur, mientras que la experiencia extática conocida como espiritismo se observa para zonas de Africa Subsahariana, Asia del Sur e Indonesia. El mismo autor cree que este último tipo que se encuentra principalmente en grupos cuya subsistencia se basa en la horticultura o agricultura. En Asia pudiera estar relacionado con la difusión del cultivo del arroz que en diferentes momentos históricos llegó a sustituir a las ancestrales culturas cazadoras-recolectoras con orientación masculina. En este escenario social de grupos igualitarios de cazadores, recolectores y pescadores, en los que aún no existen especializaciones de tiempo completo, el chamanismo de hecho es considerado como el aspecto predominante de sus creencias y prácticas religiosas. Sin embargo, en amplias zonas del Asia Oriental parece acusarse más bien una fusión entre ambas manifestaciones extáticas, lo que por su parte explicaría – de acuerdo al mismo autor – el que en países como Corea las mujeres representen importantes figuras chamánicas.
Afirma Paper que el chamanismo constituye una experiencia universal que ha existido en cada etapa cultural de la humanidad, aunque se asocia más a las sencillas culturas de cazadores-recolectores, de los cuales aún sobreviven muy pocos hoy en día. Y en lo concerniente a tiempos actuales, obviamente se han generado una serie de adaptaciones modernas de métodos de curación chamánicos en amplias partes del mundo. Incluso en las sociedades modernas se está recurriendo ampliamente a diversos tipos de experiencias extáticas para entablar una comunicación con entidades sobrenaturales. Dentro del ámbito de países con herencia cultural china, a este respecto se está experimentado todo un nuevo florecimiento de tales experiencias incluso dentro de la República Popular. Y encontramos una expansión de prácticas extáticas en comunidades chinas de ultramar, al igual que en las expansivas economías modernas de Singapur o Taiwán, donde intervienen médiums que actúan en los templos locales cada vez más numerosos para, por ejemplo, revelar números de suerte para ganar premios en loterías. Se trata aquí de una manifestación importante dentro de diversas expresiones culturales de la religión popular. Con relación a las manifestaciones religiosas en la China temprana, en la que se cristalizó el surgimiento de una trayectoria civilizatoria milenaria por lo menos desde el segundo milenio a.C. – empezando por la dinastía Xia (siglo XXI al XVII a.C.) que antecede a la de los soberanos shang -, algunos autores trazan el paso del chamanismo como fenómeno religioso predominante en tiempos pre- y protohistóricos, al de una práctica caracterizada por manifestaciones extáticas espiritistas para mediados del período de la Dinastía Zhou, etapa a partir de la que determinados elementos chamánicos preexistentes parecen haber sido incorporados dentro de una experiencia mística individual, que destaca sobre todo dentro del daoísmo institucional. Es a partir de allí que se debe de haber perdido la función social del chamán y que rasgos como el ascenso chamánico se encuentran plasmados en los vuelos mágicos de los “santos” inmortales del daoísmo. De hecho, se ha sugerido que los inmortales daoístas eran originalmente chamanes quienes habían sido figuras prominentes en culturas regionales del sur de China.
Esto lo infiere Paper de un análisis del Zhuangzi, obra básica del daoismo filosófico, en cuyos segmentos más tempranos que datan de alrededor del siglo 4 a.C. se encuentran referencias al ascenso chamánico en tanto posible vestigio de una tradición anterior, y donde en secciones más tardías dicho ascenso o vuelo mágico se encuentra asociado a los inmortales y se convierte en una técnica de meditación dentro de una experiencia mística incorporada a la búsqueda de la longevidad. Véase al respecto, por ejemplo, el interesante estudio antropológico realizado por el profesor Stephan Feuchtwang (2000) en comunidades locales de Taiwán y de la China continental. La idea de que los inmortales del daoísmo eran originalmente figuras chamánicas y que a finales del período de Zhou los chamanes de épocas anteriores habrían adoptado una experiencia mística antisocial ya había sido anotada por Edward Schaefer al constatar que: “…los xian [inmortales] habían abandonado el útil papel social de los antiguos chamanes y, casi como todos los daoístas, solamente buscaban su propia salvación. Sin embargo, ellos no han olvidado las técnicas arcaicas de la proyección del alma, y ellos siguieron soñando con vuelos mágicos a paraísos en el mar y el aire”. Es entonces durante la Dinastía Zhou de la China Antigua cuando se debe de haber generado una evolución desde experiencias extáticas heredadas de una tradición chamánica anterior, hacia las manifestaciones espiritistas más características de las prácticas daoístas que incluyen el trance de la posesión por los espíritus invocados por los médiums, los cuales siguen siendo figuras muy activas dentro de la religión popular de varias zonas del Este de Asia. Precisamente para esta etapa de la transición entre los fenómenos extáticos del chamanismo y del espiritismo encontramos indicios de una posible combinación de ambas experiencias religiosas en el contexto de los rituales de sacrificio practicados por miembros de la aristocracia. En tales rituales realizados principalmente en ocasión de los servicios funerarios, se recurría a una experiencia extática para la comunicación con los espíritus de los muertos, tal como se puede desprender de algunos pasajes de documentos escritos de los períodos de las dinastías de Zhou y de Han. Así, en el documento conocido como el Lunheng, que data del siglo 1 d.C., existe la siguiente anotación: “Los muertos de generaciones pasadas ponen a la gente en trance y los usan para hablar. Cuando los wu oran con sonidos misteriosos, hacen descender las almas de los muertos, que hablan a través de las bocas de los wu”.
Asimismo, la Oda 209 del Shijing o Libro de los Cantos, uno de los documentos históricos más tempranos, posiblemente del Zhou tardío, y que forma parte de los famosos clásicos confucianos, contiene la siguiente narración: «Los rituales han sido completados; Las campanas y los tambores han sonado. El descendiente piadoso se coloca en su lugar; El invocador oficiante hace su anuncio: “Los espíritus (ancestrales) están ebrios”; El representante augusto de los muertos asciende; Los tambores y las campanas lo escoltan; Los protectores divinos (espíritus) regresan a su morada. Los músicos llegan y tocan Para que lleguen las bendiciones; La comida está colocada: Ninguno se queda con hambre; todos están contentos. Embriagados y satisfechos, Todos inclinan sus cabezas y señalan: Los espíritus gozaron el alcohol y la comida; Le van a dar una larga vida al señor…Muy grato y oportuno. Todo está completado”. Es obvio que aquí la secuencia de los rituales practicados aseguraba un estado de trance. Después de adivinar el día propicio para ofrecer sacrificios a los espíritus de los ancestros, el oficiante, los descendientes y otros participantes ayunaban durante siete días para “…llevar la mente a un estado de una determinación fija” según se menciona en el Liji o Libro de los Ritos, que es otro de los clásicos confucianos. A continuación se escogía entre los participantes en el ritual, al shi o el que personificaba al difunto, quien procedió a invocar los fantasmas del muerto. Y en el día del sacrificio realizado en el templo del clan, ya habiendo adoptado las características del fallecido, éste ingiere los alimentos y las bebidas ofrendadas. Después de haber tomado nueve copas de vino en las vasijas rituales de bronce, que eran de un tamaño considerable, en un estado de trance provoca que bajen los espíritus y finalmente termina en comunicar las bendiciones a los vivos. La cantidad del alcohol ingerido después de los días de ayuno indujo aquí la experiencia extática. Paper, que reconstruye esta secuencia, opina que la intoxicación por alcohol por parte de la élite en estos rituales de sacrificio, quizás llevó a la suposición de que los espíritus tenían que estar ebrios para poder ofrecer sus bendiciones. Asume el autor que se trata al respecto del ritual religioso más difundido entre la élite y que todos los integrantes de este sector social privilegiado alguna vez pasaban por tal experiencia extática.
A ello cabe agregar la existencia de los diversos expertos extáticos que oficiaban en una gran cantidad de ceremonias oficiales dentro del ciclo ritual anual así como en sucesos incidentales. Sin embargo, tal como señala Von Falkenhausen (1995), en lo que concierne a la etapa final de Zhou, los chamanes tenían una posición de bajo estatus dentro de la jerarquía ritual del aparato gubernamental. Por lo que y según afirma el mismo autor, se trata aquí más bien una especie de virtuosi religiosos que ni siquiera ocupaban rangos oficiales dentro de la administración estatal vinculada al Ministerio de los Ritos, por lo que en su mayoría parecen haber sido empleados ad hoc gracias a sus dotes mágicas. Dentro de esta institución gubernamental, en cuyas divisiones administrativas los chamanes figuran al lado de diversos funcionarios al servicio de la corte real, tales como adivinos, músicos, escribas y personal a cargo de los templos ancestrales, estos expertos versados en artes extáticas se encontraban claramente subordinados a los oficiantes designados como invocadores e intervenían principalmente en rituales funerarios, en sacrificios a las entidades sobrenaturales y los ancestros así como en ceremonias de curación y de petición de lluvias. Von Falkenhausen desprende de anotaciones posteriores al Libro de los Ritos, que en tales actos estos intermediarios entre los seres humanos y las entidades sobrenaturales eran poseídos por los espíritus. Infiere que eran especialmente activos en situaciones adversas y de desgracias. Resume así sus funciones principales: “En casos de sequías y calamidades, se dirigían directamente a los poderes sobrenaturales del Cielo y la Tierra. Además, eran expertos en tratar con fantasmas temibles y peligrosos […] y con sustancias dañinas…”.Los interrogantes que Frawley plantea en Gods, Sages and Kings se examinan también en un libro titulado In Search of the Cradle of Civilisation, de George Feuerstein, Subhash Kak y David Frawley. Como sugiere el título, los autores arguyen que la India es la «cuna de la civilización» y que hay pruebas de que la cultura védica ya existía en el 7000 a.C. Señalan que el mito según el cual la creación tuvo lugar a partir de un océano de leche revuelto parece referirse a la Vía Láctea, a la vez que el movimiento de revolución -como en Santillana- se refiere al «molino de Hamlet» o precesión de los equinoccios, y que los antiguos hindúes consideraban un acontecimiento alarmante el paso del punto equinoccial de una constelación a otra, que representaba el final de una era.
Los argumentos que se exponen en In Search of the Cradle of Civilisation hacen pensar inevitablemente en los de John Anthony West, Robert Bauval y Graham Hancock. De hecho, los autores mencionan la opinión de Robert Schoch en el sentido de que es posible que el origen de la Esfinge se remonte al 7000 a.C. Pero desconocían los argumentos astronómicos que desde entonces han empujado a West, Hancock y Bauval a datar la Esfinge en el 10500 a.C. Si estos argumentos son válidos, la sugerencia de que la India es la cuna de la civilización porque los Vedas parecen refe rirse a fechas tan remotas como 6000 a.C. pierde gran parte de su fuerza. En cambio, también podría argüirse que los datos astronómicos que presentan Feuerstein, Kak y Frawley demuestran que los antiguos hindúes compartían la obsesión egipcia por observar las estrellas y la precesión de los equinoccios. En tal caso, cabe aplicar a la India antigua los mismos argumentos que al Egipto antiguo. En Egipto tenemos la sugerencia de que puede que la civilización dinástica del tercer milenio fuera precedida de una civilización mucho más antigua que fundaron los supervivientes de una gran inundación, los cuales proyectaron las pirámides y construyeron la Esfinge en 10500 a.C. En la India, al parecer, la gran civilización de la llanura del Indo y el Sarasvati tuvo unos precursores cuyo gran logro fue el Rig-Veda. Frawley sugiere la posibilidad de que la civilización de los «precursores» datase del 7000 a.C., que casualmente es la fecha que Schoch sugirió para la Esfinge. No parece haber ninguna buena razón por la cual la civilización de los hindúes védicos no deba atrasarse otros 3000 años.
El «conocimiento» del hombre antiguo no concordaba con el sentido que damos hoy a esta palabra: conocimiento que podía clasificarse en una enciclopedia. Era un sentido de participación intuitiva en el universo, un sentido que crecía lentamente. Santillana dice: «El pensamiento arcaico es cosmológico por encima de todo; afronta las consecuencias más graves de un cosmos de maneras que repercuten en la posterior filosofía clásica… No puede reducirse a algo concreto». Un animal experimenta la sensación de ser una criatura que debe ajustarse -de manera esencialmente pasiva- al universo que la rodea. Cuando dejó de ser un mero animal, el hombre también dejó de ser pasivo. Empezó a tener la sensación de que podía hacer algo por controlar el mundo en el cual se encontraba. Al principio este intento de ejercer control llegó por medio de diversos rituales, incluido el canibalismo ritual. El «hombre verdadero» empezó como animal religioso. Al cabo de unos cuantos cientos de años, el hombre de Neandertal había evolucionado tanto que su cerebro era una tercera parte mayor que el del hombre moderno. El zoólogo Nicholas Humphrey no entendía por qué el cerebro del gorila es mucho mayor de lo necesario, hasta que comprendió que era debido a la vida social del gorila, que es extraordinariamente rica. En efecto, un gorila recién nacido asiste a una especie de universidad en la cual aprende un comportamiento social complejísimo. Es casi seguro que ocurría lo mismo en el caso del hombre de Neandertal. Sin embargo, fue el hombre de Cro-Magnon quien dio el siguiente paso inmenso al crear la magia cinegética. Tuvo la sensación de que le daba un control nuevo del universo. Y también estudió los movimientos de la luna. Nosotros suponemos que meramente necesitaba algún tipo de calendario que le informara de las migraciones de los animales, pero tanto Graves como Schwaller lo considerarían bajo una luz totalmente distinta. Dirían que formaba parte de un rico y complejo sistema de conocimiento, un sistema «lunar» que no se parecería en nada a nuestro conocimiento «solar». Está claro que esto es lo que Santillana también trata de expresar.
En algún momento, como sugiere Jaynes, en una fecha tan reciente como 1250 a.C., el hombre empezó a crear conocimiento «solar», la clase de conocimiento que se puede incluir en las enciclopedias, los diccionarios y las tablas de logaritmos. La diferencia que existe entre los dos tipos de conocimiento pude definirse como la diferencia entre la visión interior y la simple información. Cuando Arquímedes salió de un salto del baño y gritó «¡Eureka!» acababa de tener una súbita visión interior de los cuerpos flotantes. Expresó esta visión interior bajo la forma de una «ley» que cualquier estudiante puede aprenderse de memoria: todo cuerpo sumergido en un líquido pierde una parte de su peso, o sufre un empuje de abajo arriba, igual al del volumen del agua que desaloja. Parece bastante sencillo. Pero ¿cómo lo utilizaríamos si, al igual que Arquímedes, tuviéramos que idear un método para averiguar si un orfebre ha adulterado el oro de una corona con algún metal de baja ley? Para resolver este problema necesitamos una visión interior de la ley de los cuerpos flotantes. Por esto, en el Fedro de Platón, el rey Thamus expresa dudas cuando el dios Toth le dice que su invención de la escritura es un gran avance para la raza humana. El rey contesta que sólo servirá para hacer que el hombre sea mentalmente perezoso y para disminuir sus facultades mentales. El conocimiento solar, que puede almacenarse en enciclopedias, es utilísimo. Pero no puede substituir realmente aquel sentido íntimo del universo -y de nuestra participación en él, que nuestros antepasados que observaban las estrellas fueron los primeros en adquirir. Esto nos lleva a una de las conjeturas más interesantes sobre estos antepasados que observaban las estrellas y que probablemente tienen continuidad en los actuales chamanes.
Interesantísimo. Estoy impresionado por tu capacidad de síntesis y para interrelacionar la información. Me gustaría regalarte mi libro (Marineros de piedra), si me proporcionas una dirección postal. Estoy convencido de que contiene información que ayuda a clarificar el tema del origen de la civilización (entre otras muchas cosas). Mi email es: mangoveg@gmail.com
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Comentarios por Manuel | noviembre 26, 2012 |
brillante….!!!!
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Comentarios por silvia | abril 3, 2015 |